10. El Consejo

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Yoongi condujo de nuevo hacia el bosque, con las manos temblando y el pulso acelerado. Sus labios ardían y su mejillas dolían al retener la enorme sonrisa que amenazaba con aparecer en su rostro. Le había besado, había sentido aquellos carnosos labios que llevaban más de un mes enloqueciéndole sobre los suyos. Sus bocas habían acoplado a la perfección, como si hubieran sido creadas para poseerse mutuamente. Yoongi así lo sentía.

Debía calmarse antes de sobrepasar las lindes del bosque, o su manada podría oler su excitación a kilómetros de distancia.

Las ruedas rehicieron el camino de vuelta al claro, mientra Yoongi respiraba profundamente, intentando concentrarse en cualquier otra cosa que no fuera en el sabor de Jimin y la textura de su tersa piel. Era difícil, casi imposible, Yoongi no podía deshacerse de la estela de placer que había dejado el chico en su organismo. Abandonar a Jimin era como dejar atrás su pequeño trozo de paraíso para volver a su mundana y desapasionante vida. Pero debía hacerlo, tenía que asumir sus responsabilidades como alfa de la manada.

Su aldea olía a hogar, a seguridad, a infancia, siempre se sintió cómodo entre la madera de las cabañas y los frondosos árboles, junto a su gente, su familia, pero aquello había dejado de ser suficiente. Al familiar aroma le faltaba la embriagadora esencia de la vainilla y las ramas de canela. Aquel olor había comenzado a resultarle extraño y distante, insustanciado. Ya no podía relacionar el aroma de su aldea con el de su casa, Jimin se había convertido en su nuevo hogar.

Cuando llegó, había conseguido normalizar su ritmo cardíaco y relajar su respiración, aunque la inquietud de no estar junto a su otra mitad seguía agitando a su lobo. Estaba seguro de que, de transformarse en ese instante, su animal interior correría instintivamente junto a Jimin, sin poder evitarlo.

Aparcó la moto en el viejo cobertizo de su cabaña, y corrió a cambiarse de ropa, no quería arriesgarse a que los lobos percibieran el aroma de Jimin en él. Cuando estuvo vestido únicamente con unos pantalones sueltos de algodón gris, se dejó caer sobre el colchón y pasó las manos entre las hebras plateadas de su ya desordenado cabello. Aspiró profundamente, el olor de Jimin aún permanecía débilmente impregnado en sus sábanas desde el día que estuvo inconsciente sobre ellas. Automáticamente, su lobo se calmó por completo. En ocasiones, aún le sorprendía la magnitud de su atracción por el chico humano. Suspiró; humano, esa palabra era aterradora. ¿Cómo se suponía que manejaría aquella situación? No tenía ninguna duda de que Jimin era su alma gemela, él y su lobo podían sentirlo en lo más profundo de sus seres, pero no sabía si la manada lo tendría tan claro. Jimin era un humano, no formaba parte de su mundo, y aún así, era dueño de éste. Su manada vivía en el bosque porque querían alejarse de la civilización humana, de su ruido artificial, de su humo, de la violencia gratuita y del ambicioso egoísmo. Los humanos acababan con todo aquello que no comprendían, todo lo nuevo era atemorizante para sus pequeñas mentes mortales, y, si llegaran a descubrir una civilización de híbridos lobunos, harían todo lo posible por acabar con ella, o por experimentar y reducir a los habitantes de su aldea a míseros especímenes con los que experimentar. Ni hablar, Yoongi jamás permitiría eso, su deber como alfa era proteger a la manada y mantenerla alejada de la lacra humana. Por eso temía exponer a Jimin, el odio hacia los humanos era algo normalizado en su aldea, si los miembros del consejo se enterasen de que el alma gemela del alfa era un chico humano, podrían desterrarle, o peor aún, hacer daño a Jimin. Yoongi sacudió la cabeza, aquello era impensable. Antes daría su vida que dejar que tocaran un solo pelo del chico. Quizá, si le conocieran, los endurecidos corazones de los miembros del consejo se ablandarían. Yoongi no podía imaginar a alguien siendo capaz de resistirse a una de las dulces sonrisas de Jimin, él no podía entrar en el mismo saco que el resto de los humanos. Aunque, una pequeña parte de su ser, temía que aquello no fuera cierto, que Jimin no fuera más que un humano común, un humano incapaz de comprender lo que un lobo puede llegar a sentir cuando su corazón deja de pertenecerle, un humano que no pudiera sobrellevar su unión. Yoongi sentía la bilis en la garganta de solo pensarlo. Debía aclararlo todo con Jimin, con su humano.

Alpha's Owner (YoonMin) Where stories live. Discover now