2 Él siempre me gustó

4.5K 433 51
                                    

Adam Baker estaba cambiado, más maduro. Creo que lo había visto por última vez cinco o seis años atrás, poco antes de que dejara Ystrad para mudarse a la universidad. Se había dejado barba, pero ésta no cubría todo su rostro, dejando algunos claros imberbes; era del mismo color que su cabello, con algunas motas más rubias. Sus facciones siempre me habían parecido perfectas, como cinceladas en mármol por un escultor que pasó horas con un estique para definir cada rincón de su mentón cuadrado, su fina nariz y sus ojos hundidos, que parecían turquesas por el color de sus pupilas. Iba vestido con unos tejanos, una chaqueta de cuero y debajo, una sudadera con capucha. Pude entrever algunos mechones lisos y rubios platinos que caían por su frente. También me fijé en la guitarra que cargaba a su espalda, resguardada en una funda negra un poco descolorida. Adam barrió la tienda con la mirada.

—¿Puedo ayudarte? —le pregunté tras cargar el peso de mi cuerpo sobre el palo de la escoba. Quise hacerme la interesante y fingí no recordarle— Oye, ¿me escuchas?

Entonces me miró y frunció el ceño, como si mi presencia allí no tuviese sentido, como si alguien en un bodegón pintara un autobús.

—Busco a Travis.

Recordé que Adam era un chico de pocas palabras, como si tuviese que pagar por cada una que pronunciara. Habíamos ido al mismo instituto pero él era tres años mayor que yo, por lo que nunca lo llegué a conocer profundamente. En cambio sí que fui a la misma clase que sus hermanos pequeños, los gemelos Johan y Liam.

Debo reconocer que siempre me sentí atraída por Adam Baker. En realidad la mayoría de chicas lo hacíamos, pero yo jamás lo reconocí. Rita siempre decía que tenía un pésimo gusto por no gustarme, pero no quise reconocerlo porque a ella también, y no quería tener problemas. Aunque eran fantasías de niñas, solo teníamos trece y para un chico de dieciséis nosotras ni tan siquiera existíamos.

—Mi padre no está, pero si necesitas algo soy toda tuya —dije, la escoba se me resbaló y cayó al suelo—. Quiero decir, o sea, que yo puedo ayudarte. —Cogí la escoba pero se me escurrió de nuevo—. Mierda, ¿qué me pasa?

Y entonces, Adam Baker me sonrió y cuando lo hizo, en sus mejillas aparecieron unos hoyuelos que me parecieron adorables. Su sonrisa era tan dulce que noté como se me subían los colores. Adam cogió la guitarra y la puso contra el suelo para abrirla. De un pequeño compartimento sacó un papel arrugado y luego volvió a colocarse la guitarra sobre su hombro derecho y dio un paso hacia mí:

—Necesito colgar este anuncio.

Se busca guitarrista y compositor para grupo de rock.

Prueba el 22 de noviembre en el Pub McArthur.

Eso era todo. En letras grandes y negras, con una tipografía sencilla, esa que aparece por defecto en cualquier procesador de texto. El papel estaba arrugado, desvelando que había sido guardado de cualquier manera. «¿Cómo iba a llamar la atención de nadie?». Me dieron ganas de romperlo y tirarlo a la papelera.

—Vaya mierda, ¿lo has hecho tú?

Las palabras se me escaparon como el viento, sin tener la mínima empatía. En ese momento creí que se enfadaría conmigo, pero no lo hizo. En vez de eso soltó una risueña carcajada, tan fresca como la hierba. Sonreí tímida y miré al suelo, como si volviese a tener quince años. «Idiota».

—Sí, soy el creador —dijo elevando una ceja—. ¿Me harás el favor de colgarlo?

—Por supuesto —le respondí más cohibida de lo que suelo estar.

—Gracias —dijo haciendo una ligera reverencia y luego se acercó a la puerta. El tintineo agudo volvió a hacer eco—. Me ha gustado verte, Chloe —dijo antes de salir y dejar que se cerrara la puerta.

Amor, Rock y otras CancionesKde žijí příběhy. Začni objevovat