CAPITULO 3

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Gabriel se encontraba sólo en aquella oscuridad con miedo de lo que podría pasar en ese momento, a decir verdad era consiente que nunca era amable, compasivo o generoso, pero al ver su pasado junto con su presente le hizo recapacitar su forma de ser pero dudaba si cambiar o no.

-"Vaya, vaya, vaya, así que el señor Agreste le tiene miedo a la oscuridad."- Se escucho una voz entre las sombras.

-¿Quien eres?-

-"Tu dímelo."-

-Eres el tercer espíritu?-

-"Si."- En eso en la oscuridad se pudo apreciar dos ojos de gato verdes que brillaban con intensidad.

-Bueno... entonces... te sigo espíritu.-

-"No, tu me guias, yo te sigo."- Una sonrisa totalmente blanca se pudo apreciar.

Esa sonrisa junto con esas palabras le dieron escalofríos a Gabriel tanto que retrocedió, sin darse cuenta estaba acercandose a un agujero. Cuando se dio cuenta de el mismo fue a tan solo unos segundos cuando el mismo espíritu lo ataco haciendo que perdiera el equilibrio y cayera en el, estaba tan aterrado que solo empezó a gritar por ayuda la cual nunca llegaría. Cuando vio el final del túnel donde estaba sólo se preparo para el impacto pero resultó que cayó dentro de un charco de agua, ya que al parecer había encogido mientras caia, al voltear ver a su alrededor vio unas grandes escaleras y a tres señores vestidos de negro hablando entre ellos.

-Dicen que murió anoche.-

-Pobre, ha de haber muerto sólo en aquella cama.-

-Ni tanto, según de lo que he escuchado era un hombre muy egoista, de seguro no irá nadie a su funeral.-

-Yo si ire siempre y cuando la comida sea buena y gratis.-

-Jajajaja... comida gratis, no me lo perdería por nada... jajajajaja...-

-Los acompañare caballeros, sería horrible desperdiciar la comida... jajajajajaja...- Reían los tres hombres por aquella "oportunidad" de comer sin pagar.

Seguían riendo y hablando de la comida por la muerte de aquel hombre que Gabriel se preguntaba quien era como para que nadie fuera a su funeral, ya que según su criterio nadie podría ser tan odiado para tal cosa. Cuando se fueron aquellos hombres la calle se quedo desierta y parecía una noche muy fría, en eso la sombra de una carroza que era tirada por dos caballos se vio, Gabriel poco a poco, a pesar de su tamaño, empezó a acercarse para saber de quien se trataba, pero en eso sucedió algo que le puso los pelos de punta, la misma sombra empezó a cobrar vida y los caballos se convirtieron en enormes leones, lo mas espeluznante era que sus ojos fijos sobre Gabriel daban a entender que se lo querían comer, de inmediato empezaron a correr hacia el; por puro miedo de ser devorado de un bocado por aquellos leones empezó a correr sin rumbo fijo. Esquivaba todo objeto que le impidiera el paso con tal de no ser devorado por los leones, de vez en cuando volteaba para saber que tan cerca estaban de el, pero parecía que mientras mas rápido corria mas cerca estaban de ataparlo.

En un momento a otro Gabriel dio una vuelta en un callejón para intentar despistar a los feroces leones, pero no se escuchaban las garras de los leones en el pavimento o las ruedas de la carroza, pero no se quedo en ese lugar, al contrario, siguió corriendo para salir del callejón y buscar un lugar para poder refugiarse, pero justo cuando salió vio de nueva cuenta la carroza y otra vez empezó a correr, solo que se dio cuenta que en vez de ser un hombre quien conducía la carroza era una figura con una capa negra cubriendo la mayor parte de su cuerpo y rostro, salvo de una sonrisa blanca con dos distinguidos colmillos sobresaliendo, nadie tenia que ser un genio para darse cuenta que aquella figura era el espíritu.

LOS FANTASMAS DE AGRESTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora