Intentar es la clave.

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Había llevado a Bandit a vivir con él una semana después de que Frank dejó la casa para irse a donde sus padres, sabía que era muy poco tiempo para ello pero la niña no dejaba de insistir en que quería irse con él cada vez que llegaba a visitarle. Entonces tomó la decisión de llevarla con él un par de días pero ella se acostumbró rápido y ya no sé quería marchar. Era consciente que Frank no sabía nada de aquella repentina mudanza y que tal vez cuando volviese a casa se iba a enojar. Y sí que se había enojado, no era tonto, podía reconocer a su esposo cuando estaba a punto de explotar, por eso cuando volvió a su habitación la noche anterior no lo despertó ni nada por el estilo, simplemente le dejó dormir en paz. Sin embargo esa paz no duraría para siempre, sabía que al regresar del trabajo tendría que hablar con el avellana de una vez por toda y así aclarar todo lo que estaba ocurriendo. Temía por lo que iba a pasar, obviamente no quería perder a su marido, ese era su miedo principal desde que toda esa locura inició, sabía que tenía que hacer algo para lograr que Frank pueda aceptar a Bandit en su vida porque él quería criar a su hija junto al hombre que amaba, eran las dos personas más importantes en su vida y no se iba a sentir completo si el avellana decidía irse.

Bandit y él bajaron juntos a la cocina para preparar el desayuno, la sonrisa de la niña se había convertido en su favorita junto con la de Frank y cada vez que le observaba sonreír era como si un rayo de luz iluminaba la habitación donde se encontraran. La pequeña castaña le recordaba las cosas bonitas que había vivido con Lindsey cuando era más joven, las salidas, los paseos en auto, los veranos en casa de los Ballato; todos los momentos vividos, su voz y la manera en que todo era mejor cuando ella estaba presente. Odiaba extrañarla tanto, odiaba el no haber sabido antes de la existencia de su hija, perdió tanto a su lado que le producía cierto resentimiento hacia la pelinegra y no solo hacia ella sino también con Allie. Nunca se lo había dicho, pero le guardaba cierto rencor. Ellos siguieron frecuentándose luego de la ida de Ballato, después sus caminos se separaron para unirse nuevamente hace un par de meses atrás. No entendía cómo Lindsey pudo ocultarle dicho secreto por tanto tiempo. Hubiese querido escuchar todo lo que tenía que decir pero la vida fue una sucia perra que no dejó que eso pasase. Todo estaba tan complicado ahora...

— Buenos días. —la gruesa voz de Frank le sacó de sus pensamientos, lo vio parado en el marco de la puerta. Vestía un smoking negro con una corbata color gris, juraba que nunca le había visto tan guapo como aquel día. El avellana caminó hasta la encimera y tomó una taza del anaquel, se sirvió café y empezó a beberlo en ese mismo sitio.

— Buen día, cariño. —Gerard intercambió miradas con Bandit quien se mostraba algo incomoda. — ¿Quieres comer algo?

— No, gracias. Con mi café será suficiente. —contestó algo ajeno a la situación.

— Está bien... Band... come, se nos hace tarde. —la niña solo asintió y terminó sus pancakes, salió de la cocina para lavarse los dientes y dejó sola a la pareja. Gerard tomó los platos de la pequeña mesa y los llevó al fregadero, dejó limpio todo y lentamente se acercó hasta el avellana quien jugueteaba con su Smartphone de frente a la cafetera mientras bebía de su taza. Colocó su mano en el costado izquierdo del menor y este no se inmutó.

— ¿Qué ocurre? —interrogó el menor sin dejar de ver a su celular.

— Te espero esta noche para cenar. Ya sabes... después debemos conversar.

— Ya sé, Gerard. No tienes por qué recordármelo. —dio otro sorbo a su taza y el pelinaranja bajó la mirada, retiró su mano del costado ajeno.

— Quisiera poder dejar a Band en casa de Allie para que puedas gritarme todo lo que quieras pero ella está de viaje... no puedo dejarla en otro sitio. —el avellana apartó la mirada de su celular y le miró.

Lie to me. (Frerard)Where stories live. Discover now