El hombre de ojos cafés

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Cuando empezaba el tercer parcial, me di cuenta de que nuestro pequeño grupo de amigos tenía problemas. No eran los típicos dentro del grupo, sino de los que todos tenemos fuera de él pero que no queremos que los demás sepan. Yo, a pesar de haber entablado conversación de lo más normal con el grupo, todavía sentía algo extraño en mi interior. Podrá sonar contradictorio, pero no me sentía del todo a gusto con los chicos.

Yo sé que quien sea que esté leyendo esto en algún momento se puso a pensar: ¿Realmente soy parte de este grupo de amigos? ¿Ellos me consideran tanto como yo a ellos? Yo me planteé estas preguntas muchísimas veces. No quiero que piensen que necesitaba ser el centro de atención, o que ellos eran indiferentes conmigo; quería saber qué pasaba en sus cabezas cuando les daba por no decir nada cuando estábamos juntos.

Un día en la cafetería, Johan, que no le gustaba callar en la mesa, nos dijo a todos:

—¿Está todo bien, chicos?

A mí no me había tomado por sorpresa aquella pregunta. Conociendo a Johan, sabía que en algún momento la haría.

—¿A qué te refieres? —preguntó Daniel.

—A que estamos aquí sentados, y si se supone que somos amigos, deberíamos conversar de nuestras cosas, lo que nos gusta. Debemos tener algo en común, de lo que no nos cansaríamos de hablar. Pero estamos aquí sentados en silencio, como si hubiera muerto alguien.

—Tómalo suave, Johan. En lo personal a veces disfruto del silencio.

—Yo estoy de acuerdo con Johan —replicó Angie—. Si quieren mi opinión, pienso que deberíamos estar más unidos, y no me refiero a que pasemos pegados, sino a hablar de nosotros y buscar apoyo en los demás.

Yo no respondí en aquel momento, porque de seguro habría dicho alguna estupidez. Sami tampoco habló mucho; no sabía si su problema con su novio había pasado, pero en aquellos momentos mis ideas divagaban.

—No creo que sea algo serio, chicos —dijo Sami—. Si estamos aquí sentados juntos es por algo; nadie nos obliga a hacerlo. Daniel se la pasa bien aquí; Angie y yo, también; Darío y Johan se conocen mucho más tiempo y por eso conversan entre ellos con más facilidad. Somos nuevos y ya hemos hecho amigos, pero si estamos aquí todos juntos es porque hay algo, fuera de toda la mierda que vivimos a diario, que nos hace sentir bien. Creo que con eso es suficiente.

—Tienes razón —respondió Johan.

—Puede ser —corroboré.

—Ya está —dijo Angie, para luego volver con sus apuntes.

—Pero Johan tiene razón en algo —señaló Daniel—. Todos tenemos nuestros problemas en casa, chicos, y no estaría mal para ninguno de nosotros buscar apoyo en alguien, al menos en ustedes. En el curso hablo con más chicos, también paso tiempo con ellos. Pero honestamente muchos se portan como la verga y no hay nada que deteste más. En cambio ustedes tienen una actitud diferente, y es por eso que me siento bien aquí.

—Ya te pusiste sentimental —bromeó Angie y todos nos empezamos a reír.

—Propongo algo —dijo Johan—. Cuando nos sentemos aquí de nuevo pensemos en algo del día anterior y de aquel día, y si necesitamos un consejo o una solución, la pediremos.

—Me gusta —apoyó Sami.

—A mi igual —dijo Angie.

—Como a mi me vale verga, yo me presto —añadió Daniel, pero al ver nuestros rostros, añadió—. Ya, está bien. Me emociona al igual que ustedes la idea. Intentaré no insultar tanto.

Ellos, ella & yoWhere stories live. Discover now