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Mi cuerpo parecía ser una sola cosa junto al de él, mis mejillas se sonrojaron en cuanto mis brazos rodearon su pequeña cintura y suspiré, haciendo de seguro que varios mechones de su cabello se movieran ante el pequeño vientesillo y entonces, cejado por los latidos que producía mi corazón, me dejé caer en el pozo de deseos que sacudía en todo mi cuerpo. Lo abracé aún más, sintiendo mis manos temblar en su cintura y coloqué mi mentón en su hombro. Aún abrumado por todo lo que estaba pasando, aún sometido en la prohibición y aún así sabiendo que todo esto después sería un tema de discusión, me dejé llenar por la increíble sensación de tenerlo preso en mis brazos.

Y no, esto no se comparaba a nada con lo que sentía cuando estaba cerca de Hoseok, esto era muchísimo más profundo y me hacía sentir completo desde la punta de los pies hasta la cabeza, desde mi cuerpo hasta el alma. No me importó su comportamiento de la noche anterior, ahora ya nada importaba. Ni siquiera el remordimiento podía con esta tempestad nublosa de sentimientos nuevos en mi estómago.

Luego lo iba a debatir con mi mente porque en estos momentos me encontraba prófugo otra vez del deseo, porque su cuerpo junto al mío me hacía sentir tranquilo y protegido, tener su presencia cerca mío parecía como si fuese que había vuelto diez años atrás, allá a lo lejos del tiempo cuando tenía ocho años donde mi madre se encontraba en su silla y  cuando yo la veía después de volver de la escuela ella automáticamente se ponía de pies y me abrazaba con sus largos brazos, y donde mi padre también se unía y entonces nos abrazábamos los tres. Ese sentimiento acogedor y familiar estaba sintiendo ahora, se sentía como estar en casa otra vez junto a mis padres.

Abrazar a Jimin se sentía estar en casa.

Entonces mandé a todos al demonio, mi equilibrio mental falló y juré ante a Dios que tiempo después sería castigado por todos mis pecados, pero era algo que ya no me importaba. Mi pecho subiéndose y bajando rápidamente, mi nariz aspirando el delicioso aroma de la fragancia del pelinegro dormido y mi corazón bombeando rápidamente junto a mis ojos cerrados, que parecían estar dormidos pero la triste realidad era que no, estaban tan despiertos y con miedo de ser abiertos.

Porque sí, mi mente odiaba a Jimin como si ustedes no tuviesen idea pero en mi corazón parecía ser todo lo contrario. Entonces ¿Quién ganará esta lucha? ¿Quién saldrá victorioso?

¿La mente o el corazón?

Y aún con los ojos cerrados, me dejé llevar por lo que mi corazón me estaba diciendo. El muy infeliz había ganado la batalla. Mi mente se entristeció y entonces renunció a su trabajo, no quiso seguir pensando. Se apagó. Mi corazón fue la luz de inmediato, iluminó todo mi cuerpo con su palpitar y la habitación de la sala de estar, volvió a estallar en llamas.

Me subí a horcajadas al cuerpo de Jimin quien seguía durmiendo y con los ojos cerrados, yo me acerqué a su rostro tomándolo con ambas de mis manos y lentamente besé sus labios entreabiertos. Con la delicadeza de todo el mundo, besé esos labios que en tan poco tiempo se habían convertido en una esencia favorita para mí.

Y así seguí, despacio y lento besando tiempo después sus párpados cerrados, bajando por sus mejillas, su mentón, subiendo hasta su pequeña nariz y dejando un corto beso en su frente, besé cada parte de su rostro porque aunque yo estuviese con los ojos cerrados sabía lo cuán perfecto era este. Y la bestia dentro de mi perdió el control, la luz de mi corazón iluminó a un más mi cuerpo ardiéndolo como si de un incendio se tratase y mi mente que seguía triste por haber perdido la batalla se dignó en detener a mi corazón. Besé sus labios rápidamente, lamiendo cada centímetro de su boca y luego besé su cuello, noté entre mi tacto las marcas de mis dientes allí y supuse que yo también tendría las mismas en mi cuello.  Acaricié cada parte de su descubierto pecho, besé sus pezones y después volví a sus labios. Ciego, ciego por la maquina de placer que conducía en mi cuerpo. Estaba loco, Jimin me hacía sentir loco.

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