I. El famoso incidente

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Nunca sintió atracción por alguna chica, mucho menos tuvo deseos de sostener un noviazgo. Esas cosas le quitaban el tiempo; tiempo que utilizaba en sus actividades ya que además de asistir a la escuela, era miembro del club de baile y de tiro con arco.

Nadie podía conocer mejor sus orientaciones sexuales que él mismo. Muchas veces estuvo en contacto con chicas en las diferentes presentaciones que llevaba a cabo en el club, pues competían a nivel nacional. Y no; nunca pero nunca fue capaz de sentir algo al tocarles la cintura, tenerlas frente a frente o pegar sus cuerpos por los complicados pasos que debían ejecutar. Él lo hacía como si estuviera tocando a otro hombre, así era hasta que cierto día terminó por conocerse un poco mejor.

Aoyama llevaba días hablando de un vídeo pornográfico de unos chicos que—de acuerdo con el chico de largas pestañas—era la octava maravilla del mundo. Cuchicheaba con la clase lo erótico que resultaba ser el gatito mientras que el otro era descrito como todo un semental de esos que se respeta. "Todo un hombre", en palabras de Aoyama.

Las chicas revoloteaban al rededor del dichoso aparato que proyectaba las escenas candentes entre ambos chicos.

"¡Dios la tiene enorme!", celebró una de ellas removiéndose en su silla como si le picara el trasero.

"¡Madre mía! Lo va a partir en dos.", señalaba la chica punteando con su dedo un punto dentro de la pantalla táctil.

"¡Aaaaaaah!", se expresó la otra balbuceando algo que sólo ella entendía pero tenía que ver con sus gemidos de "uke" y los brazos de "seme" que tenía alguno de ellos.

Katsuki. El gran Katsuki abandonó el salón. 

A todos les pareció una acción derivada de su enojo por el griterío que sostenían las mujeres—quienes ni se inmutaron pues seguían con los ojos adheridos al aparato...y no al aparato reproductor de los chicos, sino al celular o tal vez sí—.

Lo que no sabían es que la razón tras la salida del rubio no era por enojo sino por otro tipo de exaltación. Si, tenía una pronunciada erección.

Maldijo mil y un veces a esas borregas calientes de sus compañeras por poner todo en altavoz. ¿Qué no conocían los auriculares? Las odió, pero más se detestaba a él mismo y a su Bakugou Jr. 

Bakugou Jr. había reaccionado a los gemidos del chico del vídeo sumados a la cantidad de otros sonidos ajenos al rubio. Comenzó como una especie de sensación proveniente de su "amigo"—Katsuki todavía no estaba listo para decirle pene—que comenzó a despertar de su sueño. 

Pensó que se trataba de una de esas comezones en los testículos—podía decir testículos pero pene, no todavía—por lo que procedió a eliminar la molesta picazón pero ésta nada más no se iba. Para cuando sus ojos bajaron a revisar qué sucedía se percató de la humedad presente.

No podía ser mierda. ¡Claro que no! Él ya lo había superado hace mucho como para tratarse de eso. Entonces, ¿qué era?

El grito apache de la chica detrás de él lo sacó de su trance en el que se veía como el meón de la clase. Tenía que arreglar eso y era obvio que no podía hacerlo dentro del salón. Las chicas podrían emocionarse con el tamaño de su "amigo".

No quería atención, no más de la que ya tenía como la estrella del club y uno de los mejores bailarines del lugar, sacaba chispas cada que sus pies se movían al ritmo de la música. Sin mencionar que también era bueno con el violín.

En ese momento lo importante era atenderse. Se dirigió al baño sin pensarlo mucho pues era lo más normal para tratar erecciones, eso y la enfermería. Pero eso de masturbarse frente a la enfermera que parecía haber sido testigo de Tutankamón era una oferta que debía rechazar. Iba a masturbarse no a suprimir su deseo sexual.

Roommates [KatsuDeku]Where stories live. Discover now