Epílogo

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''No digas adiós porque hasta el final  tú estarás en mi corazón''

EXO-CBX - Cry




Los incesantes gritillos de niños inundan el pequeño salón, charlas comunes entre niños sobre un nuevo capitulo de algún programa infantil, o algún nuevo juguete anunciado en la tv, algunos discuten sobre como sus trabajos de manualidades quedan mejor que los de otro, y así. La diferencia de ese lugar abarca en un niño pálido, de ojos tristes, con un brillante cabello castaño oscuro cubriendo su frente a un costado. Su mesa se encuentra sola, puesto que los niños que han ocupado los asientos a su lado anteriormente se han dispersado hacia las de otros. Nervioso, sus manos tiemblan un poco bajo la mesa, su boca se mueve de un lado a otro como si algo muy interesante rondase por su cabeza, cuando en ella sólo se encuentra el deseo por llorar, y su miedo a la soledad. 


Acostumbrado a la compañía diaria de su madre, incluso a la hora de dormir cuando de una, pasan a ser dos personas quienes le protegen de todos esos monstruos del armario; mamá y papá son quienes le acunan, le aprietan incluso en broma contra ambos pechos hasta que el pequeño entre risas exclama casi encontrarse sin aire. Ese dulzor de la compañía le era imposible de desprenderse siquiera unas horas, se siente solo a pesar de estar rodeado de otros niños, incluso uno que otro adulto. Allí, allí en ese sitio nadie se gira a verlo tan sólo, más que los profesores quienes de vez en cuando pasaban por su lugar, y en ese momento decide simular estar doblando un trozo de papel, queriendo imitar las habilidades de su mamá con respecto a las figurillas de origami que logra hacer con tanta facilidad que parece magia ante sus inocentes ojos.


Levanta la cabeza, una vez más inspecciona como una especia de auto tortura el como otros niños se encuentran parloteando con otros, jugando o incluso dándose empujones que acaban en alguno de los dos sacando la lengua al otro.  Da un brinco cuando su mirada se cruza con un niño de cabellos claros, orejas grandes y ojos brillantes, este le sonríe, mostrando un pequeño hoyuelo en su mejilla a la par que uno de sus ojos extraña y tiernamente se empequeñece, algo así como un tic. Se sonroja bajo esa mirada, en especial al recibir al fin un gesto amable en todo el día, aparta la mirada y sigue jugando con la hoja en sus manos, cual ya tiene algunos dobleces con un destino ya dictado en cuanto a forma. Decide no volver a ver, quiere no volver a hacerlo, pero se contradice; sin embargo, consigue una decepción a cambio, esa sonrisa linda ya no está en su silla. Con un puchero se encoge en su lugar, frotando uno de sus ojos con el dorso de la diestra para no llorar. Una vez más nadie le va a mirar.


    —    ¿Sabes hacer figuras? — Pregunta alguien a sus espaldas, causando que de un brinco aun más alto que el anterior. Lo escucha reír luego de ello. — ¿Qué piensas hacer? Nunca vi a nadie hacer figuras con una hoja. — Continúa, luego arrastra ruidoso una de las sillas a un lado. 


Una vez más las mejillas del más joven se encuentran coloradas en un vistoso rojo, aún más visible por el hecho de que ese tono resalta en un rostro tan blanco como la nieve. El más alto se inclina hacia el frente, ladeando su rostro a un costado como un cachorro, observando como el otro se encoge cada vez más en su silla, cabizbajo. 


    — ¿Estás enfermo?  — Pregunta con una sonrisa, sostiene una hoja en blanco contra su pecho, con sus pequeñas manos.  — Me llamo ChanYeol, mamá me dice Yeol, aunque cuando me quiere regañar grita ''¡Chanyeol!'' muy muy fuerte, eso da miedo, ¿Tú como te llamas?  — Deja su hoja en la mesa, y aun sentado en su sitio se extiende sobre la mesa queriendo alcanzar uno de los lapices de colores al otro lado de su compañero.

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