Parte única

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—No, no, no y no —las quejas del castaño se escuchaban por todo el loft haciendo que el lobo rodara los ojos—. Dije que quiero rosas blancas, no rojas.

Stiles llevaba días peleando por el color de las flores que habría en la próxima boda, una en la que no lo había dejado opinar en absoluto por más que él era uno de los novios, y Derek empezaba a hartarse de eso ya que desde que el menor se levantaba hasta cuando se acostaba hablaba del mismo tema. Desde el sabor del pastel que se serviría en ese día hasta el color de los calzones que se pondría para no matar la pasión, palabras del castaño. Si fuera por Derek podrían casarse en bóxer en medio del bosque sin necesidad de tanto invitado pero que Stiles no lo escuchara porque lo linchaba sin darle oportunidad de pedir perdón antes.

—Las quiero de ese color porque es mi maldita boda y si quiero tener dinosaurios en ella, los tendré —volvió a gritar por el teléfono Stiles al pobre hombre que trataba de explicarle el por qué no era posible que hubiera rosas blancas, algo a lo que sinceramente no le estaba poniendo atención—. Así las tengan que traer de júpiter lo harán.

—Stiles —llamó apretando el puente de su nariz al ver cómo éste empezaba a decir incoherencias, señal de que estaba a punto de explotar—. Ven aquí.

—No tengo tiempo cariño, primero debo arreglar las cosas con el incompetente que está del otro lado del teléfono.

—Ven aquí —repitió el morocho jalándolo a su regazo para poder abrazarlo por la cintura no sin antes quitarle con delicadeza el aparato en su mano—. Vamos a respirar un poco, relajarnos y recordar que ese incompetente del que tanto te quejas es tu hermano y está haciendo todo lo que pides sin poner peros.

—No está haciendo todo, no me quiere dar mis rosas blancas —se quejó haciendo un pequeño puchero con sus labios mientras se acomodaba en la unión del cuello y hombro del moreno.

—Ya te explico el por qué bebé, el frío no las dejaran sobrevivir lo suficiente.

—Pero sí se puede, sólo que él quiere que mi boda sea más fea que la suya —atacó de forma infantil dándole un leve golpe con el puño en el pecho—. Chris es injusto.

—Nuestra boda será más bonita que de Peter y Chris, estoy seguro de ello.

—Lo será hasta que logremos tener esas rosas blancas —y otra vez la burra al trigo, pensó Derek viendo como su prometido se levantaba tomando nuevamente el celular para continuar gritándole a su rubio hermano que si no tenía esas flores le echaría la culpa toda la vida de que su boda no fue tan espectacular y de en sueño como tanto deseaba desde pequeño.

Definitivamente el lobo empezaba a replantearse si había sido una buena idea pedirle matrimonio en el mes más complicado de todo el año, la respuesta muy probablemente debería ser que no y que debió hacerle caso a su tío Peter de pedírselo el mismo día de su aniversario de novios que era en junio pero es terco y se emperro en pedírselo el día en el que se conocieron. Un catorce de diciembre muy extraño debía aceptar pero seguía sin arrepentirse de haberlo hecho por más que ya hayan pasado diez años desde eso.

Diez años de conocerse y seis de relación, se había tardado demasiado en pedírselo como para esperar un año más. Stiles era suyo y ya debía llegar el día en el que todo el pueblo lo supiera.

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—Stiles, ya apaga eso por el amor a Zeus —gruñó el lobo ante la fuerte luz blanca que provenía de la pantalla del móvil del menor—. Mañana tenemos que trabajar.

White roses Where stories live. Discover now