Parte 1 : 2199

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Aquel día en que la ola de muerte alcanzó la tierra, Clarke Griffin se recluyó en un laboratorio en el que pasaría largos años. Lejos de todos sus amigos, de su familia y habiendo visto al amor de su vida morir en sus brazos creyó perder la cabeza. Pero ¿Qué diría si luego de seis años se enterara que Lexa no murió? ¿Cómo cambiaría su mundo al enterarse que la antigua comandante se encontraba en el bunker junto a su madre y amigos?

Bajo tierra, Lexa ya no es la comandante y debe lidiar con los conflictos diarios e incluso la falta de oxigeno que pronto podría acabar con la vida de todos. ¿Lograrán salir finalmente al exterior?

El sol brillaba en lo alto del cielo iluminando aquella porción de tierra como si fuera la única que requería su atención. La joven de hebras doradas alzó la mirada de su pequeña libreta y dirigió sus orbes hacia el cielo al percibir que una pequeña gota caía sobre su mano. Sonrió. Después de mucho tiempo Clarke se había permitido volver a disfrutar de las pequeñas cosas que el mundo tenía para ofrecerle. Cerró su libreta que contenía varios dibujos, en su mayoría bocetos de la gente que tanto extrañaba. Lexa, su madre, sus amigos. Clarke Griffin activó la antena que brindaría señal al arca antes de llegar casi con sus últimas fuerzas al laboratorio de Becca. Tras las puertas de aquel lugar la ola de muerte se extendía acabando con todo a su paso, o al menos eso creyó. Se mantuvo recluida durante más tiempo del que le hubiera gustado, largos días y meses en los que dedicó a curar sus heridas y planear el momento en que pudiera dirigirse al bunker en busca de los suyos. Tal día nunca llegó debido a que todas las estructuras edilicias se derrumbaron y bloquearon la entrada del bunker. Mentiría si dijera que todos los días fueron gratos, por momentos creyó perder la cabeza e incluso llegó a hartarse de seguir respirando. Durante el primer periodo el silencio la golpeó violentamente, la soledad la obligó a encontrarse con pensamientos y sentimientos en los cuales no quería reparar. En el pasado, la única forma de seguir adelante era pensando en lo que hubiera querido Lexa. Más de una vez revivió aquel fatídico día en su mente, el dolor que sentía en su pecho parecía asfixiarla por momentos. Y es que la rubia se odió por no haber querido admitir sus sentimientos hacia la comandante. La amaba y ahora la había perdido para siempre. No solo eso, sino que tuvo que ver cómo recibía un disparo que en principio iba dirigido para ella misma y luego verla morir en sus brazos. Después de haber estado años en la tierra creyó haberse acostumbrado a la muerte como algo común a lo que asistía día a día, o al menos eso intentó creer para poder mantenerse en pie. Pero no fue hasta que la muerte de Lexa la golpeó que pudo detenerse a pensar en todas las perdidas, en todas las vidas que quitó con sus acciones. Clarke Griffin se perdió a sí misma aquel día en que perdió a Lexa , postergó sus sentimientos para seguir haciendo lo correcto por su gente pero al encontrarse completamente sola todo se le vino encima como una irrefrenable avalancha. Más de una vez pensó en quitarse la vida, incluso sostuvo entre sus manos el arma con la que lo haría pero en el último momento, en aquel instante en que estaba por apretar el gatillo, algo la detenía. Se trataba de una imagen, un recuerdo que estaba grabado a fuego en su ser. Lexa, su mirada color esmeralda que siempre transmitía mucho más que cualquiera de sus palabras. Entonces la rubia bajaba el arma y entre lágrimas la observaba entre sus manos, una de aquellas había acabado con la vida de la mujer que amaba y aún así ella se permitía ser tan estúpida de querer acabar con su vida. Aquella escena se repitió al menos dos veces durante los primeros dos años, años en los que se mantuvo en la soledad de aquel laboratorio que cada día odiaba más, la incertidumbre la estaba matando. Sin embargo, la idea de que podría reencontrarse con su familia la animaba a seguir adelante. Ellos estaban a salvo y era todo lo que importaba. ¿Cómo estaría su madre? ¿Cómo se habrían organizado dentro del bunker? ¿En el espacio todo iría bien? Estas y miles de preguntas más rondaban su mente. —Aquí vamos de nuevo. Lexa, si puedes oírme en el lugar que te encuentres. Hacen 2199 días desde el Praimfaya, no sé por qué sigo haciendo esto todos los días. Tal vez es mi forma de mantenerme cuerda, de no olvidar quién soy. Quién fui. La vida no es fácil aquí, no hay un solo día en el que no te eche de menos. De todas formas, aún tengo esperanza. —Enunció en voz baja mientras su mirada se encontraba fija en el cielo. Si Lexa creía que su espíritu sobrevivía a la muerte biológica, ella también lo haría y aquel ritual de hablarle era lo que la mantenía en eje.


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