Prólogo

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Era una noche con un cielo anormalmente despejado, podían observarse claramente las constelaciones y toda clase de figuras trazadas con más imaginación que veracidad, con su tintineo cual guiño a los mortales a años luz de distancia, tan lejos que incluso la mayoría de los astros visibles por nosotros yacen consumidos en la nada hace ya mucho tiempo. Así, y para coronar este cuadro precioso, se encontraba la reina, en el centro mismo del cielo nocturno, con un fulgor plateado bañando a los pocos transeúntes que se vislumbraban aquí y allá, pero sobre todo entregándole a los silenciosos espectadores como yo una vista digna del más avezado pintor clásico.

Toda esta majestuosidad venía a mí a través de la ventana de mi estudio, un pequeño apartamento ubicado en el centro de la ciudad, cuyo único objetivo era servir de oficina y lugar de trabajo para los proyectos en los que me encontraba inmerso. Hace mucho tiempo ya que no ejercía como galeno, sino que me dedicaba a labores más bien administrativas. En mi juventud me dediqué a arrebatar del abrazo de la inevitable a numerosos inocentes, pero debido a ciertas circunstancias familiares, me vi en la obligación de seguir un camino distinto para poder subsistir.

El cuarto en que me encontraba no tenía más de 4 metros de ancho y 5 de largo, con estanterías repletas de libros a ambos lados, una alfombra con patrones tribales en el suelo de la estancia para entregar un ambiente un poco más hogareño, y un escritorio justo frente a la única ventana del cuarto. Así, entre la estación de trabajo y el mundo exterior, estaba yo, con mi cuerpo rígido echado sobre una silla de oficina, ambas manos perpendiculares al suelo y una que otra gota de sangre llegando a un charco con aspiraciones de lago podía observarse. Con cada segundo que pasaba mis pensamientos se volvían más borrosos y en mis ojos se alejaba el brillo típico de la vida.

"Así que de esta manera terminará mi vida?" pensaba, ya que las palabras ya no se atrevían a salir de mi boca, por miedo a llevarse con sigo la última chispa de energía que me quedaba.

Hace tan solo unos minutos, mientras me daba la vuelta para contemplar el bello escenario que nos ofrecía una noche con un corte masivo del suministro eléctrico, no pude darme cuenta que desde las sombras, una mano se extendía hacia mí, y luego de un sonido amortiguado por el aparataje propio de los asesinos en las películas, los que luego del cañón de sus armas colocan elementos aislantes, sentía como la ventana frente a mí se rompía, y con la briza helada de la noche, la mano de la muerte acariciaba mi pecho, desde el cual comenzó a caer un río del líquido vital, no quedándome más remedio que colapsar sobre la silla de mi escritorio, sin entender, hasta este momento, lo que había sucedido.

"nunca creí que llegarían a este extremo..." pensé, mientras mi conciencia se desvanecía cada vez más en la obscuridad.

Producto de mi trabajo en el área de la salud, naturalmente fui encontrando distinto tipo de gente, algunos muy poderosos, más no de esos que gustan de las luces para manejar a un gran grupo de personas, sino que de ese estrato social que se desenvuelve en las sombras, esos que se mezclan en lo más obscuro de la sociedad. De manera casi natural, luego de que me diese cuenta de que podía hacer más bien en la dirección de proyectos grandes más que en la atención particular, decidí, apoyado por este tipo de maleantes, postularme para dirigir los servicios de la localidad en la que me desempeñaba. La verdad es que no entendía muy bien con qué tipo de gente me estaba asociando, y cegado por mis ansias de salvar, caí en la tentación del dinero fácil y sin tantas restricciones como los bancos que me estaban ofreciendo.

Luego de una reñida lucha electoral, logré tomar el puesto, aunque para mi sorpresa, venía con más responsabilidades de las que supuse en un comienzo. Esa ilusión que tenía en un principio fue desvaneciéndose en el tiempo, y tuve que ir aceptando mi nuevo rol, alejándome cada vez más de lo que realmente me apasionaba, de lo que me había llevado a postular a este puesto. De esta manera los años pasaron, y producto de los azares del destino me vi envuelto en una disputa, me encontré en medio de una pelea entre dos sectores políticos, dos de los conglomerados más grandes y por ende con una mayor cantidad de adherentes. Como mi posición era de relevancia en la opinión pública, tuve que recibir en esta misma oficina a enviados de ambos lados, no obstante, apegándome a la labor que me trajo a este puesto, decidí no optar por ningún bando, manteniéndome neutral en esta lucha por gobernar este pequeño sector del país.

Esa situación se mantuvo estable por un tiempo, no obstante luego de que llegaran a un empate forzado, en que el más mínimo error podía desequilibrar la balanza, al parecer tener un factor no contemplado en su lucha terminó por ser demasiado perjudicial en los momentos clave, y luego de concertar quién y cómo, llegamos a la situación en la que ahora me encuentro.

"Si tan solo... Si tan solo me hubiese dado cuenta antes.... Esos malditos..." ya no podía ver nada, con la vista completamente obnubilada y la respiración junto con el pulso cada vez más escasos, los sentimientos se aglomeraron en mi corazón y estallaron. Rabia, pena, pero más que todo desasosiego. Jamás pensé que mi karma, que las acciones que había llevado a cabo a lo largo de mis 40 años de vida me llevarían a un final así. Todavía tenía mucho por hacer, mucho por lo que luchar, muchas vidas a las que salvar.

"Alguien....Dios....dame otra oportunidad...." y con esa última reflexión, mi mente se fundió completamente con el vacío, y mi existencia dejó este mundo.

Una segunda oportunidadWhere stories live. Discover now