"La elección"

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Veinte años habían pasado desde aquella trágica noche de Carnaval. Veinte años de dolor, resentimiento y soledad. En aquel tiempo, Altagracia Sandoval se había convertido en "La Doña", una de las mujeres más poderosas e influyentes del país. Y como aquella ciudad sitiada, que gracias a sus murallas se mantiene en pie, fuerte e impenetrable, Altagracia había construido, bloque a bloque, una pared de hormigón armado que rodeaba su corazón, protegiéndolo frente a cualquier ataque. Pero como toda obra de aquella naturaleza, su coste había sido elevado y lo había pagado ella misma con su cuerpo y con su vida. Viendo en todos una amenaza constante, sus puertas habían permanecido selladas. Pero día a día y al igual que ocurriría en aquella ciudad asediada, su interior iba muriendo un poco más.

- Mi amor, estuviste fantástica hoy en la cena...- se acercó su marido ofreciéndole una copa- majestuosa, como siempre acaparaste todas las miradas. Eres la primera dama de este país, mi primera dama.

- Cuando ganes las elecciones Felipe, cuando ganes las elecciones - dijo Altagracia tomando la copa-

- ¿Y te queda alguna duda de eso? - le preguntó Felipe con suficiencia-

- Claro que no- esbozó una sonrisa alzando su copa- yo te elegí y no acostumbro a errar mis elecciones.

Después de brindar, Altagracia dio un largo trago. Felipe la miró de reojo, para luego apartar la vista y comenzar a desabrocharse la corbata con parsimonia.

Era una de esas noches, en las que tocaba afianzar el castillo de naipes en que se había convertido su vida. Con los años había conseguido reducir la frecuencia de sus encuentros conyugales, imponiendo una regla tácita: sería ella la que decidiría el cuándo, el cómo y el dónde. Necesitaba al menos tener ese control. Pero para que todo funcionara, ella debía cumplir su parte. Como siempre, debía fingir.

- Felipe ¿crees que podrías ayudarme con esta cremallera? - dijo finalmente, parada en frente del espejo.

- Naturalmente, querida - dijo Felipe acercándose y poniéndose detrás de ella.

Hundiendo la nariz en su cabello, Felipe inspiró, al tiempo que desabrochó su cremallera y posó un suave beso sobre su nuca. Altagracia no sintió nada, absolutamente nada. Pero forzó un leve jadeo, a modo de invitación. Felipe sonrió, seguro de sí mismo, y tiró hacia abajo de su vestido, haciéndolo deslizarse hasta el suelo. Luego se quitó su pantalón y comenzó a restregar su erección contra su trasero.

"¿Qué tienen en común el fuego y el hielo?" Se dijo Altagracia con la mirada firme en el espejo.

De pronto notó dos dedos de Felipe deslizarse en su interior con algo de dificultad por la escaza lubricación. Altagracia pudo ver en el reflejo el ceño fruncido de Felipe, que rebuscó en el cajón del tocador un botecito de lubricante y tras verterlo sobre su mano, repitió la operación. Cuando Altagracia sintió en su intimidad el frío gel torció el gesto con disgusto. Sin embargo, soportó de forma espartana mientras su mano se deslizaba embadurnándola con aquella porquería. Después aguantó los múltiples intentos frustrados de Felipe por encontrar la forma de penetrarla. Finalmente, tuvo que agacharse un poco y colaborar con su postura, para que todo acabara lo antes posible.

Abandonando su cuerpo, Altagracia se sumió en sus pensamientos. Recordó los sucesos de aquella noche. El abogado que había irrumpido en la fiesta, ahora irrumpía en su cabeza, sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. "Máteme a mí, pero no a mi padre". "Mátenme a mí, pero a mi novia no". - César...- Luego, el frío de sus labios amoratados - Estás muerto...- dijo en voz alta, sin querer.

- ¿Quién está muerto Altagracia? - preguntó Felipe deteniéndose en seco-

Altagracia no reaccionó. Seguía muy lejos de aquel lugar, perdida en el espacio y en el tiempo. De pie en el borde de aquel muelle, planeando saltar. El lastre de su dolor sería más pesado que el plomo y la arrastraría a las profundidades del océano, fulminando cada ápice del oxígeno cruel que prolongaba una existencia sin sentido.

La justicia tiene nombre de mujerWhere stories live. Discover now