Introducción: Un viaje movido

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La madera crujía a medida que los viajeros se subían a la carreta. No era ni mucho menos el primer viaje que emprendía con una carga considerable, pero hacía tiempo que no soportaba el peso de la mercancía y de cuatro hombres a la vez.

Los ejes sufrieron especialmente cuando el caballero de más de dos metros de alto, ataviado con una no precisamente ligera armadura, se subió tras sus compañeros de viaje.

Una vez se hubieron subido todos, el carro mercantil inició el camino hacia su destino: Saulxerotte. Hacía días que por todo el principado de Gabriel se habían colgado carteles ofreciendo una suculenta recompensa al valiente aventurero que cazara a la bestia que sembraba el terror en dicho pueblo. Esto había atraído a guerreros de todos lados que deseaban aceptar el reto... Y nuestros peculiares protagonistas no iban a ser menos.

Por azares de la vida, todos estaban por Bellgarde cuando vieron el anuncio, y todos habían dado con un humilde mercader que se ofrecía a llevarles al otro lado de la cordillera, donde encontrarían su peculiar desafío.

Sin embargo, no estaba siendo un viaje precisamente agradable: entre los voluminosos baches y el cortante silencio, todo apuntaba a que les esperaban días bastante largos...

A las pocas horas de camino, uno de los viajeros decidió romper el silencio. Un chico joven, de estatura media-baja, de tez peculiarmente pálida y una pequeña melena plateada se dirigió al compañero que tenía sentado delante.

—Oh, vaya... ¿de la nobleza, no?

El chico castaño levantó la vista hacia su interlocutor, con una expresión entre la incomodidad y el asqueo.

—¿Por qué dices eso?

—Por el estoque, no sé... parece que tienes artes muy refinadas.

En efecto, aparte de vestir una chaqueta larga de cuero negro  y botas altas, el chico castaño llevaba un estoque atado a la cintura. Sin embargo, el intento de iniciar una conversación no le interesó, e intentó callar al viajero.

—Vaya conclusión más estúpida.

Sorprendido por su respuesta, el hombre de pelo plateado intentó hablar con el enorme caballero situado a su izquierda.

—Bueno pues... hola. Éste me cae un poco mal.

El siniestro caballero echó un vistazo rápido al chico del estoque, y después al que le hablaba. Molesto por la situación, intentó también que desistiera en su afán por entablar conversación.

—Y a mí tú.

Ignorando su comentario, le cogió la mano.

—¡Soy Shivar, encantado!

El caballero le apartó bruscamente la mano y se cruzó de brazos. Bajando la mirada, eludió todo intento de Shivar de continuar la charla.

—Bueno pues...

Se inclinó hacia adelante, buscando la mirada del cuarto viajero.

—Ni lo intentes.

—Vale, pues... bien...

De repente, el carro botó con fuerza a causa de un bache con el que , muy probablemente, no deberían haber dado. Desde la parte frontal del carro, el mercader que les llevaba gritó:

—¡Lo siento! ¡Es que está muy mal esta carretera! ¡Hace mucho que nadie la arregla!

Loran, pues así se llamaba el conductor del carro, era un humilde mercader ya entrado en los cincuenta años, muy escuálido y mal conservado. Tan sólo un rápido vistazo confirmaba que no pasaba por su mejor momento, pero aun así seguía haciendo fielmente su ruta Bellgarde-Saulxerotte con sus dos caballos y los suministros que pudiera conseguir.

Anima: Un Canto En La NocheWhere stories live. Discover now