20. Cómplices

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— Mi vida —respondí la llamada con entusiasmo a mi cuñada.

— Hola, hermano.

Contestó divertido Mark y escuché la risa de Rach en el fondo.

— ¡Mierda! Rach, podría jurar que ya suenas como mi hermano. Espero el mal humor no se te haya contagiado.

— Muy gracioso.

— Te necesitamos aquí —habló Rach—. Ven ya por favor.

— ¿Están bien? —Pregunté, aunque por el tono propicio de ellos, estaba convencido de que algo planeaban.

Y la insistencia porque fuera al departamento de Mark lo confirmaba, no dudé en aceptar. Amaba verlos felices, haría lo que fuese necesario para que lo estén siempre.
***

— Queremos que nos acompañes al viaje de fin de curso de la universidad y que te hagas pasar por Mark —al llegar al departamento de mi gemelo, Rach sin rodeos y tan directa como podía ser me informó—. Sí, por favor. Es solo si es necesario.

—Y básicamente, ese es el plan —Mark concluyó, mirándome como si suplicase una respuesta positiva de mi parte.

Fruncí el ceño observando a los dos locos enamorados, por mucho que me encantaría ayudarlos, no era posible, me negué y la decepción en Rach me hacía sentir mal. Incluso Mark lo estaba, ¿mi hermano había perdido la cabeza por amor? Apoyar engañar a Ildet, el director, era una locura.

—No puedo hacerlo —aclaré.

— Vamos cuñado, pero si te encanta hacerte pasar por él —dijo Rach, tenía la mirada triste y su tono era aún peor.

Lo que decía era cierto, sin embargo de las bromas a un delito habían grandes diferencias. Rach me miró con tristeza.

—Que débil soy —me quejé por no poder negarme—. Bien, ¿Y qué tengo que hacer?

Emocionados y agradecidos, ellos dejaron a relucir su plan, aún no estaba completamente seguro, sin embargo, hice mi mejor esfuerzo en recordar cada apellido o rostro de los niñatos que Mark me mostraba. Nos tomaron varias horas organizarnos, al menos el tiempo con ellos ayudó para que mi mal humor disminuyera.
Aunque con la misma rapidez con la que se fue volvió al quedarme solo en el departamento de mi hermano —mientras él acompaña a Rach a casa—, y empecé a recordar mi encuentro con ella en ese mismo lugar. Amy se apoderaba de mis pensamientos, con su recuerdo me torturaba. Joder. ¿Por qué extrañaba a una persona que deseaba mantener fuera de mi vida... desaparecerla?

Dejando el salón, caminé a la cocina, tomando un vaso con agua y apoyándome en la barra americana. Me detuve a pensar... En ella. ¡De nuevo! La recordaba tan bien que podía sentir sus labios en los míos, la electricidad que se formaba cuando la tenía cerca y en cómo lograba satisfacer cada uno de mis deseos.

—Basta Harvet, olvídala —me reñí, al ver que mis pensamientos con Amy se volvían más intensos.

¿Y si la llamo?

«¡Por supuesto que no, idiota!» Me reñí descartando esa absurda idea, se lo había prometido, respetaría su decisión de alejarse de mí y no la buscaría más.
Calmando mis ansias, decidí ir a la habitación de visitas y ponerme cómodo a revisar los correos del trabajo, entre ellos encontré el mensaje de Pratt y su informe sobre el historial de Danes, ¿qué tan culpable e inocente era?

Datos personales: Danes Martins, ingeniero comercial, contador auditor, enigmático empresario de cuarenta y ocho años, fundador de concesionarias Martins, viudo de Amanda Yanes. Actualmente casado con Elizabeth Freyer y padre de Amy Martins Yanes, de veinte años de edad...

Miénteme otra vez [PARTE 1] | BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora