"Finge gritar"

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Aquella noche de Viernes de Carnaval, en Boca del Río, la feliz vida de Altagracia Sandoval se acababa de truncar para siempre a manos de cinco jóvenes enmascarados, que creían reafirmar su hombría con cada golpe, con cada grito y lágrima arrancada de sus víctimas, pero que eran demasiado cobardes como para mostrar sus rostros e identidades.

Cuando todo terminó, la joven solo quiso estar muerta. Quería reunirse con sus padres y con César. No quería que la dejaran atrás, tenía que ir con ellos, escapar de aquella repentina y cruenta realidad en la que ella ya no era ella. En la que estaba sola, rota y deshecha. Absolutamente aniquilada en cuerpo y mente. Vacía. Necesitaba a fuerza huir de un mundo en el que las personas a las que más había amado ya no existían, en el que jamás volvería a escuchar sus risas, ni a encontrar consuelo en sus abrazos.

En el momento en el que el último de aquellos "hombres" -¿podría llamárseles así?- se enderezó, sintió una corriente gélida chocar contra su pecho y su rostro empapado por las lágrimas. En una alucinación sintió su alma elevarse con aquel golpe de viento, que le permitiría dejar atrás su dolor. Pero cuando regreso en sí y comprobó que seguía viva y atrapada en aquel frágil cascarón que era ahora su cuerpo, estalló un dolor mucho más intenso que todos los que había sentido hasta el momento. Alzó la vista y pudo descubrir cómo uno de los enmascarados entregaba al último de ellos un afilado cuchillo. El arma reflejaba la luz de la farola y Altagracia puso en ella todas sus esperanzas de despertar de aquella pesadilla. Cuando los demás se fueron y su verdugo se arrodilló frente a ella, la joven tomó aire y cerró los ojos con fuerza. Sin embargo, dos palabras resonaron en sus oídos como el eco de un mal sueño "finge gritar"; y por algún motivo, en ese instante, el rostro asustado de su hermana pequeña invadió sus pensamientos. El deber de protegerla, de no dejarla sola en aquel mundo hostil, activó el último reducto que quedaba de su instinto de supervivencia. Con un último grito, rasgó su garganta, cuando el cuchillo que tenía encomendado matarla se clavó en el saco de arpillera a tan solo unos centímetros de su costado izquierdo. Miro a los ojos de aquel monkey con un solo interrogante: ¿por qué? Un por qué que sin embargo, encerraba otros muchos: ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora pretendes salvarme? ¿Por qué te auto compadeces? ¿Por qué eres cobarde? Él agachó la cabeza avergonzado, como si hubiera podido escuchar cada una de aquellos reclamos y no tuviera forma de responderlos. Rozó su mejilla queriendo limpiar sus lágrimas y musitó un inaudible "perdón". Ella se revolvió con rabia ante su tacto y le dirigió una mirada de odio. Él se levantó y corrió a reunirse con sus compañeros. Altagracia se quedó quieta, inerme, con la mirada perdida en la oscuridad de la noche: "Ojo por ojo y diente por diente" resonaron las palabras que el párroco de su Iglesia había pronunciado aquella mañana en una de las lecturas. Automáticamente, todas las demás palabras que había pronunciado en su homilía sobre el perdón y la compasión, le parecieron huecas. La vida era cruel, el perdón y la misericordia no existían, solo el dolor era real. Un sentimiento nuevo y desconocido se apoderó de ella: la sed de venganza. Miró a la única estrella que brillaba en el cielo y le juró que seguiría viva, que soportaría día tras día, cada minuto de agonía, con tal de ver pagar a cada uno de aquellos animales.

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Mientras tanto en un callejón a pocos metros del lugar, el falso verdugo se encontró con sus amigos, y todos se deshicieron de sus máscaras. El líder del grupo arrojó la suya al suelo, y otros dos hicieron hicieron lo mismo.

- Oye no, ¿qué hacen? Nos pueden identificar si encuentran las máscaras... Hay pruebas para obtener el ADN...- mostró su desacuerdo uno más precavido-  deberíamos de guardarlas.

- Tranquilo Francisco, esto es México...- dijo el líder en tono burlesco- aquí no investigan esta clase de casos, los archivan directamente... Esa familia no era nadie... Ni se van a molestar, y para el caso de que lo hicieran... ¿A caso la policía tiene una muestra de tu ADN para relacionarlo contigo? No hay forma de vincularnos con nada de lo que ha pasado...

La justicia tiene nombre de mujerWhere stories live. Discover now