Hanahaki {3}.

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Final de Hanahaki.

Cada pétalo que escupía variaban en colores, incluso los blancos de las orquídeas y de las margaritas eran diferentes. Gracias al viento seguramente los pétalos de Itachi habían aromatizado toda Konoha, haciendo saber a cada habitante de los sentimientos descubiertos que había mantenido ocultos, de forma inconsciente, bajo el título de mejor amigo. 

El prodigio Uchiha había sido un completo estúpido.

Nunca se le había hecho tan largo el camino a casa. Es más, no recordaba que la biblioteca quedase lejos del distrito Uchiha, ¿sería la ansiedad lo que hacía que sintiera lejana su propia morada? 

La casa de Shisui no quedaba ni muy lejos de la suya, ni muy en el centro. Era el sitio adecuado entre la entrada del distrito y los bosques donde solían entrenar en sus tiempos libres, o más bien casi siempre que se veían. Itachi recordó el rostro sonriente de Shisui años atrás, cuando eran completos desconocidos, invitándolo a entrenar con él. Se había propuesto ser lo suficientemente fuerte para no decepcionar a Shisui en los entrenamientos, así ambos avanzarían, no sólo él. 

Apenas divisó la entrada al barrio, sus pasos se volvieron más lentos al punto de detenerse por completo sin dar el último paso para ingresar. No sabía qué estaba haciendo, en primer lugar ¿por qué corría tras Shisui? ¿Sólo por unos pétalos de flores? Se sintió un grandísimo estúpido, no necesariamente Shisui estaría enamorado de él, podría ser de... de... ¡cualquier habitante de la aldea! ¡No era el único amigo que tenía! Con lo carismático que era, el del cuerpo parpadeante no tenía ningún problema en socializar con otras personas, miembros de otros clanes o cualquier civil. 

Y si lo sabía, ¿por qué comenzaba a sentir una ligera punzada de dolor? 

Shisui le importaba, mucho, demasiado. Era uno de los pilares más importantes de su vida además de su familia, era su otra mitad, se complementaban a la perfección en cualquier cosa que hicieran juntos. Mordió su labio inferior, reiniciando la caminata a la par que su mente rebobinaba los momentos vividos con el Uchiha mayor. 

Primer entrenamiento. 

Primer paseo juntos. 

Primer abrazo. 

Primeras lágrimas y risas. 

— ¿Itachi? 

La primera vez que fueron a comer dangos y Shisui terminó pagando por ambos, siendo él el que más había comido. 
Las primeras misiones en las que lucharon espalda contra espalda, cuando veían el mundo en su contra y aun así seguían dando todo de ellos, juntos. 

— Itachi, ¿estás bien? —Los ojos oscuros del nombrado lograron ver a un preocupado Shisui mirándolo—. No te quedes parado frente a mi casa mirando a la nada, Itachi, creí que te había sucedido algo. 

— Lo siento —se disculpó en un murmullo. Abrió la boca para explicarle su situación, pero las palabras y los pétalos se negaron a salir, no sabía qué hacer o decir, parecía que todo lo que su cerebro había maquinado terminó desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos. 

Shisui comprendió y esperó pacientemente con una sonrisa conciliadora, que lejos de tranquilizar a Itachi lo ponía aun más nervioso. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? No tenía idea, ¿por qué estaba ahí, en primer lugar? Los pétalos, ¿por qué dejarse guiar? Todo era demasiado para su cabeza, no había de lógicas o razones coherentes que pudiera comprender. Suspiró y miró los ojos oscuros de Shisui. 

— Me gustas.

Fue lo primero que escapó de sus labios, así como un par de pétalos rojos. Shisui rió repleto de ternura, la expresión sorprendida de Itachi era demasiado para su enamorado corazón. Se acercó lo suficiente para tomar la mano del más joven, invitándolo a adentrarse a su hogar con un dulce aroma a flores. Shisui tenía dalias violetas por todas partes. 

— Ah, ¿no es un poco obvio que tú también me gustas? —Intentó bromear el mayor. 

Itachi quedó embobado ante el fragante aroma dulzón que invadían tanto su nariz como su acelerado corazón. Shisui lo quería de una forma especial, más profunda, desde hacía tiempo, y él tan idiota; distraído y en su mundo perfecto de dangos, su familia y los entrenamientos, los obvió. Se sintió mal por Shisui, ¿cuánto habría esperado por algo? Lo miró a los ojos, encontrándolos repletos de esa suavidad anhelante que secretamente buscaba entre ojos ajenos. 

  — ¿Significa que somos...? —Itachi intentó darle forma a la relación de una forma torpe, carraspeando al final ante la elevación de la comisura de los labios del mayor—. ¿Puedo pasar? 

Shisui soltó una carcajada que abochornó al menor de los dos. Llevó su mano al cabello atado de Itachi, alzando la cola baja en un gesto que continuaba haciendo a pesar de ya no ser un par de niños. Haciéndose a un lado, Shisui le permitió a Itachi embriagarse con el aroma de las flores dentro del interior de la casa; su hogar. 

— Bienvenido a casa, Itachi. 

— Estoy en casa, Shisui. 




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