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Sábado 28 de enero de 1967.

En esa época el viento era para ella algo intangible en su piel, pero visible a sus ojos, podía atraparlo donde fuese y observar su recorrido nomotético, perfectamente diagramado. La luz del día no era un resplandor que le hacía posible distinguir ciertas cosas, podía percibir su aspereza y su procedencia oscura en muchos casos. Las palabras eran, según su entendimiento, solo unas cuantas vibraciones a la brisa. Echadas, casi no tocaban su corazón y tampoco le causaban dudas que la llevaran al gran laberinto de la razón, se convertían, en el aire, en pistas que la conducían a chasquidos imprevistos, se mantenían allí, nunca desaparecían de su vista. Ponía en aquellos tiempos su suerte al juego del destino, a los hombres y mujeres que nunca escuchó y a miles de inmensas cuestiones que en su mente jamás cabrían y por más esfuerzo que hubiera hecho, su corazón no asimilaría ninguna de esas cosas a cualquier tipo de sentimiento puro.

Ahora en estos momentos tenía en sus manos la felicidad y la expidió al libre albedrío de la tristeza, sabiendo que de ningún modo la podría haber sostenido por la eternidad, no lo podría haber hecho porque la risa en que se concebía editaba inmolaciones propias en cada uno de los elementos que la conformaban. Fue solo un momento previo y maravilloso en donde no importaba nada de lo que sucedía a la vista común, y poco interesaba lo que estaba dentro, fuera o en ninguna parte. No pudo haber sido por siempre. Fue solo un gesto amable de la vida, el último recuerdo antes de que comenzara a tejerse la gran maraña sin sentido de morir a cada día sobre las penurias de la adultez humana. Aquellos días de cada anécdota y aventura, fueron siempre recuerdos y alivios del pasado que nunca volvieron, no hubo persona ingrata, ni hostil, pues creyó haber estado lejos de ellas hasta ese momento.

La mañana se presentó rodeada de dudas que la dejaban exhausta. Debía interpelar todo el tránsito de una situación desbordante.

—¿Qué sucederá ahora? ¿Te irás? Comprendo si es así... —Dijo Katja algo humillada.

—Ahora me quedaré contigo para siempre...

HOLODOMOR - Libro 1 de Náufragos de un barco de papelWhere stories live. Discover now