VIII

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Faye

Con Erza salimos de la habitación rumbo al gimnasio exterior, antes de desayunar quería ver a Riza, la chica japonesa que había llegado la noche anterior, entrenar con su Facción. Erza me contó en el trayecto, que Riza fue una de las mentoras de Sahar, después de Drako y su padre, Riza le había enseñado muchas cosas en lo que a combate cuerpo a cuerpo se refería.

Y hablando de Sahar, la vimos dirigirse al mismo lugar, iba delante de nosotras, nos llevaba ventaja. Me detuve porque no estaba segura de querer estar cerca de ella, sin embargo sentí un subidón extraño en el cuerpo, el corazón me latía muy fuerte y sentí un intenso calor hasta en la cara.

Si quieres regresar a Palacio no hay ningún problema—dijo Erza, entendiendo mi dilema entre ir y no al lugar de entrenamiento. Avancé a zancadas—. Pues vamos allá.

Sahar estaba enfrentándose a Riza cuando llegamos. Ésta atacaba, Sahar bloqueaba con facilidad cada uno de sus ataques como si previera sus movimientos, y con el último bloqueo la abofeteó consiguiendo que Riza sangrara. La mujer se limpió el rojo líquido que le brotó del labio inferior, notó mi presencia y me saludó con la mano acompañada de una sonrisa en la boca.

Sahar dio media vuelta.

Explicar lo que me hace sentir cuando me mira me tomaría siglos, y no me alcanzarían.

Miró a su ex mentora de nuevo, y al ver que la mujer se había puesto a hablar con uno de los Hassassins, me miró otra vez. Teníamos un lenguaje secreto, uno que no necesitaba de palabras, sólo mirarnos y nos entendíamos; sonrió, y le correspondí.

La sensación que me empezó hacía unos minutos, aumentó. El calor era insoportable, me abaniqué con la mano; Sahar dejó caer la espada que empuñaba y se acercó, me di la vuelta y emprendí el camino de regreso con Erza a mi lado, Sahar nos alcanzó.

¿Qué tienes?—preguntó, visiblemente preocupada.

No tengo idea—empecé a reír—. ¿Drako te dio duro anoche?—La risa se me descontroló. Y sentí que el piso se movía bajo mis pies—. ¡¿Sahar?!—grité—. ¡Sahar está temblando!—Di un paso al frente y casi me voy de bruces, sino es porque Sahar y Erza me cogieron de los brazos—. Tranquilas, tranquilas, sólo verificaba que el piso estuviera bien balanceado....

¿Qué le pasa?—oí a Sahar preguntar.

Debe estar ebria—dijo Erza, entre risas.

¿Qué le diste?

¿Yo? Nada, ella se sirvió de tu vino adulterado.

¡¿Y no pudiste pararla?!

Estás cabreada, Sahar—volví a reír—. ¡Grrr! ¡Saharestácabreada!—exclamé arrastrando las palabras—. Pues yo también, ¿sabías? Llegas, me calientas, y te vas a follar con el rubio imbé...

No supe de mí durante el camino de regreso a Palacio, me había desmayado, y soñé. Las pesadillas me hicieron despertar de un salto, Sahar estaba sentada en el sillón de costumbre, y acudió a mi lado en cuanto abrí los ojos; quedé sentada en la cama hasta que pillé la jaqueca más terrible que había experimentado en mi vida. Volví a acostarme.

Maldita sea...—murmuré, cubriéndome los ojos con el antebrazo. La luz me pegaba muy fuerte en los ojos, y aún sentía el cuerpo muy caliente—. ¿Qué clase de bebidas te regala tu madre? Eso no te embriaga, te droga, te lleva al infierno.

La oí reír.

Sentí un pañuelo húmedo en la frente, retiré el antebrazo y sentí la frescura que me proporcionaba aquel pañuelo.

Huellas: Memorias de Sahar y Faye©Where stories live. Discover now