Capítulo I. El Viaje.

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Ésta es una historia que estoy escribiendo y pensé en publicarla por este medio para ver si gustaba...

Obviamente estoy abierta a críticas y observaciones por lo que me ayudaría mucho sus comentarios y votos!! Gracias

Pao :D

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Capítulo 1

El Viaje 

Me encontraba sola en ese largo vagón de tren, bueno; eso era algo agradable, después de todo soy demasiado orgullosa para llorar frente a las personas. Así era como me habían criado. Por eso me di la libertad de echar un par de lagrimones mientras me sumergía en mi pena.

Miraba por la ventanilla las montañas y bosques que pasaban a gran velocidad. Ya no recordaba cuanto tiempo había permanecido en este asiento, el número 73 B, según el boleto que sostenía en mi mano, de cartón, de esos que se perforan en un costado para afirmar que has pagado de antemano el pasaje.

Como si no fuera a hacerlo. Después de todo, mi familia tenía el dinero suficiente, e incluso de sobra, para pagar mucho más que este tren de baja categoría o hasta comprar uno para mi sola. Así al  menos lo creía yo.

Estaba en un asiento de color café desvaído, de cuero y con agujeros, para mi disgusto. Y por esa razón no entendía qué era lo que hacía aquí.

El Sr. Bull, el abogado de la familia, me había dicho que no me preocupara, la familia que me acogería por tres años, tres largos años, estaba dispuesta a continuar mi crianza y mi educación.

Sola…

Eso me hizo recordar ese día, que después de todo coincidía con mi décimo quinto cumpleaños.

Me había despertado mi niñera como de costumbre.

 - Señorita Sofía – me decía mientras corría las grandes y gruesas cortinas oliváceas que sumían mi pieza en una oscuridad casi absoluta. - Despierte, es hora de comenzar sus clases. La Señora Stefan – mi tutora de biología – llegará en tan sólo treinta minutos más.-

- Está bien – Había dicho, todavía envuelta en el sopor del sueño.

Me había levantado como de costumbre, y estaba en el gran salón tomando desayuno cuando llegaron algunos de los sirvientes con un pastel gigante de cumpleaños.

- Felicidades señorita Sofía – habían dicho a coro mientras aplaudían.

- Gracias por la preocupación – había contestado. La verdad lo hice sólo por rutina. He de admitir que estaba demasiado acostumbrada a que se hiciese lo mismo cada vez que estaba de cumpleaños o hubiera algún otro día especial.

Desde pequeña había soñado con tener un cumpleaños, en donde mis propios padres me despertaran de madrugada con un pastel en sus propias manos. Había desechado esa idea desde hacía mucho tiempo.

- ¿Mis padres? – pregunté a mi niñera que se encontraba más cerca que los otros.

Ya me hacía una idea de la respuesta.

- De viaje señorita. En este momento estarán tomando el avión en dirección a Francia, pero me dijeron que la felicitara en nombre de ellos, y que le deseara los mejores deseos.

Claro, no esperaba más. Mis padres pertenecían al gobierno, y por ende tenían que viajar a muchas partes. Sólo por algunos días al mes regresaban a casa. Pero yo estaba ya acostumbrada, así que no hice mayores preguntas.

Comí un poco del gran pastel de frutilla y chocolate, mi favorito, y me dirigí al estudio, en donde me esperaba la señora Stefan.

  El estudio era una sala amplia, de cortinajes verde agua. Allí se encontraba una enorme biblioteca con todo tipo de libros desde aritmética y cálculo, hasta física y biología, pasando por historia, gramática y arte contemporáneo.

Me instalé como siempre frente a mi computador portátil y lo encendí mientras que la señora Stefan se encontraba encendiendo el proyector de imágenes para continuar con mis estudios, esta vez, biología molecular, una materia que ya conocía, pero no estaba dispuesta a avisar sobre ello. No tenía porqué saber que esa materia ya la había estudiado a los diez años, después de todo ella sólo trabajaba para mí desde hacía dos. Y no tenía la intención de aprender algo nuevo. Es mi cumpleaños, vamos, necesito un “relax”.

Ya llevaba media hora de estudio, tratando de recordar sobre las bases orgánicas nitrogenadas cuando algo fuera de lo común hizo que la señora Stefan y yo volteáramos la cabeza hacia la puerta.

Un grito ahogado se había extendido desde la puerta de entrada hasta donde me encontraba.

Miré de reojo a la señora Stefan y ésta miró a la puerta con cara de preocupación. – Continúa sola por un rato, iré a ver lo que pasa – me había dicho y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

 No le di mayor importancia, aunque algo en mi interior, muy al fondo, me decía que no debía tomar ese grito a la ligera.

Continué con mi estudio – Adenina, guanina son las bases púricas, citosina y timina las bases pirimidínicas del ADN – recitaba en voz alta para concentrarme.

Minutos después tocaron a la puerta. La verdad más que tocar, aforraron a la puerta entrando precipitadamente mi niñera.

- ¿Qué pasa nana? – Dije con enojo - ¿Por qué haces tanto ruido?

- Señorita, ha llegado el señor Bull, necesita hablar con usted inmediatamente – dijo casi entre gritos con una voz chillona, de esas que demuestran preocupación y miedo, todo al mismo tiempo. 

Salí del salón de estudio. Algo en la cara de mi niñera me había resultado incómoda, y sentí un poco de pánico, aunque lo detuve apenas afloró en mi corazón. – Relájate, una De León debe mantener la compostura – me dije a mi misma.

Entré al recibidor y ahí se encontraba él. Un hombre canoso de unos cincuenta o sesenta años, alto, y de unos ojos oscuros que te dan la sensación de que te observan todo el tiempo, al estilo Monalisa, y obviamente muy bien vestido con su terno gris a rayas y su corbata que hacía juego.

Pero no se encontraba sólo. A su lado dos policías altos a un lado de la puerta miraban hacia dentro de la casa, mi casa, como quienes entran por primera vez a un museo o me dio la sensación que así era.

- Señorita Sofía De León – dijo serio el señor Bull, mirándome con esos ojos profundos y a la vez distantes, que me acobardaban – lamento molestarla a estas horas, pero debo informarle de un problema de manera urgente – comenzó. 

- ¿Qué es lo que realmente pasó? – preguntó mi nana, que en ese momento se encontraba muy nerviosa, seguro que a ella ya se le había informado de la situación.

- Bueno es un asunto bastante delicado – dijo el abogado, parecía que trataba de encontrar las palabras adecuadas – hemos…  - dijo dudoso – hemos perdido contacto con el avión en donde viajaban sus padres.

Todos quedamos en blanco y mi nana bajó la cabeza.

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