Capitulo 2, La Bella Taina

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Capítulo 2:

El autobús continuo su ruta hacia el centro de la ciudad, Mateo podía ver como los chicharroneros preparaban sus negocios para la venta del suculento manjar. Un vendedor ambulante anunciaba su mercancía en el semáforo que marcaba exactamente el centro de la ciudad de Bayamón. – ¡Pan de hogaza, mata hambres, polvorones, mantecaditos! Una dama de edad avanzada subía la escalera del puente peatonal que permitía cruzar con seguridad la muy transitada carretera número 2. La briza mañanera movía de un lado a otro las banderas que colgaban sobre los edificios del centro del pueblo. Todavía en su cabeza daban vueltas las bellas notas que emitiera la flauta del misterioso músico que encontró en la parada.

El autobús llegó por fin a su destino, el terminal municipal de transportación pública de Bayamón. Aquel terminal servía de enlace a miles de trabajadores que llegaban a la ciudad del chicharrón y hacían transbordo hacia sus destinos finales en la ciudad capital.

Aquella estructura fue un avance increíble cuando se construyó entre el final de la década del 1970s y el principio de los 1980s. En el terminal se podía conseguir transportación pública a casi cualquier parte de las tierras del valiente Señor. Cientos de pequeños autobuses a los que la gente llamaba "pisa y corre" esperaban su turno en los pisos superiores mientras que en las estaciones terreras las personas abordaban sus respectivos transportes. Mateo bajo del autobús y se dirigió hacia el lugar donde abordaría la "guagua" hacia Hato Rey y su escuela. Camino entre la gente esa mañana, los transeúntes parecían hormigas, algunos comían frituras de pequeñas cafeterías que se habían construido dentro del recinto. Llego hasta el ala donde se encontraba el autobús, un hombre de baja estatura y pelo blanco le dio la bienvenida con una sonrisa. – ¡Hola primo Dios te guarde! – Le dijo aquel caricaturesco personaje. El primo, como lo conocía Mateo, era un icono dentro de aquel terminal. Mateo lo recuerda desde muy niño cuando tomaba el bus con su mamá y sus hermanos. Era una mezcla del Dr. Chapatín de Chespirito y Condorito de Pello. Mateo siempre lo había visto con una amplia sonrisa organizando el transbordo de pasajeros hacia Hato Rey. –Hola primo, ¿todo bien el día de hoy?- le pregunto Mateo al diminuto hombre. – Todo bien un poco lento el pasaje primo. Contesto el hombre y prosiguió. -¿Cómo te va con la trompeta? ¿Alguna canción digna de aprender? Mateo abordando el autobús le contesto al primo, -La semana pasada me asignaron una partitura de Bobby Capó, Piel Canela. Le tire el ojo por encima y se ve interesante. El arreglo es del maestro Salcedo. El primo frunció el ceño y contesto. –Excelente maestro, gran arreglista y la canción una de las más bellas de Capó.- El primo cerro la puerta mientras de despedía de Mateo el cual tomo asiento en la parte posterior del vehículo y callado volvió a pensar en el misterioso flautista. El collar que mateo tenia colgado emitió una pequeña vibración. El joven con mucho cuidado saco el pendiente de debajo de su camisa, al tocarlo sintió un relámpago que segó sus ojos, el ruido de la carretera dejo de existir y las voces de los demás pasajeros del vehículo se callaron en un instante que pareció ser una eternidad.

Cuando el joven abrió los ojos no se encontraba en el autobús, el paisaje urbano de la ciudad se había convertido en un espeso follaje. Ahora en vez de cornetas y claxon solo se escuchaba la melodía de cientos de especies de pájaros que cantaban a coro su alegre melodía. El viento interpretaba una agradable melodía al son de los pájaros mientras a su vez movía las hojas de los árboles en un agradable y sincopado ritmo percutivo. Mateo se sintió asombrado pero no sintió ningún miedo. Al mirarse descubrió que su ropa había cambiado, ahora llevaba solo el atuendo que según sus maestros usaban los aborígenes borincanos. Solo el pendiente en su cuello pudo Mateo reconocer como suyo.

Camino en dirección de un mogote cercano, su forma le era familiar aunque no del todo. Una pequeña columna de humo ascendía hacia el cielo mientras Mateo se acercaba a paso lento por una pequeña vereda entre el follaje borincano. Mientras más se acercaba, el joven trompetista pudo escuchar un sonido como de flauta que venía de la misma dirección que la columna de humo. Instintivamente Mateo acelero el paso impulsado por las notas de aquella flauta. Su corazón ahora latía con fuerza, aquella fuerza que impulsa a los afortunados que han aprendido a tocar algún instrumento a pulsar las cuerdas de una guitarra hasta más no poder, a soplar la boquilla hasta perder todo el aliento o a golpear un cuero hasta sangrar las manos. Mientras se acercaba pudo divisar la figura aniñada de una joven Taina. Aquella niña estaba sentada sobre una enorme roca a escasos metros de una quebrada, aquella roca tenía una forma vagamente familiar. La jovencita tocaba una flauta echa de huesos de algún animal, tocaba con destreza y ensimismada no se percató de la presencia de Mateo.

Aquella joven Taina medía unos 5 pies de estatura, era delgada y tenía un tono muscular característico de las personas que tienen que pasar trabajo físico para sostenerse. Su cabello largo estaba recogido en forma de un caracol y perfectamente amarado con lianas. Sus ojos reflejaban una melancólica luz, y aunque profundamente bellos, eran misteriosos y profundos. A diferencia de las mujeres Tainas de la época la diminuta fémina llevaba un atuendo más característico de los guerreros taínos. Un delantal hecho de hilos de hoja de palma cubría sus piernas hasta mitad de los muslos. La parte de arriba de su cuerpo llevaba una especie de blusa de la mista tela. Aquella prenda se ajustaba a su cuerpo delineando una esbelta figura. En su muslo izquierdo colgaba una especie de cuchillo de hueso y piedra.

Mateo se escondió detrás de un árbol de almendras para así continuar escuchando la hermosa música que tocara la bella taina. La Joven guerrera utilizaba con maestría la escala menor y sus modos creando una atmósfera mística y a la vez melancólica. Mateo deseo con toda su alma tener a mano su trompeta y así fundir su alma con la de la joven en un dueto eternal.

Tanta fue la impresión que causo aquella joven con su música que Mateo olvido del todo donde estaba y descuidadamente piso donde una rama seca se encontraba en el suelo. Mateo se agacho justo en el momento que el puñal de hueso y piedra paso a la velocidad de un rayo sobre su cabeza. La bella taina había percibido el ruido de entre los arbustos y en un acto de reflejo había soltado la flauta y arrojado con maestría aquel artesanal cuchillo. Mateo Rodo por el suelo y grito en lo que para el fuera castellano y para la bella joven arahuaco - ¡No me mates por favor estoy desarmado! -

El Código MateoWhere stories live. Discover now