XVI

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Las estrellas alumbraban la mar como una sombra lívida, fría y distante, iluminando los ojos verdes de la contramaestre de la Perla Negra. La luna yacía muerta y tímida, sin dejarse ver en el firmamento. La semana pasada fondearon en una cala cercana a Boston para adquirir más provisiones, el capitán quería que el barco estuviese perfectamente equipado para un largo viaje pues la calavera de Talluah seguía brillando sin cesar, guiándolos hasta un destino invisible. El corazón de Anne estaba velado, deambulaba en alguna parte...¿Su corazón? Curioso, ella siempre había pensado que carecía de tal cosa pero el dolor que apremiaba su pecho era tan fuerte que no podía obviarlo: Tenía corazón, y estaba roto.

Aún recordaba los tejados caídos, las paredes infestadas de hiedras, las ventanas rotas y los interiores asaltados. Un anciano le contó que hace tres años una muchedumbre entró en su casa, destrozando todo a su paso. Mataron a cuanto encontraron y robaron todo aquello que se pudiese vender a buen precio. Anne sonrió con sorna, casi todo se vendería a buen precio, su pare siempre gozó de amor por las cosas caras. Sí, Anne presenció como su casa, el lugar en el que creció y en el que su padre la vendió cual ganado estaba hecha una ruina.

Anne sintió como unos pasos se acercaban a ella. Los oía subir por los maltrechos peldaños de la escalera del castillo de proa. No tuvo que mirar atrás para adivinar que el que se acercaba era su demencial capitán.

-¿En qué piensas, pequeña Anne?- Preguntó mientras se tambaleaba.

-En mi, en mi familia, en todo...Jack nunca te lo pregunté pero...¿Por qué me salvaste?

El pirata sonrió.

-Cuando te encontré en aquella calle llena de podredumbre, desnutrida, con el ojo morado y la espalda flagelada me recordaste a mí, cuando tenía tu edad. La mía tampoco fue una adolescencia de rosas ¿Comprendes?

-Y pensaste que me podrías sacar partido ¿es así?

-Sí- Admitió el capitán.

-Eres un hombre inteligente, Jack.

-Lo mismo podría decir de ti, Anne.

La muchacha volvió su vista al mar y sonrió.

-He madurado, tenlo por seguro. Ya no soy la niñita que se fugó de casa para huir de un matrimonio no deseado. Cometí un error, si, me fugué con un hombre al que amaba...un hombre al que creía amar- Un sollozo escapó de su interior- Y su mayor amor fueron violaciones continuas y latigazos diarios...tú me diste la fuerza para librarme de todo, gracias.

Jack hizo un gesto de de asombro.

-No des las gracias. Me das miedo.

Anne sonrió.

-¡Capitán!

Alan apareció tras ellos, por una esquiva razón Anne supuso que llevaba allí más de lo necesario pues su gesto estaba torcido y reflejaba un semblante comprensivo y afable más con una sombra de tristeza en sus bellos ojos.

-¿Sí?- Inquirió el viejo pirata.

-El vigía acaba de bajar de la cofa. Ningún rastro de islas o formaciones rocosas.

Jack examinó el mar su visión era sombría pero firme y rígida, la mirada única y exclusiva de un hombre cuya vida había sido dedicada al gran amor de todo ser: El mar.

-Estad alerta, el agua esta tranquila, demasiado tranquila. No oiremos el romper de las olas contra rocas o cualquier formación cercana.

-A la orden- Dijeron ambos.

-Anne, Hernández, os dejo al mando de proa.

Jack dio media vuelta y desapareció por cubierta.

Piratas del Caribe: El último pirata.Where stories live. Discover now