Capítulo III

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—Gracias. —le agradecí a Kwan cuando abrió la puerta del acompañante de su amado Lambo para mí.

Kwan asintió con la cabeza para después cerrar la puerta, rodear el auto y subir él.

Quité el saco de Kwan de mi cuerpo y lo lancé a la parte trasera del auto cuando el calor en mi cuerpo llegó intensamente.

—¿Porqué si llueve tengo un inmenso calor?. —le digo y empecé a abanicar mi cara con mis propias manos.

Kwan me da una mirada rápida antes de seguir mirando por la carretera rumbo a donde sea que sea.

—¿Podrías cubrir tus piernas?. —susurra con los dientes apretados y sus manos se vuelven blancos de la presión qué ejerce en el volante.
—¿Porqué? Estoy diciéndote qué tengo calor, ¿Porqué las cubriría?. —le pregunté confundida, Kwan soltó un bufido exasperado y yo reí al darme cuenta de su situación —Oh. —articule, estire mi mano con intensión de alcanzar el sacó que minutos antes cubría mis brazos pero no lo encontré.

Fruncí mi entrecejo, y sin pensarlo dos veces me levanté del asiento, cruce la mitad de mi cuerpo hacía la parte trasera y empecé a buscar el sacó.

Visualice el sacó en el suelo del automóvil, y justo cuándo pensaba inclinar mi cuerpo para alcanzarlo, una mano se posó en mi muslo. Di un pequeño brinco de la impresión, entonces su mano subió más hasta llegar al inicio de mi ropa interior aún con la falda.

<Pierdes de nuevo, Victoria>

Estaba tan excitada ya, qué una parte de mí sabía qué tenía parar ya si no quería caer de nuevo en las manos de Kwan Adams. Reaccione inmediatamente cuando sentí que su mano estaba a punto de introducirse en mi ropa interior.

—¿¡Pero que mierda se supone haces!?. —grité exasperada y volvía a mi postura anterior.

El alcohol que traía en mi organismo se fue por completo, no sabía el motivo pero de un momento a otro unas tremendas ganas de llorar llegaron a mí.

<Tienes que ser fuerte, Vicky>

Nuevamente me recordé mentalmente qué tenía que mantener la calma frente a él y eso no lo lograría si no salgo del auto ahora mismo.

—¿Puedes estacionar el auto, por favor?. —pregunté en tono casi suplicante.

Kwan me miró por una milésima de segundos, antes de acelerar la velocidad del auto. <¿Qué pretende? ¿Llevarme a su casa?>

—¡Maldición Kwan, baja la velocidad!. —grité temerosa.

Sabía de más que Kwan era un increíble conductor, le gustaba tener el control de la situación. Eso era inevitable, en cualquier ocasión quería tener el mando.

—¿¡Porqué!?. —preguntó de repente, volteando a verme.

Fruncí mi ceño y aferre mis manos al asiento, en el instante en el qué Kwan aceleró más.

—¿Puedes bajar la maldita velocidad?. —grité.
—¿!Porqué si antes te encantaba la adrenalina!?. —gritó él se nuevo.

Entendí muy tarde su pregunta anterior a ésta, muy pero muy tarde.

—¡Ya no me gusta, Kwan! ¡Ya nada es como antes, todo cambió! ¡Tú cambiaste, yo lo hice. Ambos lo hicimos!. —grité al borde del llanto.

Entonces como si hubiera recapacitado, el auto se detuvo en seco. Tanto que me impulse hacia adelante, cerré los ojos cuando en mi mente pasó un tremendo golpe, mi frente estrellándose en la guantera. Pero su brazo fue más rápido y se interpuso entre mi cuerpo y la guantera, impidiendo así el impacto.

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