6-. La pulsera

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Koga se encontraba en un momento delicado. Si la familia Higurashi mantenía a Kagome entre ellos mientras hablaban no tenía en donde apoyarse de las acusaciones del chico de pelo plateado. No sabía si reír o llorar, su día especial, su boda, había sido mandado al traste por culpa de Inuyasha.

Pasara lo que pasara en aquella Iglesia el tiempo que siguieran hablando, no podía evitar darse cuenta de que su amor por Kagome nunca fue correspondido de igual manera... cuando empezaron a salir, ella acababa de cortar con Inuyasha y, aunque Koga sabía que ella lo estaba usando para sanar su orgullo, al principio no le importó.

Con el paso del tiempo se acostumbró a conformarse con ese aprecio que le brindaba y, ahora que se iban a casar, pensaba que tendría más probabilidad de borrar de su mente por completo a ese Taisho de una vez por todas. 

Claro que si Kagome había decidido escucharle y no había intentado defender a su prometido ni una vez de sus acusaciones, significaba que seguía queriéndolo como el día que se separaron.

Kagome, mientras tanto, no podía evitar mirar al suelo creyendo que era lo más interesante del mundo. Por supuesto, no quería mirar como Sota y su abuela discutían por la ofensa que había proclamado Inuyasha en una Iglesia, tampoco quería mirar a su prometido, y mucho menos a Inuyasha, quien parecía dispuesto a que se dieran otra oportunidad... ¿Pero qué iba a cambiar en esa charla? Ella sabía contestarse, nada. Nada iba a cambiar, bueno, tal vez no se casaba con Koga pero no creía que volvería a los brazos de Inuyasha como si nada.

Y aunque Inuyasha no pudiera leer mentes, concordaba con lo que pasaba por la cabeza de la joven. No tenía nada planeado, simplemente se enteró de que alguien se iba a casar en esa iglesia y cuando escuchó el nombre de "Kagome Higurashi" no consiguió que su corazón dejara de latir tan deprisa o que sus piernas pararan de correr. Estaba feliz de tener la oportunidad de ser escuchado por una vez después de tanto tiempo, pero no tenía ni idea de lo que pasaría cuando todos salieran por esa puerta.

- Bueno, Inuyasha, me encantaría conocer cada detalle de la historia pero, soy una mujer mayor y me gustaría que me hicieras un resumen hasta el momento en que os separasteis. - habló la anciana

- No se preocupe, ahora mismo le explicaré lo que pasó.

- No Inuyasha...- habló Kagome levantándose- Escucha abuela, este chico me tuvo engañada durante toda nuestra relación, ¡fue todo mentira! Porque después me enteré que él había estado involucrado en mi casi violación.

- No todo era mentira, que yo te quería no era mentira, que yo quería que nos casáramos tampoco lo era- Habló el peliplata.- Hay muchas cosas que pasaron y que tú no supiste nunca.

- ¿Cómo cuáles?- preguntó la novia acercándose a él- Vamos, Inuyasha, explícame lo que no sé.

- No. Todavía no. Quiero que me escuches y...

- Inuyasha Taisho. Cuéntame ahora mismo esas supuestas cosas que yo no sé o sal por esa puerta- le dijo dándole un ultimátum.

Ambos estaban frente a frente y mirándose enfadados.

- Cuando quisiste entrar en la facultad de bellas artes y tu abuela no tuvo suficiente dinero, fui yo el que puso lo que quedaba, que te digan tus amigas cómo me quedaba todas las tardes esperando a que salieras de clase y, aunque no salieras yo volvía al día siguiente. - Los labios de Kagome dejaron de estar fruncidos para abrirse levemente en señal de sorpresa.- ¿Te acuerdas la habitación de mi apartamento donde nunca te dejé estar?

- Era tu despacho, y decías que preferías que no entrara nadie más que tú...- susurró.

- Dentro había un montón de pistas y pruebas que me llevaron a todos los chicas de aquella noche, ¿crees que se entregaron a la policía por gusto? Se entregaron por miedo, porque yo y mis amigos los amenazamos de muerte como volvieran a tocarte a ti o a otra mujer. ¿Te acuerdas de la última semana de nuestro noviazgo, cuando me llamó Sango pidiendo que nos viéramos? No era una cita, Miroku había encontrado algo de lo que tenía que hablar conmigo antes que se lo contáramos a todo el grupo. 

- ¿Y qué era?- musitó la azabache en un suspiro

Sus ojos dorados estaban clavados en sus pupilas y en el clímax de su enfado se había olvidado de dónde y con quien estaban. Inuyasha suspiró e intentó calmarse antes de contestar a esa pregunta. 

- No lo sé.- contestó con sinceridad- Nunca volvía a hablar de ese tema desde que cortamos, decidí enterrarlo contigo y olvidarme de ello.

- ¿Y quieres que me crea todo eso solo porque has venido aquí, a mi boda, y me has contado esos secretos? ¿Crees que tienes tanta influencia en mí?

- ¡Pues algo de influencia sí que debo tener cuando sigues llevando la pulsera que te regalé incluso el día de tu boda!- exclamó harto de que ella no entendiera nada mientras agarraba su mano derecha y mostraba la fina pulsera de plata.

¿No captaba que todos esos secretos habían estado ocultos por su bien? ¿No entendía que simplemente le gustaba ayudarla y cuidar de ella? Kagome siempre había sido muy independiente y eso le gustada y lo adoraba, pero también era y había sido muy orgullosa, demasiado como para pedir ayuda.

Todos los presentes se fijaron detalladamente en la pulsera, sorprendidos de aquella rebelación.

- Kagome, ¿esa pulsera es suya? ¿No te la has quitado desde ese entonces?- habló Koga dando un paso al frente

Le dolía saber que el corazón de la chica que amaba no era suyo, pero pensaba que ella intentaba olvidarse de él... aunque la pulsera en su muñeca dijera todo lo contrario.

Sota, su hermano, también se quedó sorprendido. Siempre había visto a su hermana triste y decaída desde el día de la ruptura. Él mismo se había ofrecido voluntario para borrar todo rastro de él en su casa, y ambos lo había conseguido... pero ella nunca se deshizo del último regalo de Inuyasha.

La única sonriente allí era la abuela, que soñaba con que Inuyasha y Kagome fueran a su casa en el templo a pasar la tarde y la brindaran de atenciones. La mujer había vivido mucho, una vida dura y con altibajos que habían conseguido que ganara experiencia a base de tropezarse muchas veces con la misma piedra y podría jurar que, aunque los ojos de ambos ardían en llamas de furia, se amaban con la misma o con mayor intensidad que la pasión que derrochaban al echarse en cara todo lo que no quedó zanjado.

Kagome se zafó del agarre y se llevó su mano al pecho estrujándosela. No pudo, no podía deshacerse de esa pulsera porque, por mucho que lo intentara no podía deshacerse de todo lo vivido con él. Sabía que había sido poco tiempo, que era joven y que tenía que pasar página pero, no podía. Se acordaba de cada pequeño momento, de sus detalles, de su sonrisa arrogante, de sus ojos dorados mirándola dulcemente como si fuera la cosa que más le importaba del mundo... y no podía, no quería quitarse esa pulsera que le hacía recordar tan buenos recuerdos.

Suspiró e intentó volver a mirarle a los ojos, lo consiguió, pero no puedo mantener la mirar por mucho tiempo. Nadie decía nada y un silencio sepulcral se hizo presente entre todos ellos. No iba a contestar la pregunta de Koga, no iba a mirar a Sota disculpándose por no haberle contado que había estado guardando esa pulsera de plata con su nombre y la fecha en la que empezaron a salir. Tampoco quería mirar a su abuela, no sabía si estaría enfadada o por el contrario emocionada. A su abuela siempre le había gustado Inuyasha para ella, incluso después de todo lo que había pasado, así que podría estar feliz de aquel descubrimiento.

Inuyasha corto el silencio rebuscando entre sus pantalones su teléfono.

- Creo que quieres saber lo que Sango tenía que decirme, ¿qué te parece si la llamamos?


wow, wow, wow, creo que en este capítulo se puede decir que la historia avanzó bastante, ¿no creen? Gracias por leer y espero ver sus comentarios.

Bien, he publicado antes de fecha porque hoy es mi cumpleaños :3 y me apetecía dejaros este capítulo por aquí~~

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El Malo (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora