Pecado

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Zoro era un hombre de oscuros negocios, sicario famoso en los bajos mundos se dedicaba al asesinato de quien se le indicaba como objetivo.

A sangre fría ya sea empuñando katanas o una pistola eliminaba a sus víctimas ejecutando un trabajo pulcro y veloz.

No había nadie quien pudiera hacerle frente, era un hombre imparable, gozaba de dinero y poder más allá de lo que pudiera haber imaginado tener jamás.
Todo debería ser perfecto, todo debería de estar bien para él...
Pero el echo de haber puesto un pie dentro de ese lugar indicaba totalmente lo contrario...

"...Tomen y beban todos de él porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna..."

La misa estaba a punto de concluir, y ahí estaba él caminando a paso lento dentro de esa Iglesia buscando un lugar apartado donde sentarse.
Observó al cura beber del cáliz en silencio mientras las personas a su alrededor permanecían arrodilladas.

Ciertamente no había salvación para un alma que había arrebatado la vida de tantas personas.
Sabía que concurrir a un lugar así de vez en cuando no lo salvaría de ningún castigo que pudiera haber en la otra vida.

Irónicamente a pesar de estar dentro de la casa del señor,
El espadachin y asesino Zoro no creía en Dios, no creía en nada más que en lo que podía ver y tocar.

La razón por la cual había asistido a las misas de los domingos por tanto tiempo era por él.

Parecía un mal chiste o alguna especie de castigo divino pues para alguien con el alma tan negra el enamorarse de un padre...Era un caso perdido...

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La gente del lugar terminó de comulgar y después de
unas últimas palabras y una señal de la Cruz el padre mandó a sus fieles a casa en paz.

Algunas personas se retiraron y otras pocas se mantuvieron en silencio rezando en las bancas...

Zoro lo observó marcharse tras una puerta cercana a la mesa principal luego de compartir unas palabras con la gente que se le acercaba para hablar.

Una vez fuera de su vista se paró y salió del lugar para completar un día más de su rutina.
Bajando las escaleras, ya en la vereda sacó un cigarrillo de su bolsillo.
No podía evitarlo...
Cuando veía a ese hombre tan apasible orando frente a él pensamientos como dejar sus negocios y vivir juntos cruzaban su cabeza.

-...Vaya estupidez...- susurró Zoro para si mismo.

Soltó el humo de su cigarro caminando hasta llegar a una plaza cercana.
Recargo sus brazos en un banco sentándose frente a una fuente ubicada en el centro del parque.

Aún era temprano, las 8 y cuarto para ser exactos, después de observar el reloj en su muñeca dio una última bocanada a su cigarrillo y lo arrojó con puntería en un tacho de basura cercano.
Miró el cielo, las nubes pasaban lentas sobre él logrando cubrir el sol que lo iluminaba.
Suspiró soltando el humo en su boca.
Cerró sus ojos un instante.
Sólo quería permanecer allí un poco más.

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Tiempo atrás, a Zoro se le había encomendado la tarea de asesinar a una mujer y a su bebé de 3 meses. Negándose al comienzo pero con una fuerte suma de por medio terminó accediendo terminando con la vida de la madre y su hija.

Zoro x Sanji One-ShotsWhere stories live. Discover now