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—Esto no puede ser verdad— Maia se quejó recordando que faltaba menos de media hora para que se presentara antes el staff. Se llevó las manos a la cabeza sentada en el suelo arropada por la toalla.

Agustín llevaba alrededor de cuarenta minutos intentando abrir la cerradura. Era inútil pensar que se abriría desde adentro. Y para suerte de ambos la batería de ambos había muerto -sin contar que el teléfono de Maia estaba empapado, pero había sobrevivido a los litros de agua-

—Esto es inútil— Agustín se quejó y soltó la perilla. Caminó unos metros al lado de Maia y se sentó de igual manera— Esto me pasa por hacerle caso a Valentina— Dijo entre dientes. Maia le observó despectivo y mientras él se seguía quejando. Agustín se dio cuenta de su mirada e hizo silencio— ¿Tú qué? Esto es tu culpa.

—¿¡Mi qué!? ¿Quién fue el terco que dejó las llaves pegadas? No creo haber sido yo ¡Te lo dije! — Maia alzó la voz amarrando su cabello en una coleta.

Agustín volteó los ojos.

—Si no te hubiera conseguido, no habría venido acá— Musitó.

—¿Qué tan infantil eres que no puedes aceptar que no tienes la razón? — Maia se burló cruzándose de brazos.

El silencio se hizo protagonista debido a los diversos pensamientos de Agustín, según él, no perdería el tiempo intentando convencer a Maia de la verdad, vaya verdad.

Minutos después Agustín movió entre sus manos la nota en la servilleta luego de recogerla del suelo. Intentó romper el hielo y dejar su terco comportamiento recordando que estaba agradecido de una u otra manera con Maia por haber ayudado a su hermana.

—En mi opinión— Maia se encontraba con mucha frustración en su sistema como para tener una conversación, pero aun así Agustín siguió— Valery no es tan extremista para hacer algo así solo porque sí... ¿Qué le hiciste?

Maia tomó una bocanada de aire y miró al techo.

—Probablemente, le haya dicho perra— Torció su boca, pero luego encaró a Agustín— Tu noviecita tiene un pequeño problema creyendo que controla a cada ser existente. Colocando los labios de esta manera— Abrió los ojos aún más al mencionar la última palabra mientras movía los labios de una manera extraña.

—¡Lo sé, cierto! — Respondió sintiendo ser entendido por alguien al respecto. Maia sonrió— No soportó cuando alza la voz dando órdenes— Agustín volteó los ojos de manera cómica. Ambos rieron y al volver al silencio, Maia recordó que estaba ahí, encerrada, sin poder llegar a la última fase de las audiciones.

—Igualmente, estoy acá, encerrada— Se llevó las manos a la cabeza— Sin poder llegar a la reunión. Estúpida malcriada— Dijo refiriéndose a Valery.

—¿Te solicitaron para la reunión esta tarde? — Preguntó Agustín alzando las cejas.

—Sí, pero no llegaré— Recostó la cabeza de la pared— Quiero llorar.

Realmente lo quería, pero no lo haría. Maia no lloraba en frente de desconocidos. Bueno, no mucho.

—No puedo creer que llegué tan lejos para esto— Volvió a mirar a Agustín.

Agustín sintió algo de pena, le recordó a él en algún aspecto. Como aquella vez que su padre no le permitió salir del departamento para participar en el concurso de talentos en la secundaria. Probablemente habría tenido la oportunidad de grabar un álbum con alguna disquera luego de ello, pero no fue así. Esa noche maldijo al menos una cien veces.

—No pierdas la esperanza— Se alzó de hombros— A lo mejor ocurra algún milagro y te cruces con el dueño de la compañía— Sonrió para si mismo escuchando sus palabras.

Dusk Till DawnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora