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Era un día de otoño frío, se notaba en el ambiente. Las hojas de distintos colores y tamaños se posaban en el suelo de una forma que al castaño le recordaba a una danza. Estas formaban una especie de alfombra tapando la fría y aburrida roca por la que pasaba todos los días a la escuela.
Claro que no todo el mundo se fijaba en esos pequeños detalles, siempre suelen ignorarlos sin fijarse en lo asombroso que podía llegar a ser el planeta en donde habitaban.

Un chico algo menor que él, pelinegro y bastante atractivo se encontraba observándole desde el tercer piso de la escuela.
Fingía desinterés, apoyando su cabeza en la palma de su mano mientras el otro calentaba para su clase de Educación física.

—Kookie, ¿me estás escuchando? ¡Jungkook! —Gritó harto el rubio al ser ignorado.

—¿Qué quieres? —El mencionado se giró para mirarlo entrecerrando sus ojos con levedad. —Además, te he dicho que no me llames así.

—¿Jungkook? Pero es tu nombre. —Ladeó la cabeza confuso.

—Jungkook no, ¡Kookie! —Dijo con obviedad rodando sus ojos.

Usualmente no se comportaba así, era un chico de personalidad linda y atenta, quizás algo despistado, pero nunca borde.

—Nunca me dijiste eso. — Susurró el rubio lo más bajo posible para que no le escuchará. —Oye, ¿qué te pasa? —Se comenzaba a preocupar, no porque el pelinegro pudiera tomarla con él, si no por el hecho de que eran mejores amigos.

—Nada.

—¿En serio? 15 años de amistad y todavía sigues intentando engañarme. —Suspiró cerrando los ojos para acto seguido mirarlo con decisión —Jeon Jung Kook, te conozco como si fueras mi hermano. Cuéntame que te sucede.

—He dicho que no me pasa nada, simplemente...Estoy pensativo. —Aclaró con un tono de voz más calmado.

Eso no era del todo mentira, ya que si estaba pensando. Pensando como desenmascarar al “perfecto” de Kim Tae Hyung, pero pensando de todos modos.

Jimin asintió y volvió a suspirar rindiéndose ante la actitud del menor. Podía llegar a ser muy cabezota y en ese momento no se le veía con ganas de hablar.

El profesor llegó con prisa; Jimin y Jungkook pudieron charlar con tranquilidad sin ser reñidos porque este había llegado un cuarto de hora tarde. Quién sabe por qué razones.
Su clase no era tan irrespetuosa como las que se está acostumbrado de adolescentes. Eran como así decirlo, “prodigios” y como mucho se atrevían a hablar en voz alta.

Las clases de ese día habían llegado a su fin haciendo que los alumnos se emocionasen hablando de lo que harían esta tarde.
Esas conversaciones no interesaban nada al pelinegro, más bien le recordaban lo aburrida que era su vida comparada con la de los demás estudiantes.

—¡Kookie! —Le llamó corriendo tras él, pues este ya caminaba por los pasillos en dirección a la salida.

Jungkook se volteo para encontrarse con su rubio amigo jadeando por la carrera con una sonrisa en su blanco rostro.

—Siempre vamos juntos a casa ¿Recuerdas? —Le preguntó al contrario el cual asintió, aunque en ese momento lo hubiera olvidado.

—Sí. Perdón. —Se disculpó con su dulce sonrisa algo fingida.

Jimin se alegro, su amigo volvía a ser el de siempre o eso creía. No sabía lo que le pasaba ese día, se le veía muy preocupado y él no fue el único en darse cuenta.

—¡Hey! Eres idiota. —Se escuchó a alguien reír a lo lejos.

No, no era una risa de un maton que intentaba intimidar a alguien, si no una risa dulce y para nada irritante.

—Lo que tú digas, pero es así. —Contesto otra voz que al igual se estaba riendo. Solo que esa, al contrario que la anterior, no agradaba al menor.

Se giró con levedad y disimulo para encontrarse a dos chicos hablando cómodamente y al parecer de algo divertido.
Jungkook frunció levemente el ceño al encontrarse con Kim Taehyung y un caballo. Ah no, era otro chico al parecer mayor que el mencionado.

—Y entonces se me cayó el contenido del vaso en su trabajo de ese mismo día ¡No sabes que vergüenza pasé! —Se tapo la cara con las palmas de sus manos al finalizar de contar esa historia.

Jungkook fingió una pequeña risa para que el rubio pensase que le escuchaba cuando no era así.

—¡No te rías! Todavía sigo debiéndole un favor aunque él se niegue.

El pelinegro se despidió al ya estar enfrente a la casa de su amigo. Este le regalo una sonrisa y desapareció por la puerta principal, no sin antes decir un «Hasta mañana, Kookie. Ten un lindo día.»
Se encaminaba hacia su hogar cuando a la distancia vio una silueta que conocía a la perfección.
Se acercó por curiosidad, quizás pudieran hablar de una vez.
Su plan se arruinó cuando le estaba siguiendo y de un momento a otro le perdió de vista, así que decidió ir directamente a su casa para simplemente escuchar música mientras vageaba y pensaba en sus cosas. Luego haría las tareas.

Lion •KookV•Where stories live. Discover now