La delgada línea entre las fantasías y las realidades...

114 17 1
                                    


Yuri sentía que había leído algo que ya no le incumbía saber. Bueno, nada le incumbía, pero en este punto, era rozar una línea muy delgada e íntima del pasado de su abuelo.

El joven dejó las hojas ahí, bajó del ático sin apagar la luz ni nada, y fue a la cocina. Halló unas frutas, y mientras las comía, intentaba no imaginar a su abuelo besarse con Yakov, pero, cuando la imagen​ mental que se hacía con base a sus fotos le llegaba, solo podía sonrojarse y espabilarse.

Y no es que fuera muy joven para saber eso, pero, estaban hablando de un beso. Y de sentimientos que habían quedado plasmados gracias a esas páginas perdidas entre el polvo y el tiempo. Era decidir leerlas o decidir olvidarlas. Había dos caminos, un muy largo rato antes de que Nikolai llegara y su gran curiosidad buscando ser satisfecha.

Yuri pasó al baño, regresó a la cocina por un poco de agua, y al ir pasando por la sala y mirarse en un espejo, se quedó ahí un momento.
—Tengo que saber por qué o cómo es que estoy hoy aquí... Tras ese beso y esos sentimientos...

Y dicho eso, impulsado por conocer la verdad, el rubio subió y retomó su lectura.


No sé cuántos segundos pasan, ni cuántas vidas podría estar así, pero, no quiero separar mis labios de los suyos. Besar es algo que no se puede comparar con nada de lo que haya vivido antes, y que, está sucediendo por primera vez, ahora, con él.

No recuerdo más de que sucede, solo sé que dejo de ser yo para ser parte de él y al abrir los ojos, miro un Yakov que nunca había visto pero que parece enamorarme por todas y una vez.
— ¿Quieres seguir patinando conmigo, Nikolai? —me preguntas, haciendo una reverencia caballerosa y sonrojándome. Sonriente, acepto y danzamos por muchas horas más los dos, hasta que el frío nos hace querer a cada volver.

—Te acompaño hasta tu casa.
—No te preocupes, no es tan tarde y llegaré bien.
—Nikolai, es para poder pasar más tiempo contigo —me dices, tomándome la mano izquierda, ante lo que no sé cómo reaccionar, y solo atino a responder.
—Bueno...

Ambos caminamos en la silenciosa y oscura noche de San Petersburgo. No tengo miedo de ir así porque creo que a esta hora y con la poca luz, nadie nos notaría. Pero si le dijera a Yakov que no sería capaz de hacer esto a plena luz del día, pienso que se enojaría.
Prefiero disfrutar el momento, hasta que llego a casa y nos soltamos en la puerta.
—Gracias por invitarme.
—No hay que agradecer y...
—Nikolai, por fin llegaste —tercia mi padre en la puerta, abriéndola de golpe. Mira a Yakov arriba y abajo y sigue—. ¿Él es tu amigo el de la comida?
—Si, él...
—Gracias muchacho, ven, pasa. Querida, sirve algo de cenar para el amigo de tu hijo, anda.
—Si, ya voy.
Ambos nos miramos y, al final, Yakov termina en casa cenando. Mi padre lo observa y mi madre luce encantada con él.
—Te agradezco las cosas que le has dado a nuestro hijo.
—No tiene que señora, lo hago con gusto —respondes a mi madre y solo espero el fatídico momento en que se toque el tema de los gays. Ya veo todo ser un caos.
—Es una suerte que tengas tantas admiradoras. Espero ayudes a nuestro hijo a conseguir unas cuantas jóvenes, que mira que nunca le hemos conocido una sola —sigue mi padre, y noto el cambio del tono amable de Yakov a uno forzado.
—Descuide, estoy seguro que él debe de tener quien lo admira y que daría lo que fuera porque fuera su novio —le respondes y me miras a mí, lo que me hace clavar mi mirada en el tazón de comida, antes que se note mi sonrojo.
—Eso espero, aunque lo digas porque tú al ser campeón de patinaje y un muchacho tan apuesto, dudo que tengas problemas para ello.
—Se equivoca señora, en todos estos años, solo he conocido gente frívola y que no merece la pena, y creen que con regalos pueden comprar amor. Creen que por ser el campeón valgo más que otro hombre, pero no es así. De hecho, apenas conocí a una persona que me ha llenado lo suficiente como para hacerme saber que es la indicada. Y creo que esa persona piensa igual —respondes, observándome si apenas, conmoviendo a mi madre y haciendo a mi padre confesar.
—Espero que aun así nos sigas mandando comida con Nikolai, jaja.
—No dejaré de hacerlo, descuide. Agradezco haber conocido a su hijo, y de mi parte, pueden confiar en que lo apoyaré en lo que sea, siempre.
—Hijo, tienes un gran amigo. Qué dicha.
—Si, y ahora muchacho, te buscaré un saco de dormir porque no son horas para salir —acaba mi padre y mi madre lo sigue, diciendo algo sobre unas almohadas que buscará.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 07, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Si no podemos amarnos... Yuri on IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora