CAPÍTULO 11 - SÁBADO

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Definitivamente odio las citas dobles. O simples. O triples. O cualquier clase de cita. Esta es mi primera experiencia y ojalá sea también la última.

Me siento incómoda. Es una sensación antinatural que hace que no pueda reconocerme a mí misma. Todo me pone nerviosa. No sé qué hacer o qué decir o cómo reaccionar. Además, no quisiera arruinarle la noche a Elena si es que me enfado con Julián.

Quisiera conocer ejercicios de relajación mental.

Me he pasado todo el día hecha una asquerosa bola de nervios. Siempre me dije que el día que saliera con alguien, iba a ser por internet así no tendría que arreglarme tanto, tampoco me preocuparía por lo que digo; no sentiría tanta ansiedad y, lo mejor de todo, podría apagar la pc en cualquier ataque de malhumor y decir luego que se me cayó internet o que se me fue la luz y nadie sabría que miento.

Pero no, esta es una cita de carne y hueso en la que no solo debo procurar no hacer el ridículo frente a un chico, sino frente a mi mejor amiga y su pareja. Sé que, si sonrío demasiado, pensarán que estoy enamorada. Y si me la paso enfadada, me odiarán.

"No debería ponerme así. Después de todo, no me gusta Julián y tampoco me interesa que haya romance entre ambos. Solo vamos como amigos", me repito una y otra vez.

Al mismo tiempo, pasé horas buscando un buen atuendo. Hice una combinación extraña entre casual y bonito. Me puse leggins negras con un vestido rojo de mangas largas y zapatillas a juego. Sí, zapatillas. No tengo otra cosa para ponerme en los pies porque todo me lastima de una u otra forma. Las botas hieren mis dedos chiquitos del pie y las sandalias, el resto.

¿Un bolso? No tengo. Le pedí prestado el suyo a mi madre. No combina con nada porque es marrón, pero bueno. Es lo que hay.

¿Maquillaje? ¡Ni de broma! Lo odio con todo mi odio odiable. Tardo cinco horas en colocármelo, y siempre me queda feo. Además, después no me lo quito como se debe. A la mañana siguiente soy un mapache con los ojos negros como si me hubiese agarrado a los golpes con un boxeador. Elena me ha ayudado un par de veces. Mi madre también. Pero me avergonzaba decirle que iba tener una cita; solo le comenté que iba al teatro con amigos porque Tristán consiguió entradas gratis.

A veces, me odio a mí misma por no planificar mejor las cosas. Podría haber ido a comprar ropa. O quizás hubiese sido posible ir a la casa de Elena para que me prestara algo bonito.

Demasiado tarde.

Odio las citas casi tanto como odio el maquillaje.

"Es tarde para arrepentirse", suspiro cuando llego a destino.

Mi hermano me trajo hasta el punto de encuentro que es un local de comida rápida a dos cuadras del teatro. Tristán escogió este sitio porque a nadie le importa si un grupo de adolescentes se sienta a la mesa sin consumir nada. Ya están acostumbrados.

Soy la última en llegar.

—¿Grupo de amigos? —susurra Alan cuando me bajo de su vehículo—. ¿Estás segura?

Evito mirarlo a los ojos.

—¿Qué otra cosa va a ser? ¿Juntada del equipo de Quidditch? —respondo con ironía. No sé si me creerá.

—Pórtate bien —me advierte—. Y si haces travesuras, asegúrate de que nadie se entere —añade entre carcajadas.

Lo golpeo con el codo y sonrío.

—Seré toda una santa, lo sabes.

—Me decepcionas, hermanita. Me esperaba más de ti y de tu adolescencia —murmura—. Pero es tu vida. Solo avísame si necesitas que te pase a buscar por un motel de mala muerte porque estás ebria o drogada en medio de una orgía sin control. No querrías que mamá se entere.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Where stories live. Discover now