Capítulo 4: Cambio de planes

650 72 3
                                    


Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.

Capítulo 4: Cambio de planes

A la mañana siguiente, cuando despertó, Kagome se sintió renovada. Los músculos de sus piernas y de sus brazos se encontraban enérgicos, a la espera de nuevos estímulos, y el cansancio había desaparecido por completo. Lo que había ocurrido el día anterior pareció un sueño de principio a fin.

La recámara era pequeña pero acogedora, bastante sencilla también. Aparte de la cama, en ella solo había un escritorio, una mesilla de luz con algunas plantas y una ventana de un tamaño considerable. Además, las paredes blancas le daban un aspecto más amplio y armónico.

La azabache abrió una puerta contigua a la habitación y se adentró en el lavabo. Se lavó la cara y se inspeccionó las facciones frente al espejo. Luego suspiró, como si se rindiera, y encontró una pequeña franja morada recubriendo sus muñecas. Ahora, aquellas zonas de irrealidad comenzaban a verse con mayor nitidez. La inusitada calma y tranquilidad desaparecieron de un momento a otro.

Sango estaba de pie junto a la cocina con una sonrisa en los labios, preparando lo que le pareció ser el desayuno.

-Creí que ibas a dormir hasta el mediodía. ¿Cómo se siente la bella durmiente?-

-Bastante mejor, aunque se suponía que era yo quien debía encargarse del desayuno.-

-Te veías muy adorable, no quise despertarte. Será en otra ocasión.- Añadió.

Sobre la mesa se extendían varios tazones con arroz, verduras, pescado y sopa de miso. Una tetera caliente, dos tazas y condimentos. Todo se veía exquisito.

-Lamento haber dormido en tu habitación. Debí de estar hecha trizas, porque ni siquiera recuerdo haber llegado hasta allá.- Se disculpó. Su interlocutora abrió los ojos interesada y sonrió para sus adentros.

-No te preocupes, además el sillón de la sala se hace cama. Es una de las pocas veces que puedo usarlo.- Le dijo volviendo en sí. Quiso agregar algo, pero temió no expresarse con la mejor precisión.

Una vez en silencio, dieron las gracias y desayunaron sin más preámbulo. A pesar de haberse auto proclamado como una pésima cocinera, Sango engulló con deleite todos y cada uno de los alimentos.

Más tarde, Kagome telefoneó a Yuka y, sin ponerla al tanto de la situación, le pidió que la buscara en la estación del metro. No quería generar preocupaciones innecesarias y mucho menos algún acto impulsivo.
Sin embargo, al colgar, sintió un profundo pesar; como si aquella sensación de inseguridad cavara hondo en su interior. Fue entonces cuando sintió una mano cálida sobre su espalda.

-No tienes por qué estar asustada.- La serenó Sango, al mismo tiempo en que le entregaba un pequeño papel. -Si llegas a estar en una situación similar, llama.-

Ella asintió con la cabeza, le dio las gracias reiteradas veces y se marchó. En realidad, el agradecimiento que sentía ante sus actos no cabía en palabras. Pronto encontraría la forma de retribuirla.
Afuera, el día se tornaba espléndido. De vez en cuando un soplo de aire fresco le revolvía el flequillo y seguía de largo.

Al llegar a la estación desdobló el trozo de papel y leyó el contenido. Eran los números telefónicos de Sango y Bankotsu.

¿Sabría él de eso? Probablemente no, después de todo se trataba de un temperamento especial.
Kagome rodó los ojos al recordar su fastidiosa actitud y estudió las posibilidades mientras veía al tren acercarse.

La última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora