Dolor

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El dolor era muy intenso, pero debía encontrar ayuda si quería que alguien lo salvara. Con las pocas fuerzas de las que la adrenalina de su cuerpo lo había dotado, corrió lo más que pudo conteniendo los quejidos que el dolor producía en él. Tardó algo de tiempo de aquella manera, cuando creía que todo había terminado y moriría allí sin ser visto por nadie, en medio de la oscuridad de esa gran casa, y el vio en el interior de una habitación una sombra con rasgos familiares.

-¡Mycroft!- gritó lo más fuerte que pudo a la silueta que estaba de espaldas sosteniendo un paraguas con su mano derecha, el cuerpo recargando su peso sobre ella. -Mycroft... ayúdame... por favor- susurró esta vez, las fuerzas lo estaban abandonando. 

La silueta se volvió. Sherlock se estremeció y supo que su fin había llegado. No era el rostro que esperaba ver, no era su hermano Mycroft, era la última persona que le hubiera gustado ver en aquel momento, mientras moría lentamente, era James Moriarty, quien en lugar de tratar de ayudar, lo miró con chanza y se echó a reír con fuertes carcajadas ante su aspecto de moribundo y se acercó al detective intentando herirlo todavía más; mientras Sherlock sangraba sin parar, iba a morir y él se quedaría en el mundo, cometiendo peores crimenes cada vez, sin que nadie pudiera detenerlo, él había ganado.

El juego jamás terminaWhere stories live. Discover now