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He llamado a mis padres varias veces en la semana para que sepan que estoy bien, que no se preocupen por mí, pero no les digo donde estoy.

Ayude a pagar los gastos del hospital, mis abuelos me dejaron mucho dinero y que mejor que gastarlo en un niño, Alexei, no estaba de acuerdo pero su  dinero no alcanzaría, prometió pagármelo pero yo no tengo manera de gastar todo ese dinero.

El niño es un encanto y muy tranquilo, se llama, Diniele, se me hizo raro el nombre pero lo deje pasar, se llama así por su abuelo paterno, por suerte me llevo bien con su hijo.

Sería una lástima que me rechazara, me siento feliz de poder expresar lo que siento al hombre que siempre ha ocupado mis pensamientos, jamás pensé que esto pudiera pasar. Me he sentido mal en estoy días pero prefiero no decirle nada a, Alexei.

Lo prefiero así, no quiero que mi cuerpo quede demacrado por tantos tratamientos.

El departamento de mi novio, me emociono al pensar en esa palabra, es ordenado, decorado en tonos grises y azules, bastante acogedor para ser de un soltero.

Mientras él estaba en la universidad pues sus días libres se han agotado, he ido a un centro comercial en taxi, he comprado cosas para preparar la cena y alguna que otra prenda de ropa interior y un lindo vestido negro, también un par de zapatos, pues cuando salí del hotel solo traía lo necesario.

Cuando regreso al departamento, pongo un poco de música y empiezo a preparar la cena, me esmero en cada detalle, después me baño y me arreglo, maquilló un poco mi rostro lo suficiente para ocultar mi palidez. He limpiado todo el lugar, con varios descansos, pues cada vez me canso más.

Extraño a mis padres, extraño ver los, hasta extraños sus regaños por no querer un tratamiento, los empleados que son como mi familia.

Para cuando el vuelve todo esta listo, el mira todo, nada más entrar en el departamento, camino hasta el pongo mi mano derecha en su rostro y lo beso con cariño y añoranza.

—Que recibimiento — sonríe — me gusta, huele delicioso ¿Cocinaste para mí? — Le sorprende pues desde que llegue él ha cocinado.

—Claro que cocine para ti, solo quise tener un detalle contigo — camino hasta la mesa que hay para cuatro personas el deja el maletín en el sofá, se quita el saco y lo deja junto al maletín.

Antes de que pueda hacer algo, estoy entre sus brazos, rodeo su cuello con mis manos y lo beso, un calor se apodera de mi cuerpo y lo siente, no puedo poder resistirme mucho más a este hombre.

En estos dos meses él no me ha pedido que hagamos el amor, me ha respetado y cuidado, nuestros cuerpos están unidos a pesar de que tengamos aún la ropa puesta.

Con una de mis manos desabrocho los botones de su camisa y el baja el cierre de mi vestido, él se quita los zapatos y yo sin ninguna vergüenza introduzco mi mano entre su bóxer.

Poco a poco subo y bajo mi mano, acariciándolo, su beso se vuelve aun más apasionado, sin que me dé cuenta ya estamos en la cama, siento mi cuerpo arder de deseo, todos estos años enamorada de este hombre, no quiero desaprovechar nada, quiero vivir todo a su lado, todo lo que tengo planeado, todo lo que quiero experimentar con él.

Hacerlo participe de cada uno de los deseos que tengo anotado en una vieja servilleta.

Me hace el amor, con pasión, cariño, delicadeza pero sobre todo con amor, ese amor genuino que siente por mí y yo por él, hay momentos en lo que siento que me faltara el aire y cierro mis ojos controlando mis respiraciones, su semen queda en mi abdomen y al segundo después me limpia y se acuesta a mi lado.

Un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora