Una salida especial

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El museo de historia natural es solo la primera de muchas citas. 

Magnus resulta ser el mejor guía turístico que podríamos haber encontrado para conocer la ciudad de Nueva York. Cada fin de semana encontramos un lugar donde escaparnos. A veces somos Rafa y yo quienes pedimos un lugar concreto, y otras Magnus nos muestra sus lugares favoritos. 

Un sábado que el tiempo nos dio un respiro y el sol asomaba tímidamente, fuimos al museo de los niños, donde Rafa se lo pasó pipa explorando e imaginando mientras su profesor y yo pudimos acercarnos un poco mas, sin necesidad de palabras en clave por tener a Rafa entre ambos. 

Otro de los sábados Magnus logró convencerme de consentir a Rafa y fuimos de compras. La tienda Build-a-bear (Construye tu oso) donde Rafa diseñó y se llevó a casa un colorido oso de color amarillo chillón; la tienda LEGO, donde acabé comprando una maqueta del sistema solar cuando Magnus y Rafa dijeron que iban a darlo en clase -y si, lo admito, porque me encanta el espacio- y finalmente, a la hora de la merienda, Dylan's candy bar. Ese lugar debería estar prohibido. Rafa necesitará años de ejercicio para quemar todo el azúcar que entra en su cuerpo solo con respirar el ambiente de ese lugar. Además, no pude evitar que Magnus consintiese a mi hijo con una gran y variada bolsa de dulces. -Menos mal que pronto será lunes y tu tendrás que aguantarlo... le daré una buena ración de estas cada mañana. 

Un domingo algo mas ajetreado, la visita fue mas corta. Insistí en que no era necesario hacer nada si iba a estar ocupado, Rafa y yo nos las arreglaríamos por nuestra cuenta, pero Magnus no cedió. Ese domingo fue simple. Eligió una cafetería en el 46 de Hester street donde ambos pedimos nuestros cafés y Rafa tomó un espeso chocolate con una pinta deliciosa... y una vez mas, pudimos mantener una charla amena una vez los gatos dueños del lugar llamaron la atención de Rafa mas que el chocolate. Benditos gatos.

El último fin de semana antes de las vacaciones de invierno lo teníamos claro. Me preparo a mi mismo antes de ir a despertar a Rafael temprano, ayudándolo a ir casi zombie al baño y luego lo visto, abrigado pero con ropa holgada y cómoda. Lo cojo en brazos mientras con una mano cargo una pequeña mochila con algo de almuerzo, listo para cuando el pequeño monstruo despierte hambriento. 

Magnus sube al metro en la tercera parada que pasamos, sentándose a nuestro lado con una sonrisa. Puedo ver como mira tiernamente a Rafa, su baba colgando en mi hombro, profundamente dormido. -Anoche estuvo tan emocionado por el fin de semana que pasó de largo su hora de dormir... y eso que todavía no sabe donde vamos... 

Cambiamos del metro al tren y aunque intento evitarlo, Magnus acaba pagando por los billetes de los tres. No es como si pudiese maniobrar mucho con Rafa dormido en brazos de todas formas. Durante la hora entera que dura el recorrido, al fin Rafa despierta y sonríe ampliamente al ver a Magnus, lanzándose a abrazarlo desde mi regazo. -Buenos días, campeón... -vuelve a acurrucarse en mi pecho, sonriendo aún algo tímido. -Buenos días, profe. -alza su cabeza, mirándome. -Papá... tengo hambre. -Como si no te conociera, hijo. 

Termino sacando un batido de chocolate de la mochila, así como un sandwich de mantequilla de cacahuete. Es fin de semana, y tiene un montón de día por delante para quemar energías, puede permitirse un almuerzo goloso. Lo dejo almorzar tranquilo aún en mi regazo y cuando estoy acabando de deshacerme de las migas el tren se detiene, la gente a nuestro alrededor empezando a moverse.

Salimos del tren y enseguida Rafa toma a Magnus de una mano y a mi de la otra. Sonrío al ver la familiaridad en el gesto, la costumbre y la comodidad que hemos adquirido alrededor de Magnus, como si hubiese estado aquí siempre.

La cara de Rafa al ver la feria de Coney Island frente a nosotros no se puede pagar en dólares. Intercambio una mirada de complicidad con Magnus, quien parece disfrutar de ello tanto como yo. Rafa es un niño genial y se merece un día así después de todo lo que hemos pasado cambiándonos de ciudad.

-Vamos a ir primero a dar un paseo por la playa, ¿vale canijo? Hasta que abran las ferias, entonces montaremos en todo lo que quieras. -Magnus, como siempre, prometiendo por encima de todas las normas. -Magnuuuus... -Le reprendo, porque sabe que eso no era lo acordado. -Oh vamos, Alexander... es un día para divertirnos. - Okay, me rindo. Es imposible negarle nada a este hombre. 

Nos acercamos a la playa, donde descalzo a Rafa y doblo sus pantalones hasta que están a la altura de sus rodillas para evitar que se moje, aunque por si acaso he traído una muda de ropa. Con un niño nunca se está lo suficientemente preparado. Veo a Magnus haciendo lo mismo con sus propios pantalones y acabo imitándolos. 

El primer contacto con el agua nos hace dar un respingo a los tres. Esta helada, ¿pero qué otra cosa podríamos haber esperado en esta época del año? -El agua fría es buena para la circulación, Alexander. Sin miedo. -Río y cojo tímidamente su mano cuando me la tiende, paseando juntos por la orilla con Rafa corriendo frente a nosotros, recogiendo pequeñas conchas y cangrejos. Mi venganza queda cumplida cuando uno de estos se engancha al dedo de Magnus con fuerza, haciéndonos reír a ambos mientras intenta deshacerse de él. Aún estoy intentando contener la risa cuando me acerco a examinar su dedo, una sola gota de sangre saliendo de ese pequeño agarre. 

Llevo el dedo a mis labios, depositando un beso en este. -¡Los besos de papá son mágicos, Magnus! Lo curan todo, todo, todo. - Sonrío, acariciando la yema de su dedo con mi pulgar hasta que pierde el color rojo que había adquirido. -Tienes razón, Rafa... son mágicos. -Le guiño un ojo y seguimos nuestro paseo, nuestras manos unidas de nuevo, idénticas sonrisas en nuestros rostros.

Daddy, love my teacher!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora