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Alan estaba recostado en el lecho del capitán, bajo la atenta mirada de Anne. Ella se sentía tan fría, tan sobrecogida por el arrepentimiento. Tal vez si hubiese visto a De La Torre antes, tal vez si hubiese avisado antes a Alan o tal vez...no lo sabía, solo sabía que el español, ese chico con mirada de bobalicón, se encontraba acostado frente a ella, sudando, bañado en fiebre y con una sola mano.

Anne sentía el batir de las olas contra la quilla de la Perla, el balanceo del navío y los gritos de cubierta. Habían perdido el tesoro que concedía cualquier deseo pero lo marineros no sabían nada de eso, para ellos el propio tesoro era la ciudad de oro y durante el enfrentamiento que el grupo de Anne tuvo contra De La Torre y Angélica, los piratas rapiñaron una buena cantidad de oro, joyas y objetos preciosos, por lo que estaban contentos.

Anne volvió a mirar a Alan.

Se movían inquieto entre las empapadas sábanas, su rostro estaba bañado en sudor y la frente le ardía ¡Boto al diablo! No tenían ningún médico a bordo, debían llegar a casa cuanto antes, allí los doctores podrían atenderle y el almirante carnicero no les podría alcanzar.

Anne tomó un paño y secó el sudor de la frente y mejillas de Alan. La pirata suspiró y levantó la sábana a la altura de la cintura. Cerró los ojos al ver la venda rodeando el final del brazo izquierdo de Alan, aquél en el que su mano debería estar. Bonney comenzó a desenredar la venda para mirar el estado de la mano, la muñeca palidecía y se teñía de rojo, morado y negro, como si algo no fuese bien. Habían hecho cuanto pudieron, quemaron la zona afectada y luego le extendieron por la muñeca ciertos bálsamos que llevaban a bordo pero la fiebre no le bajaba...era horrible.

El atractivo rostro de Alan estaba completamente desfigurado y machacado por las fiebres.

Anne escuchó la puerta del camarote abrirse y tras unos segundos Mary quedó tras su compañera pelirroja.

-¿Cómo está? ¿Algún cambio?

Anne negó.

-Sigue como anoche.

Anne no miró a Mary pero le pareció que su compañera apretaba el puño con fuerza.

-Maldito De La Torre- Mary golpeó con fuerza la pared tapizada- Le mataré.

Anne asintió, ambas lo matarían.

-Toma- Dijo Mary extendiendo la mano, y dando a Anne un cuenco lleno de un delicioso caldo, cuyo olor atravesó las fosas nasales de Anne- Hugo lo ha preparado. Dice que puede que le vaya bien.

-De acuerdo. Ayúdame Mary.

La timonel asintió. Se sentó en el lecho de Alan e incorporó la cabeza de su camarada mientras Anne tomaba un poco de caldo con una cuchara y lo introducía en la boca de Alan. Mary nunca había visto la expresión que en ese instante lucía en el semblante de Anne. Se notaba que estaba sumamente preocupada por Alan y eso era extraño, normalmente Anne era especialista en quitar vidas, no en cuidarlas.

-¿Has salido de este camarote?- Inquirió Mary.

Anne negó.

-Alguien tiene que cuidar de este necio.

Mary sonrió con sorna.

-¿Te gusta nuestro querido Hernández?

A Anne se le cayó la cuchara y por poco también el cuenco de caldo.

-¡¡Eres idiota!! No me gusta este...memo. Solo le cuido porque me siento responsable de su herida.

-Ya...-Respondió Mary, sin creérselo- Si el viento nos sigue siendo favorables llegaremos a casa mañana al alba.

Anne miró a Alan.

-No se si aguantará hasta el alba.

-Lo hará, es un chico fuerte.

Tras dar de comer a Alan Mary tomó el cuenco y salió del camarote, dejando sola a Anne. La pirata se acercó a uno de los sillones y tomó una sábana limpia, quitando la sudada y mojada de Alan. Era una suerte que el capitán tuviese varias sábanas de recambio. Puede que Jack fuese un desaliñado borracho pero a buen seguro era más rico que la mitad de los nobles de Europa. En seis años tomó mas de trescientos barcos cargados de tesoros, una cifra increíble, ciertamente, pero no dejaba de ser verdad. El tesoro del capitán, cubría cuevas y cuevas, Anne lo sabía pues ella lo había visto...en el lugar en al que se dirigían en ese preciso instante.

Durante toda la tarde, Anne cuidó de Alan y el español no mejoró, seguía sudando, seguía medio muerto y gimiendo de dolor mientras dormía, convulsionándose. Anne pensó que moriría ahí, esa noche, en ese oscuro camarote en medio del mar pero el corazón de Anne se relajó al escuchar las campanas de la Perla, avisando de que habían llegado a tierra, a casa, a la bahía del bucanero.

Atracaron en el puerto de la bahía. La pequeña ciudad seguía igual que hace unos meses, cuando Anne la dejó. Las paredes eran blancas y amarillas, algunas estaban descoloridas o destrozadas. Los tejados eran de tejas naranjas y rojas que lucían dispares entre las sombras nocturnas. La selva se cernía sobre la ciudad hasta que las palmeras y el follaje de los arbustos acariciaban los muros. Un camino salía de la ciudad y serpenteaba hasta un acantilado que se alzaba, poderoso, ante toda la bahía. Allí se encontraba una bonita y gran mansión, un poco vieja pero con un aire antiguo y hermoso.

Al arribar los piratas bajaron a Alan y lo llevaron con premura colina arriba. Muchos de los habitantes se agolparon para recibir a la tripulación, la mayoría de ellos eran piratas, prostitutas, excomulgados, mercaderes corruptos y proscritos, la crepe de la crepe, de la sociedad del caribe.

Jack, Hugo, Mary y Anne subieron lentamente el camino de la colina hasta llegar a la mansión. Era grande, con un gran atrio en el centro, que estaba bien ordenado y tenía bandejas de fruta aquí y allá. A Anne no le sorprendió cuando en el centro de aquél patio se encontró a aquella mujer, aquella única mujer que podía vestir con colores tan llamativos y que la hacían resaltar en medio de la noche.

Jack se adelantó.

-¡¡Has llegado antes que nosotros, Athénaïs!!

La madame elevó la mirada.

-Espero que cumplas lo que me prometiste en Santo Domingo, Sparrow. Me he traído a todas mis chicas.

Jack sonrió.

-Anne, ve con Alan y el médico.

-A la orden- Respondió Anne aunque realmente estaba agradecida de aquella dirección de su capitán.

-¿Alan? ¿El joven de cabello oscuro?- Inquirió madame Bouchard.

-El mismo- Asintió Jack- Mary, Hugo, podéis retiraros.

Ambos asintieron y se fueron.

-¿Una copa de ron?

-Espero que tengas del bueno.

El mono Jack se subió corriendo al hombro de su dueño.

-En mi casa siempre hay ron ¿Comprendes?

Piratas del Caribe: El último pirata.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin