Ángel

Roto

Caminaba por los pasillos de Hogwarts cuando lo vi.

Aquel ángel que nos había salvado, incluso a mí que no lo merecía.

Pero se veía mal.

Estaba sólo en un rincón con la mirada perdida, se le veía tenso y se encogía de hombros tratando de pasar desapercibido. Tenía una mano en un bolsillo, y supe que ahí tenia su varita, que jamás la soltaba.

Entonces lo entendí, nos había salvado pero por ello había pagado un precio, uno muy costoso.

Algo me llamaba a él, un algo que había sentido todos esos años pero que la furia por el rechazo y más tarde el miedo me había cegado.

Ésta vez no lo ignore.

Caminé hasta él con pasos rápidos, mi andar confiado se había ido hacía años.

—Potter— dije al acercarme a él.

En menos de un segundo ya me apuntaba con la varita, levanté las manos demostrando que no estaba armado.

Él al verme de esa forma me evaluó, inconscientemente buscando amenazas y al no encontrar ninguna, bajó su varita sin guardarla.

—¿Qué quieres Malfoy?— preguntó más irritado que nada. Lo cual significó un cambio para mí, me recordó mi antigua vida.

—Queria darte las gracias.

Me miró extrañado.

—Por librarme de Azkaban— aclaré.

El abrió los ojos con entendimiento.

—No me agradezcas por eso— dijo regresando a su mirada vacía, lo cuál hacia doler mi pecho sin razón alguna. —Siempre fuiste un imbécil pero no merecías ir a Azkaban.

Una sonrisa se formo en mi cara, extrañando a Potter.

—No importa, gracias.

El de ojos verdes se encogió de hombros regresando su mirada a la lejanía.

Ahí descubrí que ese ángel estaba roto.