❥Epílogo I Primera parte

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Zack miró cómplice a su mejor amigo que se estaba arreglando justo en frente del espejo, el pelirrojo se acercó para quitarle su oscuro gorro, pero Tristan refunfuñó y le dio un manotazo para que no lo desacomodara, ¿cómo iba a quitarse algo tan característico de él?.

—Aun sigo sin entender como fue que aceptaste una cita con la chica que tanto aborreces. ¡Es más, aun no puedo creer que ella te haya invitado después de la fotografía! —exclamó soltando una estruendosa carcajada y negando la cabeza—, ustedes dos tienen una manera muy extraña de demostrarse sus sentimientos.

—Ya te lo he explicado un millón de veces —masculló Tristan fastidiado de repetir la historia una y otra vez—, ella buscó desesperadamente una forma de disculparse por haber hecho que me hayan apodado Mr Fart en la primaria.

—¿Te imaginas si hubiera pasado algo más?. —Alzó sus cejas coqueto mientras lo codeaba en la costilla.

—¿A qué te refieres? —cuestionó confundido mientras lo miraba por el espejo.

Zack se encogió de hombros, restándole importancia.

—¡No, dime!. Tu me advertiste sobre al principio de todo esta historia. —Tristan se giró para ver directamente a su mejor amigo de frente.

—¿Sobre qué cosa te he advertido? —cuestionó.

—Al principio tu me dijiste que esto podía ser como un teléfono descompuesto. —Zack asistió, dándole la razón—, y en eso se desarrollo la historia. Así que dime, ¿qué va a seguir?.

—Yo no soy el escritor del universo y de eso tu te encargas —pensó Zack más para si mismo—, la vida es una aventura y tu debes adentrarte a ella.

—No me gustas cuando te pones de modo filosófico. —Sacudió la cabeza de un lado al otro—, pero creo que tengas razón.

—¿Estás nervioso? —Zack ignoró por completo el comentario anterior.

El pelinegro sacudió su cabeza, negando con la cabeza. ¿Por qué iba a estarlo? sino tenía razones para estarlo.

—¿Entonces por qué estas jugando mucho con tus manos?.

Tristan dirigió su mirada hacia sus manos, y sí era verdad. Y eso significaba que sí estaba nervioso. ¿¡Por qué sus torpes manos lo estaban traicionando!?.

—No sé —tartamudeó nervioso—, no es de tu incumbencia.

—¿Y por qué aceptaste una cita con Coral? —preguntó en un tono picarón—, ¿eh?.

—Ya te expliqué que es su forma de pedirme disculpas, porque me invitó a los bolos y tu sabes que es mi lugar favorito. ¡Además ella va a pagar, ¿cómo no estar feliz por eso?!.

—A mi me huele a excusas —rió Zack.

—Ya tengo que irme —murmuró Tristan, intentando cambiar el tema—, ya es hora de irnos.

Los dos salieron de la habitación de Tristan bajaron del segundo piso. Zack saludó a la mamá de su mejor amigo. Era una señora muy atractiva castaña, ella estaba cocinando la cena familiar y de verdad el olor enamoraba a cualquiera. Bien se dice que a los hombres se le conquista por el estomago.

—¿A dónde van chicos? —preguntó mientras se lavaba las manos y las secaba con una toalla para salir de la cocina y verlo a ambos.

—A ningún lado —respondió Tristan.

—Tris tiene una cita —también dijo simultáneamente.

La señora alzó la ceja divertida, ella sabía que su hijo aun estaba dolido por separarlo de sus abuelos. Pero ella debía de hacerse cargo de él. Siempre estuvo al pendiente de él y siempre mandaba dinero. También sabía que eso no iba a compensar su ausencia, pero ella lo amaba con locura.

—Llévate el carro —sugirió mientras se acercaba a la mesita donde tomaba las llaves y las arrojaba hacia su hijo que las atrapó con gran facilidad, la miró confundida—. Suerte con tu chica.

Tristan abrió sus ojos de par en par, bastante sorprendido. Iba a rezongar, pero tampoco quería discutir. Así que sencillamente dio las gracias y arrastró a su amigo pelirrojo hacia la salida. Abrió el pequeño Mini Cooper y se subió en el lado del piloto. Rápidamente encendió el radio para ir a botar a su mejor amigo a su casa para pasar por Coral. Se supone que iban a verse en el lugar de boliche, pero iba a pasar por ella.

Antes de emprender su viaje, el pelinegro envió un mensaje a la rubia diciéndole que iba a pasar por ella.

—Amo a tu mamá, es muy dulce. Cocina delicioso y es tan linda ¡y te prestó el carro! —afirmó mientras lo veía de reojo—, no entiendo como no puedes amar a tu madre.

—No entiendo porque tienes un crush hacia ella —masculló, guardó unos minutos de silencio y después volvió a hablar—: y yo nunca dije que no amara a mi madre.

Tristan sonrió de oreja a oreja por la sorpresa de su mejor amigo y asistió satisfecho. Tristan condujo hacia la casa de su mejor amigo para dejarlo ahí. Zack bajó del coche y al cerrar la puerta se agachó para recargarse en la ventana para despedirse:

—Suerte con tu cita. —Y antes que Tristan pudiera decir algo. Zack salió corriendo, escapando de los insultos de su mejor amigo.

—No es una cita —respondió para si mismo.

Y nuevamente emprendió un viaje hacia la casa de Coral. No sabía que era lo más apropiado, ¿sonar el claxon para que saliera, llamarlo o salir del carro?. Decidió la última opción, así que bajo del carro y caminó un par de pasos hasta llegar a la entrada donde tocó el timbre. A los tres segundos abrió un hombre un poco más grande que él un poco robusto que parecía que se lo iba a comer con la mirada. Tragó en seco pero logró dar una sonrisa intimidada mientras esquivaba los ojos de aquel feroz hombre.

—Buenas tardes..., vengo a buscar.

—Tristan —cortó él mientras abría la puerta para invitarlo a pasar—, ¿quién eres y por qué vas a salir con mi hermana?.

Tristan empezó a tartamudear sin saber muy bien que decir. Si hubiera sabido que iba a ser atacado por la familia de Coral, jamás hubiera ido por ella.

—Es mi compañera de clases y para conocerla bien —afirmó Tristan nervioso.

En esos instantes, se escucharon unos pasos y una chica apareció con el pelo rubio suelto, un poco maquillada y traía un poco de accesorios. Sin duda era la primera vez que él la veía un poco más glamurosa y sin la aburrida cola de caballo. Además desprendía un olor de fresas.

—Dylan, por favor no lo asustes —pidió Coral dulcemente.

Cuando ella colocó en su antebrazo, Dylan relajó su semblante y sonrió con dulzura.

—Papá esta trabajando para cumplir ese papel —escupió otra vez mirando a Tristan—. Si me la regresas mal, eres un hombre muerto.

Tristan asistió asustado aun sosteniendo su débil sonrisa—. La regresaré en una pieza.

—Más te vale.

Coral rió y negó con la cabeza, le dio un beso en la mejilla a su hermano para después empujar a Tristan fuera de su casa para acompañarlo al coche. Él apenas podía moverse ante la mirada penétrate del hermano mayor.

Él empezó a analizar la situación; él pasó por ella, ella estaba mucho más arreglada de lo normal. Y para culminar, su hermano lo había amenazado, y eso significaba que lo suyo era una cita. ¡Una cita con la niña que él había aborrecido durante su niñez, que giros da el mundo!. Pero ella iba a pagar todo y un caballero no dejaría que la dama pagara, lo que eso significaba que aquello no sería una cita, ¿verdad?.        

Teléfono descompuestoWhere stories live. Discover now