Capítulo 3: La Morgue.

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"La esperanza es una mentira que uno se dice a sí mismo, para hacer más llevadero el horroroso presente

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"La esperanza es una mentira que uno se dice a sí mismo, para hacer más llevadero el horroroso presente."

🗝️

Cuando Vincent volvió a Hellincult, se encontró a una muchacha esperando fuera de su consulta. En sus manos agarraba un manojo de flores con una actitud nerviosa. El joven no pudo evitar fijarse en ella, ya no solo por su apariencia física, sino también por las flores y el hecho de estar esperándolo.

La joven poseía un largo cabello cobrizo recogido en una alta cola que caía con elegancia por su espalda. Lucía un vestido negro a la altura de las rodillas, que al varón se le hizo muy similar al típico traje de monja o al de la época de quema de brujas. Los párpados de la susodicha estaban maquillados con una sombra negra, resaltando sus ojos celestes. Sus facciones eran muy finas, con una cara ovalada que la hacia aparentar menos edad de la que tenía.

Ella se encontró con la mirada del psiquiatra y lo sonrió. Vincent anduvo hasta su pequeño cubículo sin emitir una sola palabra. Le resultó demasiado extraño que con todo el drama que se había montado en el pueblo, esa misteriosa joven le dedicara una sonrisa. De hecho, cada vez que él entraba a Hellincult las habladurías eran muy evidentes y descaradas.

Abrió su despacho bajo llave. Ella se introdujo y se sentó en el pequeño sofá que el varón descansó horas atrás. Por unos instante se le olvidó el cómo actuar. ¿Se suponía que era su paciente? Había sufrido un accidente. Ni siquiera recordaba quién era.

Él la miró de soslayo conforme la muchacha se acomodaba. De pronto, la susodicha habló y dijo:

—Le he traído flores. Siento mucho su perdida, señor Krood.

Ella tendió su ramo al aire esperando que éste lo agarrara. Tardó unos segundos en corresponder su condolencia.

—Gracias —respondió con recelo—. ¿No se supone que deberías estar en el instituto?

—Hoy es sábado, señor Krood. Tengo veinticinco años.

Vincent se arrepintió de inmediato de meter la pata.

—Perdóname, chica. He sufrido un accidente y no recuerdo quién eres. Lo lamento de verdad.

La joven se alarmó y colocó una expresión preocupada. No supo qué decir y se mantuvo callada con cierto pudor.

—No te preocupes. Recuérdame quién eres —forzó una sonrisa. A pesar de que fue fingida, ella le correspondió.

«¡Mira cómo te sonríe! Debe de estar colada por ti. Eres todo un seductor, Vincent», habló Shaddy, en un susurro a su oído.

Vincent trató de no alterarse. Su amigo poseía una voz tan rasgada y siniestra que en ocasiones le daba escalofríos.

—Mi nombre es Katrina Voclain. Usted se ha convertido en el único psiquiatra que ha sabido tratarme —comentó con nerviosismo— Busqué la muerte en cada esquina, en cada asfalto y andén. Necesitaba que alguien acabase con mi vida, pues yo misma no podía hacerlo —hizo una pausa de silencio—. Es una pena que no recuerde nada, porque debería de sentirse orgulloso por ser quién es. Sé que usted no mató a su novia. Creo en su inocencia y nadie debería dudar de usted. Su corazón vale oro.

Shaddy ©Where stories live. Discover now