Voy a verte

27 3 0
                                    

Era de tarde para algunos, de noche para otros, una fecha, otra, hacía calor y frío, eso dependía de cada quien.

Dos personas, una acá y otra muy allá, hablaban sobre algo especial: el cumpleaños de una de ellas.

Ellas podían comunicarse con telepatía, así de fuerte era su lazo.

Eran dos chicas. La mayor cumplía años, la menor se sentía mal por no saber qué regalarle. La mayor le decía que no hacía falta que le diese algo, la menor respondió que su deseo era darle un obsequio pero que, debido a la distancia, las posibilidades eran muy limitadas.

Vamos a llamarles Amapola a la mayor y Loto a la menor.

Loto tenía la cabeza un poco llena de pajaritos, vivía soñando por los rincones el cómo sería la primera vez que viese a Amapola, y eso le causaba una explosión en el pecho de ilusiones y alegría. Amapola era una persona más cerrada, un poco más seria y, quién sabe, más centrada. Pero cuando hablaba con Loto, la mayoría de las veces se mostraba tonta y bastante divertida, le gustaba incluso jugar con la paciencia de Loto y molestarla con su edad o las cosas que a la menor no le salían bien.

Loto adoraba a Amapola con su vida. Y era por eso que le dolía más que nada en ése día no poder abrazarla y desearle cosas lindas, pero no lo demostraba porque su único objetivo en ése día era tratar de hacerla reír, tratar de hacerla feliz, aunque solo fuese un poquito.

De pronto, uno de los pájaros de la cabeza de loto voló un poco demás. Ella no hizo mucho caso a ese primero, pero no pudo ignorar demasiado tiempo sus ideas cuando una parvada completa le llevaba la cabeza.

- Voy a verte -dijo Loto a Amapola. La mayor se mostró confundida.

- ¿Que vendrás a verme? -Amapola rió- ¿Y cómo se supone que lo harás? Nos separan miles de kilómetros.

- Cierra los ojos -pidió Loto, Amapola en seguida supo que era una de sus tonterías, pero le siguió la corriente, sólo porque le resultaba divertido.

- Bien, ya he cerrado los ojos, ¿qué se supone debe pasar ahora? 

- Ahora, recuéstate y extiende tu mano como si fuese a agarrar la mía, yo voy a hacer lo mismo.

Amapola no podía aguantar la risa y sintió un poco que estaba ofendiendo a Loto, fue por eso que se puso seria y decidió creer en las palabras de la pequeña. Se recostó, extendió su mano y esperó.

Fue en cuestión de segundos que se sintió flotar, o quizás flotaba pero le daba miedo la idea de que fuese real. Sintió también que algo se cerraba sobre la mano que tenía extendida. No la movió, no porque no quisiera, sino porque no podía. La voz de Loto acabó de exaltarla y le permitió por fin abrir los ojos. Comenzó a sentir el cuerpo poco a poco y a recobrar movimiento, pero ninguna sensación corporal podía sacarla del asombro y la incredulidad en la que se encontraba sumida al ver a su amiga sonreírle frente a frente.

- Feliz cumpleaños, mi vida -dijo Loto, con una sonrisa estampada en la cara que haría que cualquiera sospechase que le dolían las mejillas. Seguido de eso, abrazó a Amapola tan fuerte como sus brazos se lo permitieron.

- Pero... ¿qué es esto? ¿Dónde estamos? -Amapola estaba absolutamente desconcertada y no reaccionó al gesto de la menor.

- Sinceramente, no lo sé -respondió Loto, rompiendo el abrazo. -Pero es lo suficientemente real para mi.

Amapola giró sobre su eje, a su alrededor se divisaba una niebla de color rosa bebé, no había piso pero ellas estaban paradas. Se sentía liviana, fresca, extraña. Al volver a su inicio, se encontró con un par de ojos oscuros que la miraban como si esperasen alguna cosa. Echó un suspiro con sensaciones escondidas y le brindó una sonrisa a su amiga.

- Gracias -dijo, abrazando a Loto de una forma extrañamente íntima, pero para nada incómoda.- Te quiero, enana.

Los corazones de ambas tomaron el mismo ritmo, mientras disfrutaban de ese primer encuentro, de ese primer abrazo, y de lo que les diera tiempo en aquella falsa realidad.

No tenía ideaWhere stories live. Discover now