Dear Leo Valdez.

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Leo Valdez no era el chico más popular del colegio, tampoco el más listo ni el más gracioso. No tenía amigos. Bueno, Jason Grace, pero él tenía otros amigos y no sabía si de verdad lo consideraba como su amigo. Leo se había roto el brazo en el verano, un accidente en un parque cerca del lugar donde su madre trabajaba.

Era el primer día del último año de preparatoria y estaba nervioso. Padecer ansiedad social no le ayudaba a calmarse en absoluto. Su madre entró a su habitación para despedirse antes de ir al trabajo.

-¡Leo!- Sonrió con su amabilidad de siempre.

-Hola, mamá.- Leo no estaba tan animado. Simplemente se quedó sentado en su cama.

-Tengo que irme en unos minutos, pero antes, ¿has estado escribiendo esas cartas a ti mismo? ¿"Querido Leo Valdez: Hoy será un buen día y aquí está el por qué..."?- su madre le acarició el cabello.

-Empecé una.- Mintió. Realmente no le veía caso a esa tarea de su terapeuta.

-Esas cartas son importantes, van a ayudarte a armar tu confianza.- Esperanza Valdez, como siempre llena de esperanza porque las cosas salieran bien -¡Hey! Tengo una idea, ¿qué tal si les dices a los otros chicos que te firmen el yeso? Así podrás empezar a hablar con los demás y romper el hielo.-

-Sí... Buena idea...- Murmuró.

-Ya me tengo que ir, mijo. Vuelvo para la cena.- ella depositó un tierno beso en su frente.

Leo sabía que su madre podría trabajar más y no llegar a casa a tiempo para la cena.

En otro lado, la familia Di Angelo-Levesque estaba reunida en el desayuno. Ambos hijos iban a la misma escuela de Leo, el mayor iba en el mismo grado que él, la menor iba un año más abajo.

El muchacho tenia sus brazos sobre la mesa y su cabeza recargada en ellos. Estaba quedándose dormido.

-Nico- habló lo más dulce posible Perséfone, su madre. No. No era su madre. Era su madrastra -, ¿no piensas desayunar antes de irte a la escuela?-

-No voy a ir.- fue la vaga respuesta.

-¡Es tú último año! ¡No vas a perderte el primer día!- Reclamó la hermosa mujer.

-Ya te dije que iré mañana.- se defendió el muchacho al levantar su cabeza.

-Él no te escucha, míralo, probablemente está drogado.- el padre de los jóvenes, Hades, sólo quitó su vista del periódico para hacer ese comentario señalando a su hijo.

-Definitivamente está drogado.- Agregó Hazel, la hija menor.

Su familia pensaba que era un drogadicto, cuando ni siquiera había tocado ningún tipo de droga.

-¡No quiero que vayas a la escuela drogado, Nico!- volvió a regañarlo Perséfone.

-Perfecto, entonces no iré. ¡Gracias, mamá!- Nico se levantó y fue al refigerador, sacó el cartón de leche y se fue de regreso a su habitación.

Un nuevo intento de mantener a la familia unida acababa en desastre.

-¡Nico se acabó la leche!- gritó Hazel -Y si no está listo, me iré sin él.-

Una vez en el colegio, Leo caminaba por el pasillo, entonces vio a Piper Mclean, una bonita chica amiga de Jason.

-¡Hola!- dijo ella - ¿Qué tal tu verano?-

Leo miró a todos lados, buscando a quién saludaba, no era posible que le hablara una chica popular.

-¿Mi verano?- Dudó él.

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