Emily Rough
—¿Lo viste?— susurró una de las chicas. Yo me encontraba haciendo de las mías en una de las cabinas del baño del pub que Alexander y yo estábamos frecuentando hoy, mientras él pedía unas bebidas para ambos.
Obligarlo a venir creo que sería la expresión correcta para describir el porqué él me acompañó. Funcionó a la perfección cuando le dije que pensaba ponerme un vestido corto.
Terminó vestido jovialmente para acompañar a su tremenda esposa, según él, aunque con su habitual cara-de-culo.
—¡Qué hombre tan jodidamente caliente, chicas!— escuché.
—Se nota con aires de dinero— susurró una, aunque fuerte. —y no lo vi acompañado cuando entramos.
—Me le acercaré— dijo una. —no perderé la oportunidad con un hombre que aparte de guapo, viste con un Rolex. —oh, pensé. Él único que podía ser guapo, estar solo ahora y vestir un reloj tan lujoso es Alex.
En éstos momentos agradecía enormemente el entender el portugués.
—Es mío— dijo una—Yo lo vi primero—les replicó. Salí de la cabina y me acerqué al tocador donde ellas se encontraban para arreglar mi cabello, cuando perfectamente se podía ver la alianza que mostraba que estaba casada. No dije nada, solo las miré con una sonrisa aireada y salí para encontrar a Alex esperando por mí sentado en la barra, vestido con Jeans negros, camisa de botones del mismo color, con los primeros sin abrochar, y con una sonrisa arrebatadora.
—¿Por qué la felicidad?— me preguntó cuando tomé de mi trago. Abrió un poco sus piernas y poniendo una de sus manos en mi cintura me atrajo hacia él. Mi mano se metió debajo de su camisa mientras me cercaba a él y dejaba un beso en su boca.
—Soy la chica más envidiada de la noche—le dije.
—¿Tú crees?—me respondió. —Hay unos cuantos que están acabando con mi paciencia— me dijo volviendo a su habitual semblante.
Sonreí.
—Oh, si supieras— suspire.
Las chicas que estaban anteriormente en el baño salieron, con una de ellas al frente dirigiéndose a la barra.
El semblante de la primera cayó al verme a mí junto al magnate.
Hice un baile de la victoria en mi mente.
Esperaba que se diera cuenta de la alianza que él también portaba, porque con mis recientes descubrimientos sobre mis sentimientos, no dudaba en que iba a ser una de las mías con cualquiera que se atreviera a insinuársele a Alexander.
Ni de coña iba a dejar que eso pasara.
Es mío, idiotas.
Alex me tomó de la mano y nos llevó al centro de la pista, donde me tuvo sujeta a él, roce con roce, todo el tiempo que estuvimos bailando.
El ser amigos, pareja, confidentes, era lo que nos permitía pasar tan bien el tiempo.
Nos movíamos sincronizados en una canción con ritmo urbano. Su mano estaba en mi espalda baja, y él me cantaba al oído, nada mal, debo decir.
Uno de mis brazos lo rodeaba del cuello mientras tenía la bebida en mi otra mano.
Volvió su rostro hacia mí, con su expresión habitual que a mi ya no me incomodaba.Había aprendido a quererlo.
Le di un beso corto a sus labios pasivos y sonreí.
Así éramos.
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ROUGH
RomancePerder un vuelo a causa de una tormenta no puede ser un hecho bueno de parte de la vida para alguien como Alexander Rough, un hombre al que los errores y los imprevistos no le agradaban. Él esperaba llegar a Manhattan esa noche de Septiembre, pero s...