CAPÍTULO 2

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"Es muy difícil para cualquier persona mostrarse como es, y tan difícil para nosotros enseñarle a alguien como nos sentimos."

- Ciudades de papel.

Volver a Pitterfield fue muy difícil, era como mudarme a una nueva ciudad. La mayoría de las personas cercanas que conocía ya no estaban en la ciudad, y las que sí estaban no ayudaban en nada con la pérdida de mis padres.

Ahora vivimos con mi abuela, Lori Versalles. No habíamos ido a la escuela en dos meses, entraríamos con retraso de clases y no conocíamos a nadie.

A mi hermano le afectó mucho la pérdida de nuestros padres, se encerró en sí mismo y no volvió a dirigirme la palabra por un largo periodo. Apenas llegamos a la casa de mi abuela, se instaló en su habitación y no salió sino solo para comer. Un niño de doce años no merece la falta de sus padres, tampoco lo necesita.

Me recuperé en cuanto nos mudamos, unos cuantos días después de aquel día. Tuve que hacerme cargo de mi hermano y de tratar de hablar con él.

Siempre había escuchado sobre los muchachos que pierden a sus padres, las actitudes que toman, me parecía una exageración. Sin embargo, al vivirlo en carne propia, me he sentido una completa estúpida. No se puede juzgar a una persona por su portada.

Otra frase con la que me identifico es con aquella en ciudades de papel, no se debe juzgar a alguien por su portada, sobre todo porque es difícil mostrar tu verdadero yo a toda la gente. Pero hay personas no lo entienden.

Desde que llegamos la gente no para de criticarnos de por qué no vamos al colegio, de qué nos pasaría si mi abuela se muere y de qué si ya hemos madurado.

Jesse Brown, la chica más egoísta que te puedes imaginar. Una arpía desde pequeña, un demonio caprichoso de trenzas, ella. Comenzó a traer como una dulce muchacha, a casa de mi abuela, tartas. Interrogando a Lori con miles de preguntas acerca de nosotros.

Las tartas dulces se acumularon en nuestra cocina como una plaga. Una dulce plaga.

Llegó el día.

La mañana era soleada y las sábanas tapaban mi celular. El apenas audible sonido de las gotas del lavabo a medio cerrar inundaba el cuarto. Uno a uno mis ojos se fueron abriendo, ahora sí tenían motivo: Primer día de clases.

Durante Dieciocho años nunca me había sentido tan, tan... tranquila.

Esa mañana era fresca, nada podía hacer ese día menos especial de lo que ya era. Yo sabía la rutina de llegar a un nuevo colegio, lo había experimentado un millar de veces al no pasar más de año y medio en cada ciudad, cada una con su propia canción. Finalmente volví a una de ellas, Photograph.

Me propuse iniciar el día con buena cara y buena actitud, no quería apurarme, tomarlo con calma era lo mejor que podía hacer. Así mi día sería tranquilo y podría hacer de este un día bueno como cualquier otro. Tratando de tener un día bueno después de mucho tiempo.

Me vestí con la mejor ropa que pude ponerme, no quería impresionar a nadie pero tampoco parecería la empleada del colegio. Armé mi maleta empacando mi celular, mis audífonos, algunos cuadernos, una botella de agua, chocolate (algo infaltable) y una foto de mis padres. Indispensable.

Me decidí que este año haría del mejor año en el mundo. El colegio no me vencería, no otra vez. Desde que mis padres partieron, siento como si tuviera más control de mi tiempo y mi destino. Tomaría el control y olvidaría mi pasado, tenía por fin la oportunidad de tener una vida.

Amo a mis padres, pero no podía seguir así, siempre los recordaré y los tendré en mi corazón sin embargo no me quedaría atrás. Haré de mi vida algo bueno, algo interesante.

La Mirada del DestinoWhere stories live. Discover now