5 Look at the stars.

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—Look at the stars. Eso fue lo que dije —exclama al aire imantado con un deje de falso fastidio.

—Buena canción. Lástima que sea de un grupo que plagió el estilo de Travis.

Escupe con furia su trago de sidra.

—¡¿QUÉ DEMONIOS?!

—Cuando usted dice esa palabra me imagino dragones volando sobre su cabello de China. Ja.

—¿Seguro que la sidra no le ha hecho daño, señorito?

—Para nada. Estoy más sobrio ahora. Look at the stars.

Ambos guían sus rostros hacia el manto de estrellas. Hay una constelación que forma un corazón atravesado por miles de flechas. Por todos los flancos.

—Bautizo a esa constelación como "Nunca". Es como un presagio de que me harán trizas el corazón o algo por el estilo.

—Pero usted parece que ha pasado por más constelaciones y ha salido triunfante —mira su rostro serio y gira su cabeza, apenada—. Perdón, nunca quise ofenderlo.

—No, para nada. Cuando hablo de dolor, hablo de dolor.

—Lo siento.

—No hay nada que pueda perdonar.

—Digo que lo siento porque tiene un torso de niño con tuberculosis y sus venas me dan escalofrío.

—¡Qué bella forma de salirse por la tangente y olvidar que echó a perder mi camisa de chico arte!

—Ja, ja, ja.

Una pausa.

—Ja, ja. ¿Perdón?

—Nada, olvídelo.

Las azafatas en turno acomodan los colchones debido a que no habrá ninguna clase de despegue o rescate porque están en medio de un bosque. Ahí dormirán vigilados por el personal de la aerolínea. El viento está impregnado de azucenas y rosas silvestres. Ellos están sentados sobre troncos, cenando sidra y pays de limón.

—Okay, acepto el reto de impedir que duerma para siempre con mi aburrimiento. ¿Le cuento algo y no se burla?

—Recuerde que somos igual que unos patéticos imanes que no se atraen en cuanto a su sentido del amor. Digo, humor.

—Exacto, señorito. Pues bien, le cuento que un día cayó un meteorito cerca de mi casa en China. ¿Le digo qué me traía?

—¿Un disco pirata de Coldplay?

—No, tonto. Algo mucho, mucho, mucho, más genial. Era...

—¿Fuegos artificiales y dragones?

—No, basta.—Ríen y parece que la luna también lo hace, encantada—. Hablando en serio, era un aparato que tenía almacenadas muchas canciones del futuro de Coldplay, Birdy, Ed Sheeran, Sia, Adele...

—¿Sia qué? ¿Birdy qué? ¿Quién es Coldplay? ¿Dónde está la tonta Texas?

—Ja, ja, ja.

Ríe mucho pero es pausada. Él siente que todo es pausado en su vida y que incluso puede hacer que el mundo entre en pausa cuando ríe.

—Son los mejores cantantes que tendrá el mundo, señorito, de mí se acordará. ¿Quiere que le cante algo?

—¿Usted canta?

—Estudié en el Juilliard de Nueva York.

—¿Q—q—q—u—é?

—J—U—I—L—L—I—A—R—D.

—No lo puedo creer. Obvio sé lo que es. Por eso me sorprendo tanto. No lo creo.

Sigue boquiabierto.

Recuerda que ella dijo "algún día se acordará de mí". Maldito augurio autocumplido. Tiembla.

—¿Tiene frío?

—No. Es por un recuerdo.

—¿Cada vez que tiene un recuerdo tiembla?

—Sí, soy un terremoto melancólico con venas azules y piel de niño con tuberculosis, ¿recuerda?

—Recuerdo. Pero vuélvame a disculpar. No pasará un segundo más así desnudo, así que rechazo este abrigo. Ya es de usted, no me importa si lo niega. Si lo niega me enojaré con usted y si lo tira, será doble enojo y haré como si nunca existió.

—Vaya, qué buena es para amenazar.

Respira su perfume cuando pasa los brazos por sus hombros para colocarle el abrigo. Nota que la piel de ambos está chinita de nuevo, ahora más que antes, cuando estaban a punto de morir.

—Le decía que me gradué de ahí en el área de música. Hasta que algo pasó y dejé todo para siempre.

—Nunca lo habría pensado de usted...Se ve tan decidida.

—Puede ser, uno nunca sabe lo que hay detrás de un rostro sereno. Por ejemplo, cuando usted ve el rocío sobre las plantas, ¿podría saber cuánto frío han soportado en la madrugada? No, ¿cierto?

—Es usted tan espiritual que justo ahora creo tener un alma de cacahuate.

—No, usted es más espiritual de lo que cree, señorito Gregory.

Tiembla de nuevo, incluso con su abrigo de piel. Y es que siente que su nombre en los labios de ella suena a un poema, o al caer de una cascada, o al golpeteo del corazón de un colibrí.

—Por ejemplo.— Ella se encarga de romper el silencio—. Con su metáfora de las estrellas... ¿ve aquella constelación? —Parece que los pinos se abren para que él pueda ver las estrellas.

—Sí, las veo perfectamente.

Se ajusta los lentes de pasta con sus patillas cuarteadas. Se había olvidado de cambiar la graduación. Ahora veía todo con un filtro granulado.

—Pues es un arco, y ¿aquello qué era?

—¿Qué cosa?

—Lo de su constelación.

—Ah, era un corazón atravesado por muchas flechas.

—¿Era?

—Sí, le informo que ya ha muerto.

—Terrible.

—Concuerdo. Es terrible esto del amor.

Ella tamborilea su copa todavía llena de sidra, preparando a ambos para sumirlos en la estupefacción.

—Pues ahora, Gregory, veo otra constelación. Esa constelación es un arco.—Hace énfasis en esa palabra—. Un arco, ¿okay? Pero usted se equivocó. Las flechas de ese corazón no lo estaban perforando, estaban naciendo justo para entrar a ese arco, que en realidad es una puerta que lleva a algo llamado amor.

—Nunca...

—Pero después.

Ambos sonríen con las mejillas encendidas. Han bautizado dos constelaciones en una misma noche.

Igual a como se bautizan dos corazones que se despedirán.

🌟 🌟 🌟

«¿Qué se mete dentro de una maleta cuando se dirá adiós para siempre? ¿Puede albergar un corazón destrozado y un impermeable para la tormenta perpetua que se libra dentro del alma? ¿Se puede meter un diario sobre el que nunca se llorará? ¿Un girasol para encontrar al astro en un día sin luz? ¿Miles de tréboles para atrapar la suerte cuando no se ve la salida? ¿Un abrazo que puedas usar cada que te sientas un poco más roto?»

NUNCA [PERO DESPUÉS]Where stories live. Discover now