" S A I T H "

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El muchacho había salido cabizbajo de su casa, con la orilla de sus párpados completamente rojas, sus casi peculiares ojos negros hinchados y su piel casi blanca mugrienta; por sus mejillas rodaban algunas lágrimas, mientras que en su mente record...

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El muchacho había salido cabizbajo de su casa, con la orilla de sus párpados completamente rojas, sus casi peculiares ojos negros hinchados y su piel casi blanca mugrienta; por sus mejillas rodaban algunas lágrimas, mientras que en su mente recordaba las palabras de su padre. Una melancólica tarde de otoño era su compañera, junto al silencio apaciguador del bosque. Los arboles ya se estaban quedando sin hojas, el viento apenas soplaba y el cauce del río se oía a gran distancia.

El sonido de sus pies pisar algunas ramas era todo lo que se escuchaba, sin nadie más que el sol que se ocultaba como compañía y con él corazón destrozado por la severidad.

« ¡Comprende que eres un hombre!» había exclamado su padre, y al igual que siempre, las defensas del pequeño caían hasta el suelo. A su padre se le podía describir como un hombre severo, como alguien que había sufrido mucho... pero esa es otra historia.

 Escuchar los gritos de su padre eran él pan de cada día del pobre chico, un niño de apenas diez año, con un cabello tan negro como la noche combinando con el color de sus ojos, su piel blanca, tan blanca como la nieve que inundaba el lugar cuando llegaba el invierno; pequeño, indefenso y solo, con tantas necesidades y tanto que decir, pero sin poder saciar nada, quedando siempre el silencio ante el eco de los gritos de su padre.

Muchas veces el pequeño se había cuestionado por su residencia en aquel lugar y también por los viajes casi habituales que su padre hacía, se preguntaba por qué se encontraba en ese lugar, marginados de todo cómo si fuese un castigo o algo similar.

 Era sabido que por el reino más cercano se les castigaba así a los delincuentes que había cometido una falta grave, pero él no podría comprender de qué magnitud debía haber sido la falta que él o su padre había cometido como para ser exiliados de tal manera.

El pequeño muchacho siguió caminando, con su arco cargado en el hombro y el corazón siguiéndole el paso. Todo parecía realmente tranquilo, una tarde común en un lugar común... o eso parecía al menos.

 Una especie de ronroneo llamó demasiado su atención, el ruido provenía de más alto, justo en el cauce del rio. «Debe ser algún animal» pensó el pequeño, pero sabía que había algo más allá, y él tenía ganas de averiguarlo, pensando darle con evidencias a su padre de que realmente era un hombre. Armado con el poco valor que mantenía su cuerpo de pie, se aferró a su arco y comenzó a andar en dirección al rio, aun sabiendo que su frágil espíritu no tenía el menor animo de hacer tal demostración a su padre después de lo sucedido.

Paso a paso el sonido del agua fluyendo se hacía más evidente, el temor en el cuerpo del muchacho aumentaba y los nervios comenzaban a hacerle una mala jugada.

Algo parecido a una roca gigante se encontraba del otro lado del agua frente a él, pero el subir y bajar irregular no propio de una roca le dejó en claro que aquello no era nada parecido, pero que podía ser mucho más peligroso de lo que el muchacho se podía imaginar.

Había una vezWhere stories live. Discover now