Anexo I: La mejor noticia de sus vidas

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¿Qué? ¿No se suponía que este fic estaba terminado? Sí, pero no me pude aguantar las ganas de escribir lo que pasó entre el capítulo final y el epílogo. Así que si ustedes también querían saberlo: aquí va.

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Anexo I

La mejor noticia de sus vidas

Gustaban de tomar el té en el jardín trasero los domingos por la tarde, y ese día, el clima era especialmente grato. No hacía frío, el sol descendía y coloreaba el cielo de tonos anaranjados y la brisa traía consigo el aroma de las flores. Las risas de los niños que vivían junto resonaban de forma alegre.

La pareja estaba sentada, uno frente al otro, en una mesa pequeña y circular, tomaban té y comían los pastelillos que tanto le gustaban a ella. Conversaban de lo que hicieron en la semana, de sus trabajos y sus compañeros. Reían de vez en cuando.

Una pelota de plástico atravesó el muro de repente, cayendo en su patio. Se oyeron voces infantiles murmurando, luego tres niños asomaron sus cabezas por encima de la pared, espiaban con resquemor. El hombre se levantó de su silla, tomó la pelota con una mano y se las enseñó a los niños, que esperaban ansiosos tenerla de vuelta para seguir jugando.

-¿Qué les había dicho?- cuestionó Severus duramente.

-Por favor, señor, nunca más- suplicó un pequeño, dando saltitos. Él resopló.

-Eso dijiste la última vez.- La mujer los veía, sonriendo.

-Se lo prometemos- persistió el niño, a lo que Severus hizo un gesto reflexivo, mientras lanzaba la pelota al aire y la cogía de nuevo.

-No lo sé... Ya me hicieron perder la paciencia- siseó él. Vio cómo los jovencitos hacían una oración con sus manos. Volteó a ver a Hermione, quien asintió una vez con la cabeza, y les arrojó el balón-. ¿Cómo se dice?

-¡Gracias, señor!- exclamaron los niños al unísono.

Severus regresó a su asiento, ante la atenta mirada de su mujer.

-No seas tan intolerante con ellos, son sólo niños- pronunció Hermione, al tiempo que escogía un pastel y se lo llevaba a la boca.

-Todos los días es lo mismo, Hermione- repuso él-. Una vez, me despertaron de mi siesta para devolverles esa estúpida pelota.- Pese a que el tono de voz de Severus era de intransigencia, su expresión revelaba algo de regocijo.

-Bueno, tienen derecho a divertirse.

-Y yo tengo derecho a tomar una siesta.- Hermione, a sabiendas de que él no desistiría, rió por lo bajo y apartó la vista. Estaba nerviosa, y esa no era la mejor manera de empezar la conversación que tenía pendiente con él.

Los silencios eran comunes entre ellos. Solían perderse en su propios pensamientos, incluso por varios minutos. Respetaban la intimidad de cada uno, al igual que se confiaban prácticamente todo. Por esa razón, Severus se atrevió a ahondar en el estado de contemplación en el que se hallaba ella en ese instante.

-¿Te pasa algo?- preguntó, examinándola. Hermione subió su mirada.

-No- respondió enseguida-. ¿Por qué?

-Estás rara- manifestó él, mientras recorría con los ojos todo su rostro.

-¿Cómo rara?

-Hace días que te noto más callada. ¿Pasó algo?- siguió preguntando, pero Hermione se encogió de hombros.

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