Ahora lo entiendo

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Ahora lo entiendo

Volvimos a casa, un poco apesadumbrados. Papá sostenía a Luna entre sus brazos, mientras mi madre le acariciaba la cabeza, y sollozaba en silencio. La abracé por atrás, también llorando, y nos quedamos juntas en nuestro lugar.

Sam, Shane y papá ayudaron a cavar un pequeño agujero, mientras colocaban minuciosamente a Luna en un cajón. La enterraron, y yo me acerqué para colocarle con sumo cuidado una flor muy hermosa que había encontrado por allí cerca.

Muchas personas, familiares más que nada, se reunieron junto a nosotros. Me largué a llorar. ¿Por qué lo había hecho? Quizás para prevenirnos, quién sabe. “Nunca lo sabré”, pensé con dolor.

Sam se me acercó, y le susurré que quería irme a otro lado. Asintió, y me abrazó, y nos fuimos a una placita que había allí cerca, abrazados.

Tenía la mirada perdida, estaba triste, y un millón de preguntas rondaban por mi mente. Aún no tenía el valor de hacerlas. Quizás luego.

Estábamos sentados en un banco, viendo a los pájaros. Cerca de allí, había un lago. Escuchaba con mucha atención el canto de los pájaros, el viento que mecía lentamente los árboles. Escuché el reír de los niños que se iban al colegio, y el correr del agua. Estaba amaneciendo. Hacía un poco de frío, pero el sol se reía de mí, y brillaba con poca intensidad bajo nuestras cabezas. Suspiré, con la cabeza gacha. Sam se volvió a mí.

-          Todo sucede por algo.

-          Pues explícame por qué una niña de tan solo ocho años ha muerto – levanté la cabeza, con lágrimas en los ojos, y lo miré. Dudó un segundo.

-          A todos nos espera el mismo final. Sí, ya sé que ella era demasiado joven – dijo, ya que yo lo miraba con incredulidad – pero a veces tienes que aceptarlo. Es doloroso, ya que era tu hermana. Pero debes tratar de asumirlo. No ahora, no mañana. Todo a su tiempo, ¿sí? – asentí con la cabeza, me apartó un mechón de mi pelo, y me besó. Me acurruqué a su lado.

Observé el lago. Cerré los ojos, escuchando el ruido que hacía al correr. Escuchaba un susurro… un chapoteo… mi nombre. Espera, ¿qué?

Abrí los ojos, y noté que unos ojos verdes manzana me miraban con atención. Sólo se veían los ojos. Los reconocí casi al instante, y fui tras ella.

-          Hola – me dijo, con esa voz susurrante que poseía.

-          Hola. ¿Qué sucede? – dije, extrañada. Sam se agachó junto a mí.

-          La espada.

-          ¡Oh! – me había olvidado. - ¿La tienes, Sam?

-          Sí, claro – desenvainó la espada, que brilló bajo el sol, y se la entregué.

-          Aquí tienes.

-          No la has usado – dijo, tomándola con sus manos, mientras observaba la sangre. Se volvió a mí - ¿Quién la usó?

-          Yo – dijo Sam. – Ella usó esa otra – dijo señalando mi espada, que estaba en mi cinturón.

-          ¿Tienes el collar?

-          Sí, claro. En mi espada. – sonrió con los ojos.

-          Eres muy valiente.

-          Gracias – le sonreí. – Si tú no me habrías apartado a las sirenas, yo no podría haberlo hecho. – Su aleta chapoteó en el lago.

I. Moonlight Shadow (editando 2023)Where stories live. Discover now