5.

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Cuando llegué a casa, pensando todavía en todo lo que había pasado, me encontré con el auto de mí mamá estacionado justo dónde yo lo hago. Pensé: ¿Por qué justamente ahora, cuando necesito estar solo? 

Mi mamá es de esas madres que no dejan a sus hijos partir del nido, cuando los hijos ya volaron lejos. Mi madre es así. Al terminar la secundaria, dejé la casa uno o dos meses después. Y ahí estuvo mi mamá cada día por medio invadiendo mi... Casa. A veces, llevaba amigos y ella llegaba repentinamente, me regañaba y echaba a mis amigos; y no hablemos de si encontraba alcohol cerca... Los gritos eran más o menos fuertes dependiendo de qué estuviésemos haciendo en ese momento. Yo solamente, podía voltear los ojos y suspirar... Es mi madre, vamos. Me trajo al mundo. 

Qué puto regalo... 

Así que cuando nuestras madres intercambiaron miradas, sólo me hizo falta que me cayera un rayo justo en medio del cráneo, pero ese no fue el día...  Ya me acostumbré a pasar vergüenza por mi mamá. Patrick pasó y su madre, me miró de reojo pero con una sonrisa dibujada en su rostro. Cerré la puerta de la casa, y ahí estaba mi madre... Limpiando mi desastre. Qué mala imagen, ahora que lo pienso... Ella levantando botellas, latas y todo tipo de cosas del suelo, y Patrick con su mamá mirando la patética escena. 

Ellas se pusieron a hablar mientras, yo estaba analizando cada estupidez que mi madre sacaba como tema de conversación. En silencio. Una que otra vez, miraba a Patrick que metía uno que otro bocado en la conversación, haciendo reír a las señoras o a sí mismo. Qué simpático... Me devolvía la mirada, sonriente o a veces hasta sonrojado. 

Yo suspiré, quería volver a la cama. Estaba cansado. Mientras me acercaba a la escalera, mi mamá me lanzaba miradas asesinas, obligándome a quedarme en la escena. Así que sólo, sonreía (falsamente) e imperceptiblemente, iba acercándome a los pies de la escalera. Sin que nadie lo notara... Ni el mismo niño, se percató de que ya estaba en el primer piso de la casa. Mi mamá me gritó una o dos veces, pero no le hice caso. Cerré la puerta de mi habitación, y me acosté. Me puse mis auriculares, cerré los ojos y ahí me quedé, en el silencio de mi cuarto y Metallica en mis oídos. 

Y el sueño, me llevó a pensar en todo lo que había pasado en el día. Pensé en que ahora debía estar abajo hablando con los demás, o podría haber traído a Patrick a mi habitación para mostrarle mis porquerías. Cómics, música, esas cosas de las que hablan los muchachos de nuestra edad. Estupideces, básicamente. 

Me volteé de posición en la cama. Sin abrir los ojos aún, ahí seguía la voz de Hetfield cantando. 

Pensé, en mi vida, mis cosas, mis deseos y sueños. Pensé en... ¿Para qué soy bueno? Y, después pensé en lo bueno que era para distintas cosas con dos o tres pastillas de Atavan de por medio. Me reí de tan solo pensarlo. Atavan. La única droga que no deja secuelas a corto plazo. 

Patrick. 

El único "amigo" normal, fuera del círculo de viciosos que tengo por amigos. No pude pensar en él como "amigo", sólo era un conocido.  Alguien que ayudé, alguien que hizo brotar de mí, compasión y empatía. Ese sentimiento de tener su vida entre mis manos, con un vidrio de por medio, me hizo sentir... Útil. Algo que no había sentido en años. Años y años. 

Rápidamente, sentí como una caricia en el brazo; y un perfume en el aire, desconocido y que ya había sentido alguna vez. Aún tenía los ojos cerrados, saqué la mano debajo de las sábanas para encontrarme con algo, que creí que en su momento fue Hemingway, mi perro. 

Pero no. Era una mano.  Sentí escalofríos recorrer todo mi cuerpo, no era mi mamá. Podía reconocer las manos de mi madre entre mil millones de manos parecidas. Pero éstas eran un poco menos suaves y un poco más grandes. Me volteé rápidamente, porque ya estaba asustado, la paranoia me había atacado. 

— Lo siento... — Dijo, entre toda la oscuridad. 

— ¿Patrick? — Pregunté, sentándome en la cama haciendo retroceder esa mano rápidamente, dándome lugar.  

— Quería preguntarte si habías visto mi gorro, Pete — Preguntó, luego de una pausa, con voz firme. 

Suspiré. 

— No, no lo ví. No recuerdo haberte encontrado con uno puesto, en realidad... — Respondí, prendiendo la pequeña luz que tenía a mi lado, en mi mesa de noche. 

Ante mi mentira, sólo suspiró y lanzó suavemente un: 

— Está bien, voy a volver abajo. Buenas noches, Pete. 

Me levanté impulsivamente de la cama, tomando su mano sana fuertemente. No quería que se fuera, pero no encontré las palabras indicadas para hacérselo saber en ese momento. Me miró asustado, no pude ver si estaba sonrojado, porque mi luz de noche, no me daba tanta claridad como para eso.  Cerró la puerta detrás de él, por la oposición que yo había hecho sin intención sobre él. 

  — Lo siento. — Me disculpé.

Sólo me miró, otra vez. Asustado. Buscando palabras para decirme. No supe qué me estaba pasando, todo estaba siendo inconscientemente. La estaba cagando, pero yo no era dueño de mí. Algo me estaba controlando, y me estaba haciendo ver como un psicópata. 

— Mierda, lo siento... — volví a disculparme, dejando mi cabeza caer en su hombro. 

No podía controlarme. El pensamiento de que nuestras madres estaban abajo, me reprimía y me impulsaba a seguir. Pero, aún así, a mi mente no le interesaba el "ser encontrados". Sólo continué con mi cabeza reposada en su hombro. 

Giré la cabeza para sentir su perfume brotando por los poros de su piel rozando mi nariz contra su cuello, y apegué mi cuerpo contra el suyo, haciéndolo caer sobre la puerta. Mi cuerpo pesaba... Pesaba como 10 veces más de lo normal. Tampoco lo podía controlar. 

Escuché mi nombre, una o dos veces. La tercera estaba invadido por el terror de que pudiese lastimarlo. 

  — ¿Qué estás haciendo..?— Preguntó, conteniendo todo su miedo en su garganta.  

No respondí, sólo continué contemplando su perfume. El perfume de su piel. Pasé mis brazos por su espalda y me aferré a él. Podía sentir su corazón latiendo desesperado contra el mío. Y en ese momento, con todo el dolor que tenía mi alma, me pregunté también: ¿Por qué ahora? ¿Por qué él?  Su voz era una bomba de tiempo a punto de estallar por auxilio y mis manos, controladas por la adrenalina, estaban listas para ahogarlo si era necesario. 

Levanté la cabeza de su hombro y lo miré a los ojos. Lo poco que mi luz de noche me dejaba ver. Tenía las pupilas dilatadas, y la claridad de sus ojos era solo oscuridad. Le sonreí como si fuera alguna especie de juego, lo que lo alteró aún más. Algunas lágrimas le brotaban por los ojos, y podía ver el temor retenido entre sus retinas. 

¿Por qué ahora?

¿Por qué él? 

Lo miré, sintiendo una especie de vacío dentro de mí. Pero rápidamente, lo solté. Me alejé de él. No entendí que pasaba. Me sentía vacío. 

  — Patrick... 

Él se dejó caer sobre el suelo estando detrás de la puerta. Me arrodillé con él, e hice el intento de abrazarlo, pero solo se levantó del suelo rápidamente, abrió la puerta mientras se secaba las lágrimas y salió. Yo me levanté también y cuando, miré a las escaleras ya estaba en el piso de abajo. Pensé en salir detrás de él, pero las piernas se me habían entumecido. No me dejaban avanzar. Cerré los ojos, dejándome caer sobre la pared de mi cuarto y suspiré. 

Ésto fue demasiado lejos. 


Confused [Peterick].Where stories live. Discover now