No más rosas

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No hay más rosas sostenidas por hombres honestos que no temen ser vistos dando una muestra de cariño. No hay más chicas en sus balcones expectantes, vestidas como arreglos floreales. El romanticismo ha muerto.

Pero eso no es algo nuevo, la pregunta en realidad es: ¿quién lo mató?, ¿quién es el culpable?, y sobre todo: ¿a quién le favorece que haya perecido?

La rosa se ha marchitado. Las mujeres las reciben y las dejan morir. Los hombre duermen en una cama cada día, entregando un beso como pago. Como pago a su rosa. A aquella rosa que arrancaron del jardín y colocaron en su mesilla de noche; porque la amaban, porque la apreciaban y no querían que nadie más la tuviera. Pero los besos no son acumulables y no es un pago justo. Solo es un trago de agua para una rosa que se está muriendo, que se muere por volver al jardín, que añora algo más pero en silencio. La naturaleza muerta es un bello espectáculo. Sin embargo no deja de ser una muerte apreciada.

El amor en una fotografía. El idilio de recuerdos. Eso es lo que queda actualmente. No más actos desinteresados de cariño. No más pruebas de humanidad entre las parejas. ¿Pero eso es actual?

Las parejas se casaban porque alguien las convenia. Porque a alguien le convenia que se uniera una nueva familia con apellidos conjuntos. Con estatutos que cumplir.

Y entonces queda la duda en el aire ¿alguna vez ha existido el amor?

Estamos más cerca de descubrirlo. Estamos cada vez más unidos por el alma y no por el cuerpo. Más unidos que jamás. Ocultos en territorios inexplorables para las anteriores generaciones: la privacidad. El resguardo de un cuarto. El olor de lo guardado y la alegria de lo encontrado.

Es lo que nos queda ahora. Tomarnos de la mano sobre la cama. Sostener el cabello de tu amada mientras incondicionalmente entrega su dignidad con una felación. La televisión al fondo guardando los secretos con sus sonidos estridentes. Secretos de amor ocultos entre las voces del aparato receptor. Amantes a oscuras y no solo amantes, sino enamorados también.

Estamos muy lejos de las notas de amor, las cartas perfumadas adornadas con caricias lejanas. Estamos muy lejos de las canciones en guitarras acústicas y muy cerca -me temo- de la montonía del libertinaje. Cada vez estamos más lejos de los estereotipos que nos mantenían en sociedad y más cerca del harem prometido, de la eterna lujuria carnal.

Con cada vez menos pudor y cada vez más 'haz lo que te plazca'.

Somos la hermosa generación que tiene todo en una mano y nada en el corazón.

Amante regularWhere stories live. Discover now