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Mientras peino mi largo cabello negro lacio, me arreglo con un bonito vestido rosa, con la falda en corte circular y sin mangas, me pongo unos aretes azules largos, unas sandalias color beige y salgo de mi habitación en un hotel, que es donde vivo con mis padres.

Bajo a la piscina, camino por la zona y me acuesto en una de las tumbonas, un camarero se me acerca automáticamente, pues sabe que esta es mi rutina, todos los días bajar a primera hora a la piscina, tomar un jugo de arándanos y leer un libro.

Mientras leo, despejo mi mente y olvido la cotidianidad de mi vida. Tengo veinticinco años y no puedo creer que nuca haya hecho nada que me metiera en problemas.

Leo la serie de Cazadores de sombras, me emociono tanto, que me puedo sentir dentro de la historia. Me gustaría tener aventuras aunque no con demonios. Tomo un sorbo de mi jugo de arándanos y un mesero que no es el habitual, me trae un cóctel.

—Disculpa, yo no he pedido esto — le digo amablemente al camarero.

—Señorita, se lo ha mandado el hombre que está al otro lado de la piscina — el joven me hace señas pero no volteo hacia donde me indica que esta el sujeto.

—Por favor dígale a ese sujeto que no puedo aceptarlo — vuelvo a mi lectura y de reojo veo como el camarero se va con la orden.

Paso media hora, pasando páginas, riéndome de algunos chistes que hacen los personajes de la historia, o lo que para mí es gracioso.
No me doy cuenta que un hombre se  ha sentado en la tumbona de a lado hasta que lo escucho hablar. Siempre que leo, me olvido de lo que pasa a mí alrededor.

—Disculpa — una voz varonil hace que voltee — creo que te he visto en alguna otra parte, tu rostro se me hace familiar.

Miro al sujeto y lo reconozco al instante, es ese chico del que he estado enamorada en silencio. De ese chico no queda nada, ya es un hombre físicamente, su voz tan varonil y fuerte, se ve tan guapo aunque solo sea con una camiseta y un short de playa un poco holgado hasta la mitad de sus piernas.

¿Le recuerdo de donde nos conocemos?

Me mira atentamente, estudia cada uno de mis movimientos, de mis reflejos, una sonrisa aparece en su rostro y creo saber por qué.

—Ya sé de donde la conozco — lo miro igual que el acaba de hacerlo conmigo, estoy asombrada de verlo aquí — Fuiste mi alumna en la universidad, te di clases de negocios internacionales.

Sonrió porque me haya recordado, este hombre alto de al menos un metro ochenta, es muy guapo y ahora que lo he vuelto a ver, mi corazón late con más fuerza. Me sigue gustando ese acento que tiene, no me gusta el ruso, pero en él es tan sexy.

—No me llame de usted, ya no estamos en la universidad — estoy siendo sincera con él, siempre quise saber cómo sería que el pronunciara mi nombre.

—Muy bien, entonces — me tiende su mano — soy, Alexei — le correspondo el saludo y sonrió por el gesto.

—Luz, mucho gusto — en realidad solo conocemos nuestros nombres, pues nunca llegamos hablar más allá de alumna—profesor.

Dejo a un lado el libro que estaba leyendo y pronto estamos en una conversación, conociéndonos, aunque sea solo como mi amigo, divorciado, un hijo de cuatro años, sigue siendo profesor y vino a la playa por vacaciones, me ha pedido mi número de celular y yo se lo he dado.

Nuestra conversación parece como si nos conoceremos desde hace tiempo, pero a la vez tan desconocidos.

De alguna forma quedamos para comer juntos, él está solo en el hotel y yo no tengo a nadie a quien pueda darle mi tiempo.

Un deseoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum