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Un bombón real, de hecho.

Mis terminaciones nerviosas despertaron una y otra vez con la sutil esencia a sándalo proveniente del otro lado de la mesa. ¿Qué hombre seguía usando jabón con esencia a sándalo?

Por el corte de su traje y el Rolex en su muñeca, Harry Styles tenía dinero. Y bastante. ¿Por qué no usaba una colonia costosa? ¿El néctar de los dioses seductor de chicas en las que se bañaban los de su tipo?

Él sonrió otra vez, y un calor llenó el lugar vacío que sólo el Señor Rosa había visto o acariciado en dos años. La atención de Harry viajó a mis labios y perduró ahí mientras nuestro camarero se tomaba su tiempo sirviéndonos vino.

Me obligué a respirar mientras mis traidores pezones se ponían duros, implorando atención.

Maldición. No quiero esto.

Él era demasiado sexy para su propio bien. Y por su sonrisa sugerente y el brillo en sus ojos, él también lo sabía.

—¿Estás lista para ordenar, _______? —preguntó Harry, enfocándose en mi rostro en lugar de descender a mi pecho como hacían la mayoría de los hombres.

Rogando que mi voz no revelara mi excitación, giré mi atención al camarero.

—Tomaré el camarón Fra Diavlo.

—¿Y para usted, señor?

Harry soltó un par de palabras en italiano, sin romper ni una sola vez el contacto visual conmigo.

Mis labios temblaron. Papá habría estado impresionado.

Cuando el camarero se alejó, una sonrisa —una real, no las engreídas sabes- que-me-deseas que me había ofrecido hasta entonces— reveló dientes blancos y derechos.

—Entonces...

Su voz grave acarició mis oídos, y presioné juntos mis muslos. Gracias a Dios no me había depilado. Sin duda él tenía muy pocos problemas en llevarse a mujeres a su cama. O a las de ellas. O contra un muro.

Joder.

La imagen en mi mente tenía a mi cuerpo listo para pedir liberación. Tuve problemas para respirar.

—Cuéntame sobre ti, ______. Tragué.

—¿Qué decía mi perfil?

—¿No lo viste?

—No tuve tiempo. —Aclaré mi garganta contra el tono sin aliento, apartando los pensamientos en mi mente de ser sujetada por su cuerpo contra una pared—. Yo, eh, entré por la puerta y Gwen se abalanzó sobre mí con la noticia, todo mientras me metía a la ducha.

Harry levantó su copa de vino y la giró una vez más antes de dar un respiro y beber.

—Olvídate de lo que dijo tu amiga. Quiero saber de ti en tus propias palabras.

—Está bien. —Bebí un fortalecedor sorbo de vino, el sabor a roble apenas registrándose en mis papilas gustativas—. Eh... Pasé mi infancia aquí en el extremo norte, mis padres nos mudaron a Newton cuando tenía doce años, y tengo tres hermanos mayores.

—¿Tus padres aún siguen juntos?

—Sí. También siguen locamente enamorados.

Sus cejas se elevaron.

—¿Locamente?

Asentí y levanté mi copa una vez más.

—Eso es raro estos días.

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