Capítulo 1: El Misterioso Flautista

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El código de Mateo

Mateo caminaba distraído y taciturno a la velocidad que su mochila escolar y su antigua trompeta de pistones le permitían. Paso frente al parquecito de la comunidad y saludo con un leve movimiento de cabeza a los presentes en el lugar y continúo su paso pasando la gran roca de la pastosa. Una pareja de niños estaba recostada de la roca agotando el tiempo antes de salir hacia la escuela, el niño cargaba una bolsa de 1 metro de largo que aparentaba ser una libra de pan de agua.

Mateo tenía 18 años de edad era de tés trigueña y de unos 2 metros de estatura. Tenía un tono muscular atlético producto de las interminables horas de jugar al basquetbol y al baseball en la cancha de aquel complejo de viviendas. Alternaba su afición al deporte con su pasión por la música y ocasionalmente leía libros de ciencia ficción de sus autores favoritos, Isaac Assimov, Peter Capra y el sensacional Walt G. Dovan. Mateo estudiaba en la escuela libre de música de San Juan por lo que tenía que salir más temprano que los demás niños y jóvenes del barrio. Mateo llevaba en su cuello colgado un pendiente hecho con una piedrecilla color verde iridesente. El collar se lo había obsequiado su abuelo cuando era niño, sobre la piedra algún artesano habría esculpido lo que parecía ser un pequeño Zumbadorcito de Puerto Rico (chlorostibon maugaeus) uno de los colibrís más pequeños del planeta.

El joven subió por la Avenida A rumbo a la intersección con la concurrida carretera estatal 174 a su mano derecha se podía ver el complejo se edificios de Torres del Parque. Aquel complejo aledaño a la comunidad de La pastosa había sido parte integral del mismo. Antes era un residencial público con el nombre de una olorosa flor y residencia de más de dos centenares de personas de recursos limitados. Luego de años de cabildeos y presiones una empresa privada había logrado desalojar a los otrora residentes comprando la propiedad para remodelar y vender aquella propiedad a los más afortunados. Donde antes se erguía la cancha de basquetbol ahora servía de adorno una moderna pero desolada cancha de Tenis. El centro comunal donde se celebraban los cumpleaños, bodas y bautizos de los pobres se había transformado en el gimnasio privado de los condómines y servía más de club social que de recinto deportivo. Llego a la esquina y saludo a Don Sammy quien era propietario de un taller de hojalatería y que empleaba a los jovencitos del barrio que quisieran aprender tan noble oficio. Cruzo la avenida y llego hasta la parada de la guagua (Así le llaman en Puerto Rico al bus) donde tomo asiento en lo que la transportación pública lo recogía. Saco del estuche su trompeta y una partitura que leía en letras desgastadas "Blue bozza by Kenny Dorham Cm7" Como no había nadie en la parada de guaguas tomo una bocanada de aire y comenzó a tocar aquella interesante pieza musical. Las melodiosas notas de aquella trompeta llenaron el cálido ambiente bayamonés de un aura mágico y surreal.

Mientras Mateo se entretenía tocando su trompeta un hombre se acercaba a la parada de guaguas, llevaba consigo un estuche rectangular de color negro en una mano. En la otra cargaba bajo su brazo un cartapacio color mostaza con lo que parecía ser papeles musicales. Era un hombre entrado en años, delgado y con bigote y barba color blanco. Mientras Mateo tocaba aquel hombre llego a la parada y saco del estuche una flauta color plata. Miro por encima del hombro de Mateo que no se había percatado de la presencia del hombre u justo en el compás número 9 en Re bemol mayor comenzó a acompañar al joven trompetista.

Mateo dio un salto del banco de la parada que casi lo pone en medio de la carretera, la partitura de blue bossa tomo vuelo y un automóvil deportivo que pasaba por el lugar casi atropella al joven trompetista. El viejo flautista continuo tocando la pieza de memoria mientras Mateo se recuperaba de su estupor y caminaba nuevamente hacia la parada de autobús. El jovenzuelo se acercó con recelo al principio pero luego con curiosidad a aquel misterioso flautista. Las notas de aquella flauta comenzaron poco a poco a re arreglar aquella maravillosa composición de Kenny Dorham. Utilizaba los modos de las escalas a perfección y su tiempo era variado y fluido en tiempo de swing. El joven trompetista salió de su estupor, puso la boquilla en sus labios y acompaño en un magnifico dueto al misterioso trompetista. No hubo palabras entre ellos, solo la flauta y la trompeta hablaron esa mañana.

La guagua llego mientras los músicos tocaban, Mateo tomo sus cosas y abordo el bus que le llevaría hasta su escuela. Cuando miro al flautista para despedirse no había nadie en la parada. Sintió que su collar vibraba de repente y al tocarlo estaba algo cálido. –Wow!, Nadie me va a creer lo que paso. 

El Código MateoWhere stories live. Discover now