IV

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Me llevó a mi casa después de desayunar, el temblor en las manos regresó

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Me llevó a mi casa después de desayunar, el temblor en las manos regresó. Subí lentamente las escaleras, mi familia me recibió con abrazos fuertes, les conté lo que pasó y por qué terminé en casa de Camila. No sabían cómo reaccionar, sólo querían proteger a su hija y yo, debo admitir, que tuve miedo de seguir en la lucha, los hijos de puta ya sabían dónde vivía. Me sentí rehén de un poder casi omnisciente que regresaría por mí. La solución de mis padres era enviarme a casa de mis tíos en Mérida, al final, no tenía clases. Y yo sólo quería sentirme protegida. No sabía qué hacer, el miedo de que me desaparecieran, me tenía agarrada del cuello. Llamé a una reunión en casa de la Twiggy. Caminar a su casa, a plena luz del día, se volvió una tortura, en cada casquete corto me veía en un cuarto oscuro con una bola de militares esperando su turno para violarme.

El comité no se esperaba mi abdicación, vi en los ojos de todos mis amigos decepción, incluso un destello en los ojos de Camila. La Nacha fue quien habló.

—Mira, Lorem, esto no es un juego de niños... Estamos, literalmente, jugando a las patadas con Sansón, pero un cambio requiere valientes. Todos aquí sabemos a lo que nos atenemos en el movimiento, si tú no, está bien, cada quién tiene voluntad para decidir.

La Mari cerró sesión después de que no dije nada, de a poco me quedé sola con Camila, ella fumaba en la ventana abierta. Me acerqué, quise abrazarla por la cintura, pero se me caía la cara de vergüenza, era una cobarde. Me hizo un huequito y apoyé la cabeza en los brazos. Las lágrimas se me escurrían sin que pudiera detenerlas.

—Todos tenemos algo que perder, you know? Creo que fueron muy duros contigo, pero es la verdad, la lucha sólo admite valientes.

Asentí con la cabeza, los pensamientos se aglutinaban en todos lados. Hasta la niña pipiris nais que nada le faltaba, estaba al pie de lucha; pero era más miedo que persona. Eran las cuatro y vi por la ventana el coche de mi papá esperándome abajo. Me despedí de la Twiggy, no me miraba, me estrechó entre sus brazos y por primera vez dijo "adiós".

Al llegar a casa, mis maletas estaban preparadas, ya habían arreglado todo. En una semana salía de la ciudad.

Entré a mi cuarto, me quedé mirando al techo, a los libros acomodados, a los vinilos. Todo se volvió tan extraño, como si nada de lo que estuviera ahí me perteneciera. Al irme dejaba atrás mis creencias, encerradas en esos objetos, me amoldaba a lo que querían de mí.

Todo es culpa de las minifaldas [Minific - Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora